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40 años dedicados con éxito a la música colombiana ( I )

40 años dedicados con éxito a la música colombiana ( I )

                                             PARTE I

 

Sostenerse como dueto durante 40 años sin que nada les hiciera cambiar su amor por la música vernácula, su rescate y difusión en medio de otros ritmos y otros ámbitos que inundaban al país, los convierte no sólo en meritorios artistas sino en cumplidores de una hazaña en pro de la música nacional.

 

Vencieron la muerte porque siguen vivos en el alma de los colombianos que continúan escuchando su música y sintiendo el orgullo de la patria gracias a las canciones que los llevaran a traspasar la barrera del tiempo y de las modas. Estas figuras de la música que conocieron aplausos, triunfos, la mayoría de ellos de índole moral y espiritual, saborearon la gloria en vida y el fervor de las gentes  dondequiera que actuaban, pero nunca la verdadera tranquilidad económica. Al igual que otros maestros de su talla, recibieron  homenajes, condecoraciones, medallas y discursos, quedándoles sólo la satisfacción de haber transitado por el pentagrama colombiano como lo que realmente fueron, los verdaderos e inolvidables Príncipes de la canción.

 

Darío Garzón, quien con su  conjunto Los cuatro alegres muchachos  daba serenatas y alegraban las tertulias ibaguereñas, necesitó, en 1.937, un guitarrista porque el titular había desertado. Allí llegó Eduardo Collazos diciendo que no sabía tocar ese instrumento pero se defendía con el tiple. Al ver Garzón que con su nuevo compañero se entendía, tanto en la voz como en la ejecución instrumental, le propuso formar un dueto para interpretar sólo música colombiana. Así nació el dueto nacional de todos los tiempos, Garzón y Collazos, que inició su carrera artística en noviembre de 1.938 en el Club Mary de Ibagué,  haciendo Darío la primera voz con la guitarra y Eduardo la segunda voz con el tiple.

 

 

El hecho de cantar únicamente música colombiana por los años en que las rancheras y el son cubano cumplían un ciclo de mucha popularidad, hicieron difícil la entrada de un dueto con características como las suyas, pero gracias a una terca persistencia fueron venciendo el medio hostil y colocaron la canción nacional en plano decoroso. Este ha sido calificado como el mayor triunfo de Garzón y Collazos, aparte de su labor en la difusión de otros compositores del país como José A. Morales y Jorge Villamil, entonces no tan conocidos.

 

De sus presentaciones iniciales en la emisora Ondas de Ibagué, pasaron en 1.944 a la primera correría por el río Magdalena hasta la costa Atlántica. Integraron entonces parte del elenco de la famosa compañía teatral de Carlos Emilio Campos, Campitos, como encargados de la parte musical. Se matricularon más tarde en los Coros del Conservatorio de Música del Tolima y con ellos realizaron un viaje a Cuba y Jamaica, hecho registrado por el joven periodista Gabriel García Márquez en una crónica del comienzo de su carrera. 

 

Al regreso realizaron su primera grabación en la serie  Lyra, de Sonolux, con el pasillo Cariño eterno del poeta Luis Flórez y la guabina El pescador,  de Cesáreo Rocha Castilla y Patrocinio Ortiz. Más adelante lo harán con la casa  Víctor y su representante Guillermo de Bedout les graba El pescador y Tupinamba,  Hurí y Cariño eterno.  Se abren así paso para la grabación de numerosos temas, llegando a un total de 22  larga duración, los que fueron reimpresos en C.D en el año 2.002, conservando sus carátulas originales y como parte del patrimonio nacional musical.

 

 

“Tocayo”  Ceballos, quien los oyó cantar, les cursó una entusiasmada invitación para que se presentaran en su programa  Simpatía, de La Voz de Bogotá. Por los años cincuenta y para el sello Vergara, empiezan a conformar y enriquecer un amplio y hermoso repertorio que se convierte en inolvidable para el folclor nacional. Allí es fácil encontrar obras como El limonar,  Bajo la luz de la luna, Negrita, El Guaro, Cámbulos y gualandayes, Los cisnes, Rondalla, Señora María Rosa  y tantas otras que tienen la categoría de clásicas. Convertirse en personajes indispensables para toda presentación de categoría en diversos lugares de la patria, les otorgó prestigio y tal cantidad de compromisos que deciden radicarse en Bogotá. Desde el año de 1.950 ingresan al elenco artístico de la emisora Nueva Granada, de R.C.N., la más importante de la época, y los triunfos no se dejan esperar por cuanto alcanzan su consagración en el programa La ronda del aire, al lado de los destacados organistas Oriol Rangel y Jaime Llano González. 

 

Colombia vive la época de oro de la radio que se extiende hasta 1.954 cuando surge la televisión. Es imperativo para ellos, aclamados por un ávido público y las peticiones continuas de los oyentes, realizar los programas en vivo y, junto a los organistas mencionados, se trasladan a Radio Santafé donde a diario se originan programas de música nacional. Alternar con el Conjunto Granadino, las hermanas Garavito y los hermanos Martínez, entre otras figuras destacadas, se convierte en un ritual para ellos.

 

 

En su condición de Príncipes de la canción colombiana, como los llamó el periodista Álvaro Monroy Caicedo, continuaron en su feliz y encomioso empeño de difundir la música del Tolima grande, dando a conocer compositores como Jorge Villamil, Pedro J. Ramos, Leonor Buenaventura de Valencia, Miguel Ospina y Rodrigo Silva, pero también la obra de grandes compositores de otras regiones como José A. Morales, Jaime R. Echevarría, Carlos Viecco, Efraín Orozco y José Barros, llegando con sus obras a Estados Unidos, Venezuela, Ecuador, Chile y otra docena de naciones y obteniendo en México el primer premio del Festival de Música Latinoamericana.

 

Muchos fueron los honores rendidos a su esfuerzo como la Tarjeta de oro  de la Casa de la Cultura de Los Ángeles, en California, medallas de oro de la radio en Puerto Rico, Honduras y Argentina, medalla orden de San Carlos, Disco de oro de Sonolux, medalla del Conservatorio de Música del Tolima, la Orden de Pacandé  y otros que reposan en el Conservatorio por donación de Darío Garzón.  Portando siempre sus trajes típicos, el dueto inmortalizó en sus voces las canciones Los Cucaracheros, Cenizas al viento, Al sur, Oropel, El bunde, Ibaguereña, La ruana, Flor del campo, Negrita, Los remansos, Pescador lucero y río,  Me llevarás en tí, Acíbar en los labios, Soberbia, Vieja hacienda del Cedral, El boga, Las lavanderas,  Soy Tolimense,  Yo también tuve 20 años, Sabor de mejorana, Sanjuanero huilense, Arrunchaditos, Espumas  y  Pueblito viejo, estos dos últimos convertidos en himnos folclóricos.

 

                                         

                                                       40 años dedicados con éxito a la música colombiana ( II )

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