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40 años dedicados con éxito a la música colombiana ( II)

40 años dedicados con éxito a la música colombiana ( II)

                                                 Parte II

Sólo un año restaba para que cumplieran cuarenta años de actuación, cuando el 23 de noviembre de 1.977, con la muerte de  Eduardo Collazos, en Bogotá, el dueto pasó a la historia.

 

Collazos, nacido el 13 de octubre de 1916, en Ibagué, hijo de Ramón Collazos Jacobo y Segunda Varón, muere cuando el dueto preparaba una gran gira por todos y cada uno de los pueblos que los había admirado con justa causa, en un itinerario que se llamaría Garzón y Collazos se despiden de Colombia.  El último adiós fue apoteósico. Cesáreo Rocha Ochoa, hijo del compositor de la primera obra grabada por ellos, a la sazón gobernador del departamento, organizó el traslado de los despojos mortales del connotado ibaguereño quien despertó en el viaje de regreso a su tierra, en un séquito encabezado por Darío Garzón, los más emocionados tributos de homenaje.

El desaparecido compositor, apenas un año mayor que su compañero de fórmula, fue recibido en la ciudad con un sepelio multitudinario y entre la gente que lo lloró podían verse duetos, tríos, la banda del departamento e innumerables conjuntos. La pena colectiva podía respirarse en el ambiente. Como anecdotario del dueto quedaban las diferencias tenidas entre ellos a raíz de sus  temperamentos disímiles, lo que les condujo a frecuentes conflictos y temporales recesos, uno de ellos por seis meses que se resolvió mediante la intervención de Jaime Llano González, Eucario  Bermúdez y Pedro J. Ramos.  Las revistas Cromos y Vea se encargaron de agrandar las dimensiones del rompimiento publicando declaraciones de ambos músicos en que se insultaban con términos de grueso calibre. Uno de ellos reveló alguna vez que en el transcurso de estos disgustos llegaron a cantar en público sin mirarse a la cara. Al parecer tales peleas se originaban en el hecho de que mientras Garzón buscaba con los notables de cada pueblo contratos para el dueto, Collazos, despreocupado por naturaleza, se dedicaba a la bohemia y a darse la gran vida.

 

Atrás quedaba el recuerdo de Eduardo Collazos que poco conoció la prosperidad económica y cuyo patrimonio fue sólo el tesoro de la música que dejó a los suyos en magistrales interpretaciones del tiple, la bohemia y la vida romántica. El gran viudo, entre tanto, se dedicó a la Academia Garzón y Collazos que había fundado en Bogotá y luego trasladó a Ibagué, especializada en la enseñanza de  música de cuerdas. Hasta que, poco antes de la medianoche del 21 de marzo de 1986, casi diez años después de la muerte de su compañero, Darío Garzón le siguió a la tumba. Poco antes el gobierno del Tolima le había asignado una pequeña pensión vitalicia.

 

Había nacido Darío Garzón Charry en Girardot, el 9 de enero de 1915 y desde cuando era pequeño su familia se residenció en Ibagué. Cursó sus estudios en la escuela de los Hermanos Maristas y por su temprana vocación a la música  estudió  en el Conservatorio de la ciudad. Se recuerda de aquellos tiempos que en una acera de la calle central sacaba sus primeras notas a una hoja de naranjo con una peinilla, cuyo sonido se asimilaba al de una dulzaina. El maestro Alberto Castilla, que solía pasar por el lugar, le propuso estudiar música y lo matriculó en el Conservatorio donde pasó 11 años y llegó al cargo de asistente del director Alfredo Squarcetta, quien reemplazó al fundador de este centro. Sus prácticas de clarinete las inició con el grupo musical que fundó en 1935, Los cuatro alegres muchachos, donde Aureliano Lucena tocaba la trompeta, Alcides Lersundy el saxo y Manolo Montealegre la flauta.

 

Organizó viajes por el sur del departamento en plan de investigaciones folclóricas, y en esas giras recopiló datos de valor para el acervo cultural de la tierra pijao. En Chaparral, por ejemplo -cita Fabio González Pacheco en su Historia de la música en el Tolima-, se tropezó con una canción que hicieran ellos famosa, Hurí.  Pero no sólo dieron  fama a la obra del chaparraluno  Andrés Rocha Álvarez, sino que en Natagaima realizó Garzón una destacada antología de coplas, algunas incluidas en canciones interpretadas por el dueto, con arreglos musicales de Darío, ya en ritmo de bambuco o guabina como Soy tolimense.

 

Compuso temas a su madre, esposa y dos hijas: A tí madre del alma, Te juré mi amor, Tus y Niña de los labios rojos, así como El boga, La subienda, Tú, La vaquerita, Soy tolimense, Las lavanderas y Nadie como tú,  terminado éste último dos meses antes de su fallecimiento.

 

 

Dedicó medio siglo a la docencia, espacio por el cual mantuvo abierta su academia musical, figurando su escalafón en el magisterio como de primera categoría, la más alta de la época asignada por el Ministerio de Educación Nacional. En Ibagué se  desempeñó como profesor de música en las escuelas públicas. Estuvo casado con Ligia Durán, de cuyo matrimonio nacieron sus hijos Darío Augusto, María Cristina, Ligia Constanza y Carlos Ramón.

 

Cada año, la fundación que lleva el nombre de Garzón y Collazos  conformada por entusiastas enamorados de su trabajo, realiza un concurso de música colombiana en honor a quienes hicieron de nuestras melodías un reino del que fueron príncipes absolutos. (Puede ver: (I parte) 40 Años dedicados a la música colombiana)

                                                                               Información y Colaboración Pijao Editores

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