Columnistas
Un paso evolutivo, no basta con creer

Por Juan Bautista Pasten G.
*Docente Universidad de Chile
A mediados del siglo XX, el filósofo español José Ortega y Gasset, señalaba en el libro “Ideas y creencias”, que las primeras, es decir, las ideas “son pensamientos o interpretaciones individuales sobre la realidad, mientras que las creencias son las convicciones profundamente arraigadas que definen nuestra forma de actuar en el mundo”.
Además, Ortega establece otras diferencias entre ambas, pues las ideas son un conjunto de pensamientos susceptibles de ser cuestionados, modificados y enriquecidos. En cambio, las creencias constituyen el sustrato de nuestra vida, son quienes permiten, en gran medida, otorgarle sentido y dirección a nuestra existencia.
Por lo pronto, el presente artículo concuerda bastante con la definición orteguiana, ya que las Ideas posibilitan una percepción y consideración pensante del mundo y la realidad. No obstante, son las Creencias las que sientan y dirigen nuestras acciones y, por tanto, nuestro quehacer en el mundo.
Ahora bien, el pensamiento filosófico, parafraseando al eximio pensador alemán Georg F. Hegel, es “el tiempo expresado en pensamientos” y, en consecuencia, es preciso atenerse a la realidad en la cual habitamos y vivimos, para comprender y examinar el título que da origen a este texto.
En primer término, es necesario recordar que el filosofar comienza y prevalece a través del tiempo, recurriendo a interrogantes hechas, ya sea a nosotros mismos o a quienes, voluntaria o involuntariamente, se conviertan, de algún modo, en nuestros lectores u oyentes.
Por cierto, las preguntas filosóficas se circunscriben a la realidad de que somos parte, una realidad que nos genera sorpresa, admiración, perplejidad o temor, los cuales se manifiestan ayer como hoy. Tales emociones instan a cuestionar y repensar el mundo en que habitamos, porque tanto las ideas como incluso las creencias ya no logran darnos la suficiente tranquilidad en medio de la vorágine de los cambios.
A nuestro juicio, en la actualidad, el ser humano requiere, con urgencia, repensar el mundo en que vivimos, en el cual dominan problemáticas y cambios en todos los ámbitos de la sociedad; a modo de ejemplos, podemos mencionar los siguientes: conflictos bélicos en diversos lugares del planeta, la enorme influencia de la tecnología digital y la artificialidad en las relaciones sociales, el resurgimiento de teorías y propuestas políticas totalizantes, la inmigración desatada en todo el mundo, la corrupción de instituciones y personas, junto al abigarrado bombardeo de informaciones difusas, parciales o falsas.
Sin duda, es un mundo donde la crisis caracteriza a la realidad en que vivimos, afectando la convivencia humana en todos los campos.
La observación atenta y el análisis de tan incierta realidad, provocan – más bien, deben provocar – profundos cuestionamientos de la misma, tales como los siguientes: a) ¿Este es el mundo en que todos queremos vivir?, b) ¿Qué rol debemos asumir ante tan inquietante presente?, c) ¿Qué tipo de sociedad/comunidad es menester construir? d) ¿Qué función cumplen hoy los Valores, los Derechos y los Deberes? e) ¿La humanidad está evolucionando o involucionando?, f) ¿Debemos adaptarnos a la realidad o es posible transformarla?
En fin, los problemas generan una infinidad de interrogantes, ya que las crisis afectan profundamente tanto las relaciones colectivas como las sensaciones internas (ansiedades, angustias, miedos, fobias, neurosis, depresiones, entre otras expresiones psico emocionales).
Efectivamente, es preciso que la filosofía, unida a todas las manifestaciones humanas, sobre todo, las referidas y sustentadas en la Educación y las ciencias sociales, propongan acciones efectivas que busquen solucionar esta alarmante condición humana.
Aquí es donde consideramos que se hace imprescindible “un salto evolutivo”, un cúmulo de actividades energéticas que permitan elaborar y crear una “organización valórica, ética y política” que ponga en primer lugar el creciente mejoramiento de la sociedad humana, en todas y cada una de sus instancias. La auténtica riqueza es aquella que beneficia a todos los seres humanos, independiente de las diferencias de todo tipo.
Ciertamente, es necesario que la construcción de sociedades justas, equitativas, libres y solidarias, dejen de ser meros símbolos y lemas para elegir gobernantes de turno, dejar a un lado las entelequias intelectuales para cautivar sufragios de masas incautas e ignotas. Es necesaria la participación activa de todas las personas – cada cual desde el espacio en que se encuentra y vive – en la construcción de una Humanidad vivaz y consciente de sus derechos y responsabilidades.
Este artículo es un llamado a dar un paso hacia adelante, a avanzar hacia arriba en el sendero inacabable de la evolución.
En efecto, como su nombre lo indica, “evolucionar” es seguir caminando, no quedar estancado ni anquilosado a la mediocridad existencial ni tampoco retornar a un pasado inexistente, sino a ser partícipes de los cambios y las transformaciones sociales y naturales,con idoneidad, incluso, para manejar y conducir la constante movilidad de lo real.
Por mi parte, considero que nuestro tiempo amerita de personasnteligentes y sensibles, ingeniosas y alegres, libres y responsables, respetuosas y autónomas. En síntesis, personas aptas para aprender, desaprender y reaprender en todo momento y lugar; para las cuales, el conocimiento y las acciones inherentes al mismo, constituyen un trabajo a realizar por todos los seres humanos.
Queridos lectores y lectoras, el “salto cuántico”, el “paso evolutivo” y/o el “soplo del espíritu” posibilitarán la construcción de un mundo mejor para todos y todas. Por consiguiente, ya no basta con pensar ni con creer, sino Ser todo eso que pensamos y creemos, ello nos permitirá descubrir y develar que somos infinitamente más de lo que pensamos y creemos. Es un trabajo arduo y dificultoso, pero posible de llevar a cabo, con entusiasmo, dedicación y disciplina.
La vida auténtica consiste, entonces, en concretar, en todo momento, la grandeza de la existencia, la plenitud de Ser.
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