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¿Prensa libre?

¿Prensa libre?

Daniel Coronell es, quizá, el mejor columnista del país. No sólo por sus posiciones valientes sino, especialmente, por sus investigaciones, que han traído incomodidad a más de un poderoso y han destapado sonados actos de corrupción. Seguramente, esos poderosos son amigos de los Gillinsky, los dueños de Publicaciones Semana que despidieron a Coronell, la misma que hace pocos días le cerró la ventana a la cultura y acabó con la revista Arcadia porque la cultura no deja plata. A la salida de Coronell, le siguió la de Daniel Samper Ospina, el otro columnista más consultado de la revista, en un acto de solidaridad.

Los grupos económicos, conscientes del poder de los medios, se tomaron por asalto la prensa. Sarmiento Angulo compró El Tiempo, y no se encontrará en las páginas de los 20 medios impresos (y un canal de televisión) que controla, ninguna frase que atente contra sus intereses. Lo mismo sucede con la organización Ardila Lulle, que es dueña de cerca de 40 medios (toda la cadena RCN), y con la organización Santo Domingo, con 10, que abarcan algunos de los más importantes en prensa, radio y televisión (El Espectador, Blu Radio y Caracol). Hoy, en Colombia, la gran prensa se postra ante los intereses de los grupos económicos.

En Ibagué no hay grandes grupos económicos. Quizá, los Galvis, dueños de Vanguardia Liberal y de El Nuevo Día, pero el negocio de la prensa local es tan pequeño que sólo les importa el blanco y negro del libro de balances y no se les ve tan metidos en el día a día de la operación periodística. Aquí, los medios pertenecen a personas. Juan Pablo Sánchez en Ecos del Combeima, Héctor Sánchez con Ondas de Ibagué, Luis Eduardo González con El Olfato, Leyton y Viña con El Cronista, Correa con A la luz pública, entre los que sobresalen con sus empresas periodísticas.

Los medios locales, incluido El Nuevo Día, dependen tanto de la publicidad privada como de la estatal, y sus contenidos, deben, obviamente, pasar por el filtro de la posición política o ideológica de sus dueños o de sus jefes de redacción. Pasa por el filtro de sus odios y de sus amores, aunque es cierto que ya el periodismo no transita por la dicotomía entre objetividad y subjetividad: el periodismo no es objetivo, lo hacen personas, y las personas son subjetivas. 

La prensa local está libre de los grandes grupos económicos pero no lo está de las inclinaciones e intereses tanto políticos como ideológicos de sus dueños o jefes de redacción. El lector quizá no lo nota, pero en la manera de titular, en los temas que se escogen para investigar, en la manera de presentar las opiniones como noticia, los directores van moldeando la opinión pública de tal manera que pueda servir sus objetivos. Pelear contra eso es imposible. Cada uno está en su propio juego. 

Quizá, el reto está en la diversidad, en tener columnistas sin importar qué tan incómodos puedan ser, en permitir que en sus páginas vivan otras opiniones así choquen contra el medio mismo o contra lo que piensan sus dueños, en motivar para que diversos grupos desarrollen investigaciones con relación a lo que sucede en la ciudad, así pisen los intereses de sus amigos, en mostrar y no juzgar y no apedrear y no apalear a quienes no estén a su lado. 

La prensa local tiene un reto enorme. No pasa por la ética… cada director, cada medio, la tiene y conserva un manual de principios innegociable… pasa por la apertura de su espacio a diversidad de visiones para que entre todas podamos construir una que valga la pena para nuestra región.

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