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Fútbol, política y unidad
El fútbol y la política, aunque parezcan antagónicos, en el fondo, tienen mucha relación porque ambas actividades están vinculadas con las masas y constituyen movimientos sociales de amplio calado popular en cualquier región del mundo, que representan intereses y pasiones comunes.
El fútbol, es sin duda, el que tiene mayor acogida y notoriedad en todo el mundo hasta el punto que se le llama el Rey de los deportes, motivo por el cual, muchos políticos lo utilizan como herramienta de comunicación o de disuasión política, según el caso, para fines electorales o de calmante social, como el Campeonato Mundial en la Argentina (1978) de Videla, donde este deporte fue instrumentalizado como maquillaje de los crímenes y desapariciones de la dictadura militar entre 1976 y 1981. O qué decir de Brasil cuando el dictador Emílio Garrastazu Médici en 1970 pretendió utilizar la imagen de Pelé con fines políticos.
Pero además de eso, el fútbol pasó de ser el deporte que más pasión, emoción y gente atrae, para convertirse en la empresa multinacional que más dinero mueve en todo el planeta. Jugadores que su valor de transferencia sobrepasan los 500 millones de dólares o euros, como clubes y magnates que mueven cantidades insospechadas de dinero. Algo que cuesta creer, mientras en los países en desarrollo los niños y la gente se muere de hambre. Y a ello, le agregamos que las grandes marcas comerciales utilizan el fútbol profesional como una excelente vía de publicidad para sus productos, los equipos son patrocinados por empresas que les interesa ser reconocidas en todo el mundo, y así, ampliar sus ventas.
En este panorama, el fútbol como el deporte más popular del mundo, que concita en los estadios a una cifra superior a los 300 millones de espectadores, es natural que despierte el interés de líderes políticos para aprovechar la situación y las multitudes que mueve este deporte.
Con el transcurrir de los años las cosas han venido cambiando, los futbolistas ya no son la carne de urna o de cañón que utilizaban en anteriores épocas, ahora son los protagonistas de los hechos y participan abiertamente en la vida política de sus países como el caso actual de varios jugadores de la selección francesa que toman parte en la Eurocopa, encabezados por su capitán Kylian Mbappé, Koundé, Konaté y Tchouaméni, entre otros, quienes invitaron a votar para frenar el avance de la ultraderecha fascista de Le Pen, y en esta forma contribuyeron al triunfo de la izquierda con el Nuevo Frente Popular de Francia.
Antes y en diferentes lugares *lo había hecho Diego Armando Maradona, considerado el mejor futbolista del mundo, de quien se conoce de sobra, sus posiciones políticas de izquierda, democráticas y de avanzada.*
Pero Colombia no ha estado ausente de estas manifestaciones. Reconocidos futbolistas como Alejandro Brand y Víctor Campaz, en la década de los 70-80, dejaron su impronta contra gobiernos reaccionarios y autoritarios como el de Julio César Turbay, y se pronunciaron en diversas ocasiones a favor de las reformas sociales y las reivindicaciones de las clases populares.
La utilización del deporte, en especial el fútbol con fines ideológicos es vieja. Mussolini, Hitler y Franco, a mediados del siglo pasado, hicieron uso de esta actividad en los diversos escenarios deportivos, incluyendo los Juegos Olímpicos, como propaganda política y cortina de humo para tapar la realidad existente en los albores de la Segunda Guerra Mundial. Y de este periodo aún quedan recuerdos: la rivalidad entre el Real Madrid y el Barcelona, el primero agitado por los rezagos del franquismo y la falange española y el segundo por el Guernica de Picaso.
Razón tiene Marcelo Bielsa, argentino y entrenador de Uruguay, en las declaraciones recientes que hizo a instancias de la Copa América, al afirma que: “El fútbol que es propiedad popular, porque los pobres tienen muy poca capacidad de acceso a la felicidad, porque no disponen de dinero para comprar la felicidad, entonces ese fútbol que es gratuito y es una de las pocas cosas que los pobres pueden disfrutar, ya no lo tienen más”.
En efecto, este es un deporte que interesa a mucha gente de diferentes estratos sociales y de razas: blancos, negros, amarillos. No tiene nacionalidad. Es una afición transversal que comparten muchas personas, independientemente de su profesión o su ideología. La afición al fútbol tiene poco que ver con la profesión o actividad que realiza una persona. El fútbol es un fenómeno social.
*La unidad*
Hechas las anteriores consideraciones, entendernos el por qué el fútbol, además de ser una pasión y un acicate a la vez para limpiar la cara sucia de los malos gobiernos, es también un elemento de unidad. El ejemplo lo estamos observando en Colombia con nuestra selección, que pese a todas las diferencias y fracturas que tenemos como sociedad, todos asumimos como propias las victorias del seleccionado y nos amargamos por sus derrotas.
Desde Francisco Maturana, pasando por José Néstor Pékerman y ahora con su pupilo Néstor Lorenzo, hemos vivido momentos y periodos de unidad con la tricolor. Hasta allá llega la fuerza del fútbol.
Como dijera Maradona: “La pelota no se mancha”, así este fenómeno al que llamamos fútbol este dirigido mundialmente por una mafia que se llama FIFA.
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