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José Augusto Rivera, el escultor tolimense que cautivó al Papa Francisco

José Augusto Rivera, el escultor tolimense que cautivó al Papa Francisco

Por: Juan Sebastián Giraldo.

Las montañas escarpadas, los valles profundos y los paisajes cautivantes y armoniosos, sirven para engalanar la cara amable y gentil con la que todos, quienes alguna vez recorrimos sus calles, nos encontramos al visitar Herveo, un pueblo ubicado en la cima del norte del Tolima, precedido por una enorme historia y tradición.

Otrora, ese mismo municipio, recordado hoy por sus hijos como “mi pueblo hermoso”, tenía esa cara gentil oculta tras la máscara de la violencia. Los 50 y los 60, fueron quizás la época más violenta en el Tolima, por esas mismas fechas Herveo dio a luz a quien sería uno de sus mayores referentes artísticos hoy en día: José Augusto Rivera, un discípulo aventajado del reconocido maestro Rodrigo Arenas Betancourt.

Rivera nació en el seno de un hogar de puertas abiertas, bajo el cuidado de su madre Beatriz Castro Herrera, una mujer culta y amante del arte; y su padre Luis Enrique Rivera Cárdenas, un importante vendedor de revistas y diarios de Herveo.

Su niñez la recuerda como un mundo de ensueño, donde el patio de su casa era todo el pueblo. Sus días, junto a sus hermanos, estaban caracterizados por el juego y el constante contacto con las flores, los pájaros y el río.

A su vez, apoyado por su madre, quien le compraba pinceles, pinturas y acuarelas, alimentando su naciente vocación como artista. Ese aliento por una vida sensible, fue producto, en parte, resultado del intercambio cultural con los ingleses que por esos años administraban el cable aéreo, y que promovieron en Herveo el teatro de William Shakespeare.

Su instancia en Herveo, hasta los 10 años de edad, fue una de las épocas más bellas de su vida y según él, la responsable de su sensibilidad como artista. Sin embargo, también a una corta edad, se topó con la violencia política de una forma que no esperaba hacerlo. Al ser el hijo mayor, se vio obligado a ayudar a su padre en la venta de periódicos y allí, entre titulares y fotografías, se enteró de la violencia que azotaba al territorio.

—Por formación, mi papá me pedía que leyera los periódicos para yo decirle a la gente lo que había. Y con lo que yo me encontré fue con noticias espantosas de un Tolima martirizado y eso me hizo darme cuenta de esa barbarie que se estaba cometiendo y que no terminaba de entender. Conocí esa realidad desde muy temprana edad y decidí hacerme del lado de quienes no estamos de acuerdo con la violencia.

En 1960 con tan solo 11 años, y cargado con el dolor del reciente fallecimiento de su madre, José Augusto Rivera Castro salió de Herveo para irse a estudiar a Ibagué, donde encontró en el Colegio Tolimense, la que sería su institución de formación como bachiller.

Una vida fuera de Herveo

A lo largo de su bachillerato en Ibagué, Rivera se vio en un dilema. Luego de la muerte de su madre y consciente de que había 8 hermanos detrás suyo, se debatía entre seguir su vocación como artista o seguir preparándose para encarrilar su vida en una profesión más estable que le permitiera ayudar a sus hermanos.

De este modo, una vez se graduó, decidió matricularse en el programa de Ingeniería Química de la Universidad Industrial de Santander y dejar sus sueños de lado; no obstante, con el pasar del tiempo, logró que sus hermanos pudieran auto sostenerse, así que se sintió libre de abrir sus alas y dedicarse a lo que siempre había querido: el arte.

Con su horizonte claro, empacó maletas hacia la capital de Antioquia, donde se formó como escultor en la Escuela Popular de Arte de Medellín. Posteriormente realizó estudios en la Universidad Nacional de Medellín en Extensión Universitaria, y finalmente, hizo parte del taller del Maestro Rodrigo Arenas Betancourt, acompañándolo en sus reflexiones y dirección de las obras, y siendo un atento escucha de largas charlas que sostuvo con él.

Rivera se considera a sí mismo, un tolimense-paisa, y es que Medellín también se hizo un lugar en su corazón a lo largo de su vida, convirtiéndose en la ciudad que le abrió las puertas para convertirse en un artista profesional y permitiéndole desarrollar una vida como tal, hasta el punto en el que una de sus obras, ‘Monumento a la Paz’, fue tenida en cuenta por el Museo Nacional de Colombia para que hiciera parte de su colección permanente.

