Editoriales
El desatinado alcalde Hurtado
En menos de 24 horas el alcalde de Ibagué, Andrés Fabián Hurtado modifica en parte, las normas que había tomado de flexibilidad frente a los controles para el manejo de la pandemia del Covid-19.
En efecto, el día viernes 17, en las primeras horas de la mañana, se conoció el decreto 371 por el cual se adoptaban medidas transitorias para garantizar el orden público y el aislamiento preventivo obligatorio que vive el país y, por ende, la ciudad de Ibagué.
Entre las medidas más destacadas que contemplaba la norma, estaba la de extender el toque de queda hasta las 12 de la noche y la ampliación del horario del pico y cédula hasta las 11 de la noche. Aplicación de horarios de establecimientos de manufactura y comerciales, entre otras; iniciativas que obviamente abrían un boquete al confinamiento y ampliaban la actividad social y comercial de la urbe.
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Este decreto se expide cuando están disparados los casos de Covid-19, en Colombia e Ibagué, donde no se cuenta con camas suficientes UCI ni personal para atender un colapso en la emergencia sanitaria que se afronta. Por ello, la norma fue duramente criticada por diversos sectores de opinión, pues no se explica cómo se dan facilidades a la gente para que salga y haga vida social hasta la media noche, cuando las cifras de contagio están subiendo en forma alarmante.
Horas más tarde, este sábado hacia el mediodía, el alcalde Hurtado recula y aparece promulgando otro decreto en el que establece la ley seca y toque de queda desde las 7 de la noche. Estos bandazos a los que nos está acostumbrando el Alcalde, denotan una improvisación total de su administración, una falta de planificación y de criterios serios para tomar medidas que no puede suplir con una advertencia como la que hace, de que "estas medidas no obedecen a presiones políticas ni improvisaciones", y que "todo está científicamente respaldado" afirmaciones difíciles de respaldar con pruebas, máxime cuando el mandatario local ha empezado a granjearse una fama de hablar más de la cuenta.
Nos asalta el temor que, además de los recurrentes desaciertos, la falta de planificación, de capacidad, sindéresis y ecuanimidad para dirigir, el mandatario local esté rayando en lo folclórico y en la irresponsabilidad.
Afirmar que las últimas medidas obedecían a la indisciplina de la gente, no es serio. Si ese fuera solo el motivo, no tenía porqué haber sacado dos decretos en menos de 24 horas, pues la indisciplina de las personas no apareció en las últimas horas.
Y no es solo en este tema donde el Alcalde ha cometido garrafales equivocaciones, en otros también no han sido pocas las contradicciones e improvisaciones en las que ha incurrido en apenas transcurridos siete meses de su gobierno. Esos desaciertos además de propiciar malestar entre sus gobernados, redundan en pérdida de confianza y credibilidad.
El alcalde Hurtado debe entender que lleva sobre sus hombros las riendas de una ciudad de 600 mil habitantes, y que por lo tanto en decisiones tan serias y delicadas como un toque de queda, ley seca, cambios de pico y cédula tan repentinos, además de provocar desazón, ahondan en la intranquilidad de la ciudadanía ya de por sí muy golpeada con la actual situación.
Decisiones tan erráticas como esta, lo que siembran es mayor confusión, con el riesgo impredecible de que la población queda en el aire al no contar con una información oportuna y sólida.
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Nos asalta el temor que, además de los recurrentes desaciertos, la falta de planificación, de capacidad, sindéresis y ecuanimidad para dirigir, el mandatario local esté rayando en lo folclórico y en la irresponsabilidad.
Sería bueno que la corriente política que respalda al alcalde Hurtado, en cabeza del exgobernador Óscar Barreto, asuma sus responsabilidades y le presten al mandatario de los ibaguereños, la asesoría pertinente y eficaz que requiere con urgencia, porque la verdad sea dicha, en los siete meses que lleva de gobierno, el resultado es de saldo en rojo.
Está a tiempo de rectificar y para ello necesita arroparse en la humildad, pues todo indica que ahí radica buena parte de sus yerros. La soberbia y sobradez, malas compañías cuando de gobernar se trata.
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