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Radiografía de las encuestas

Radiografía de las encuestas

Por Ricardo Oviedo Arévalo

*Sociólogo, historiador, docente


En las sociedades modernas, las encuestas para medir la opinión política son una herramienta de orientación y análisis para periodistas, asesores e interesados en el tema electoral.

En el caso colombiano parece ser que sucede todo lo contrario, en primer lugar, el Congreso de la República, expidió  la Ley 2494 de 2025, que limita a seis meses antes de las elecciones la realización de éstas, e incluso legislaron sobre su ficha técnica, en especial, en su cobertura geográfica y en el universo de los entrevistados, elevando, de esta manera, los costos y convirtiéndolas en un privilegio de algunos grupos económicos y de presión a quienes serán los encargados de moldear la opinión de los partidos minoritarios y de los electores comunes y corrientes.

Esta Ley que, para algunos de sus críticos, la llaman la “ley mordaza”, en este momento  está demandada ante la Corte Constitucional por considerarla que limita la libre expresión, pero estas encuentas también demuestran las deformaciones estructurales del país y su macrocéfala “democracia”, donde los patriarcas y caciques, con su autoritarismo, reemplazan a los liderazgos partidistas modernos.

Por lo tanto, esta importante herramienta de opinión, no solo mide  el lugar del partidero que ocupan los candidatos a la presidencia, sino, ante todo visibiliza, la debilidad de los partidos para generar y validar liderazgos fuertes y creíbles. Hasta el día de hoy, aún estamos a disposición de los decimonónicos  “varones y varonesas electorales”, que en buen romance” quiere decir, que aun dependemos del voluntarismo individual y caprichoso de los patriarcas y caciques políticos, los cuales zangolotean los partidos como si fueran objetos de su propiedad, algunos como el director del agonizante liberalismo, César Gaviria, se llevó el trapo rojo para su apartamento, desde donde lo dirige como una más de sus micro empresas electorales, teniendo como socios  principales a sus hijos y a sus aúlicos más cercanos e incondicionales.

Otro miembro de este patriarcado, el poderoso Álvaro Uribe Vélez, despacha sus asuntos desde su finca El Ubérrimo o desde su casa campestre en Llano Grande, cerca a Medellín. En medio de potreros y caballerizas, decide la suerte de la nación,  donde demuestra sus habilidades como “montador” político, desde allí pontifica apocalípticamente sobre lo divino y  lo humano, y también la familia Char, socio del corrupto partido, Cambio Radical, familión que ejerce su influencia y poder desde la sede de su imperio comercial y financiero, la ciudad de Barranquilla, convirtiéndola en una vitrina más de sus innumerables negocios, transformando el malecón de la ciudad en una pasarela de esculturas que los hace recordar su lugar de origen, el sufrido Líbano, en el lejano Medio Oriente.

 Lo mismo pasa, con el clan liberal de los Aguilar, con la creación de un museo de culto personal en Suaita, Santander, en donde solo reposaban fotos de su cacique, excoronel, exgobernador y condenado por parapolítica, Hugo Aguilar, donde se exponía su florida hoja de vida, después de un escándalo de la “madonna”, fue cerrado afanosamente por las autoridades.

Si por Santander llueve por el Valle del Cauca no escampa, allí tenemos la poderosa y glamurosa matriarca y gobernadora y propietaria del partido de la U, Dilián Francisco Toro, que, como una melcocha de caña, estira y encoge el desarrollo de su departamento, su poder se centra en la ciudad de Cali, desde donde direcciona el manejo de la contratación pública en su departamento y en el país, su teflón es a toda prueba, no hay Contraloría y Procuraduría que la toque, se presenta como la “madre” de los vallecaucanos y de su interminable y costosa contratación.

Pero el Tolima no es una excepción, los clanes conservadores y de la derecha, se dan el lujo de tener el congresista más rico, en medio de un Departamento con los  más altos índices de desempleo y de expulsión de población, ante todo,  por sus difíciles condiciones económicas y sociales de su territorio, estos dueños y señores de la derecha local, nos tratan, como su suculenta lechona, manejando a su antojo la vida de los tolimenses y a  nivel nacional tratan de impulsar, sin éxito, la candidatura a la presidencia de su copartidario, el “jincho” Cepeda, el godo que se opuso a todas las reformas sociales en el Congreso, estos personajillos  navegan por las mansas aguas del Magdalena, mirando picaramente de reojo como pérfidos bogas a sus otros competidores, mientras la ciudad y el departamento naufraga en medio de la decidía, el abandono y la politiquería.

De esta manera, estas encuestas se convierten, sin querer queriendo, en una poderosa radiografía de una realidad evidente, la debilidad de las estructuras partidistas y la privatización en clanes mafiosos de la política, dando como resultado la aparición de más de noventa candidatos a la presidencia, reflejando, de esta manera, un caos ideológico y unas aspiraciones egoístas y retrogradas,  donde los partidos pasan a un segundo plano.

Para ellos, lo más importante, como en el hipódromo, es llegar entre los primeros lugares de esta carrera, para así poder negociar con el futuro de los colombianos y subirse, además, a la matriz de odio contra el gobierno del demoníaco Petro, pero esta encuesta también señala que la mayoría de los electores prefieren el cambio antes que el odio visceral de estos patriarcas y caciques, hoy derrotados ampliamente por la vía de la democracia.

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