Un arte volcado a la paz y la reconciliación

En mi caso, toda obra de arte tiene que ver con mi historia personal. En el momento en que yo supe que el Gobierno de Rojas Pinilla decretó una amnistía para todos esos grupos que habían asolado a la población a través de las armas, entendí que mi obra tenía que girar en torno a eso a la paz y la reconciliación.

Con ilusión en los ojos, el maestro Rivera dice que el propósito de su arte es llevar el mensaje de la reconciliación hasta las zonas más afectadas por el conflicto con el fin de que las comunidades puedan dar un paso adelante del conflicto y buscar la paz a través del perdón.

En esta misma línea, nació ‘El Ritual de la Reconciliación’, su obra más exitosa, una escultura que representa a 16 adultos, 5 jóvenes, dos bebés y un perro de distintas culturas del mundo abrazados entre sí. “Cuando éramos pequeños y nos peleábamos con los hermanos, los papás le decían a uno: abrácense. Entonces para mí eso era un ritual de la reconciliación y de allí me inspiré para hacer la obra”.

En lo albures de 2017, a sabiendas de que el Papa Francisco visitaría Colombia, con motivo de la celebración del Acuerdo de Paz entre el Gobierno y las FARC en 2016, Rivera buscó al entonces senador Alexander López y le propuso darle un regalo al sumo pontífice por parte del Congreso colombiano, se trataba de ‘El Ritual de Reconciliación’, que creó con motivo de la entrega de armas de los 18 mil combatientes de las FARC.

—En mis gestiones para que este proyecto tomara vuelo, busqué al senador Alexander López y le conté que el Papa era un hombre de arte, y que la escultura podría ser de su gusto por el contenido. Él tomó la idea, la propuso al Congreso y la aceptaron.

Rivera tenía razón, la escultura cautivó al Papa Francisco, quien solicitó llevarse la escultura (en ese momento de 23 cm) directamente al Vaticano. Posteriormente, y con la idea de hacer algo en grande, el escultor propuso crear una versión de la obra mayor tamaño para que decorara los jardines del Vaticano, como una donación del Estado de Colombia. La idea fue aceptada y apoyada por diversas entidades.

El Tolima y la actualidad del maestro Rivera

—Tengo la fortuna de ser profeta en mi tierra y eventualmente me invitan a cosas. En primer lugar, hace un tiempo vine porque la Alcaldía quiso adquirir una obra, después porque la Gobernación quiso adquirir otra. Después porque en Planadas se erigió una escultura de ‘El Ritual de Reconciliación’ en el Día de las Víctimas y se hizo un acto muy bonito en el que estuve.

Su más reciente visita al Tolima tuvo lugar en este mes de agosto que acaba de terminar, invitado por el Instituto Fe y Alegría para dirigir una actividad con niños para avivarles sus destrezas y capacidades artísticas. Al mismo tiempo, durante su estadía en Ibagué, tenía planeado hablar con la gobernadora Adriana Magali Matiz para la adquisición de cinco esculturas para diferentes municipios del Tolima, y conversar con directivos de la Universidad de Ibagué sobre un proyecto referente a los 50 años de fundación del alma mater.

Así mismo, se encuentra en una campaña para recoger recursos que permitan la creación de un documental sobre la historia detrás de ‘El Ritual de Reconciliación’ y su llegada hasta el Vaticano, prevista para mediados de 2025.

Por otro lado, tiene planeado la creación de un libro en el que se fije un paralelo entre el desarrollo de la historia social y humana del Tolima y el suyo como artista hasta concluir en la escultura ‘El Ritual de Reconciliación’, en lo que, para él, es un momento inigualable en el departamento, sin ningún grupo armado asolando el campo ni angustiando a la población y donde el propósito de las autoridades es no permitir que eso cambie. La iniciativa busca ser articulada con alguna alcaldía o empresa que quiera apoyar la financiación del proyecto.

—¿Y a Herveo ha vuelto? ¿Cuál es su relación con su municipio?

Hace poco estuve allá, en un diálogo acerca de la posibilidad que tiene Herveo para ser una marca que haga que la gente lo visite. Les contaba que en un documental que están haciendo sobre mi vida yo había ido con un equipo de trabajo y cuando ellos pasaron la montaña y vieron el pueblo puesto sobre la cima, me dijeron: es un pueblito hermoso.

—¿Cuál podría ser entonces la “marca” de Herveo?

“Mi pueblo hermoso”, les dije que esa podría ser la marca de Herveo. A eso hay que hacerle un trabajo para embellecerlo estéticamente, mirar el pueblo críticamente. Les decía que lo veía como la oportunidad de tener a mi pueblo como un gran lienzo.

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