Historias
Las hermanitas de las hostias continúan elaborando el Cuerpo de Cristo en Semana Santa
Cada mañana de lunes a miércoles, y desde las cinco de la mañana hasta las cinco de la tarde en esta temporada de Semana Santa, tres religiosas del monasterio la Inmaculada Concepción, el cual está rodeado de silencio, del ruido de los pájaros y de los cantos gregorianos, tienen la gran misión de hacer una gran cantidad de hostias que luego serán vendidas a toda la arquidiócesis del Tolima e Ibagué.
La hermana Yurledis León, una monja de estatura alta, de piel blanca y oriunda del departamento de Caldas y quien lleva 13 años en ese claustro, es quien coordina este trabajo que realiza con otras dos religiosas, las cuales lo hacen con amor y fe. Cuenta ella que, por esta temporada, deben levantarse desde antes de las 4 de la mañana, luego realizar unas oraciones en la capilla, posteriormente pasan al hostiario, dónde las espera una tarea ardua.
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Utilizando agua y harina de trigo la hermana Yurledis señala que el agua es tan vital para la elaboración de lo que será el cuerpo de Cristo, porque Jesús dijo “El que tenga sed que venga a mi” y ello “es muy significativo ya que es uno de los dones más hermosos que nos dio el creador, como es el agua “.
La preparación es sencilla, dice la religiosa, porque se mezclan los dos ingredientes y luego se baten, posteriormente son llevados a una nevera como así la llaman y allí toman consistencia, luego ya reposadas las hostias son recortadas en moldes grandes y pequeñas y luego se dejan enfriar.
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“Cada hostia que hacemos es con amor, porque representa el cuerpo de Cristo”, además se las ofrecemos a él dice la hermana Yurledis León. “El éxito de que las hostias queden en su punto o sea ni muy blandas, ni muy duras, lo hace el amor que le ponemos”, además en este trabajo participan la mayoría de las religiosas, desde la más antigua que cuenta ya con 92 años, hasta la más joven.
Hay algunas que están en este Monasterio desde hace 60 años y sin embargo ya ahora se encargan de cortar, escoger y empacar.
Los recortes se seleccionan y se echan en bolsas luego son vendidos a dos mil pesos, igualmente se hace con los chicharrines que son los trozos que sobran de los lados de la masa, los cuales son muy apetecidos por las personas que van hasta allí a comprarlos.
En este proceso señala la hermana Yurledis León hay que escoger bien los recortes, ya que son utilizados para comer con arequipe o con leche.
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Del producido de esto y de hacer imágenes y escapularios nos sostenemos, ya que algunas religiosas se encuentran delicadas de salud. Igualmente, del pago de misas y de las cadenas de oración.
El hostiario ha sido testigo del trabajo de esta comunidad y de muchas hermanas que han pasado por allí y que hoy ya no están con ellas. Es una sala amplia con ventanales que aportan un buen clima fresco debido a que el horno que utilizan genera grandes temperaturas.
En medio de su labor se dedican a orar por quienes lo necesitan, por una humanidad agobiada y doliente que a diario llega hasta allí para pedir por sus peticiones y necesidades a través de celebraciones eucarísticas.
El Monasterio de la Inmaculada Concepción, una comunidad formada desde hace 500 años, lleva allí desde 1967 en el tradicional barrio La Pola, está cercado por la tranquilidad y la naturaleza, quizá muy parecido a un paraíso no terrenal. Está rodeado de grandes fuentes que, con el ruido del agua, arrullan la naturaleza y los pájaros y mariposas que a diario llegan.
Son 91 años haciendo este oficio, el cual les ha permitido mantener el convento desde 1967, pagar los servicios públicos y cubrir las necesidades de las religiosas, pues no reciben otro ingreso.
Las planchas que utilizan son alemanas con moldes grabados de cruces, peces, la imagen del Espíritu Santo, El Sagrado Corazón y el Cordero Pascual.
La hermana Yurledis León dice que el proceso de remojado es muy importante porque de él depende que las hostias no se vayan a quebrar.
“Pese a que nos acaloramos mucho, nosotras no descansamos, porque Dios nos da fortaleza para sacar adelante este hermoso trabajo.”
La comunidad de las concepcionistas llegó a Ibagué en 1927 desde Bogotá vía ferrocarril. Cuatro religiosas fueron recibidas por monseñor Pedro María Rodríguez. Durante los primeros once días se hospedaron en el colegio de La Presentación, hasta que la hermana superiora, María Dolores de la Santísima Trinidad, adquirió el primer rancho de la orden en la calle Isaacs, denominada así por pertenecer a Enrique Isaacs, un primo hermano del escritor Jorge Isaacs, el célebre autor de María.
En 1967 comenzó la construcción de un moderno convento que hoy cuenta con tres niveles, 32 celdas o habitaciones, capilla, enfermería, refectorio o comedor y un llamativo jardín que, por lo general, se mantiene florecido. Durante la construcción, las hermanas colaboraron cargando ladrillos y sacando tierra y arena. Esto gracias a la elaboración de las hostias y a la venta de los recortes.
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