Opinión
Por fin, fui positivo
Por Carlos Pardo Viña | Escritor y periodista
Todo empezó con un achús. Y los estornudos vinieron uno tras otro en un atardecer frío. La congestión no pasó durante la noche y la madrugada me sorprendió con fiebre y escalofríos. Me dolía todo: el pasado, el presente y el futuro. La prueba era inevitable. Una señora con traje de astronauta llegó a casa e introdujo un hisopo hasta el fondo de mi nariz haciéndome lagrimear el ojo izquierdo. Sólo restaba esperar. Al día siguiente, podría consultar el resultado y despejar los miedos que comenzaban a instalarse sin permiso en mi cabeza.
En la noche sentí ahogo. Quizá es la ansiedad, pensé. Pero no. Era ahogo real. Acostumbrado desde niño a mis ataques de asma, pude capotear el poco aire que ingresaba a mi pecho y esperé impaciente a la mañana siguiente para consultar mi prueba en internet. Positivo. Y entonces, la batería de drogas, los inhaladores, el antibiótico y el asma que no cedía. Ocho días más tarde, el malestar había desaparecido pero la dificultad respiratoria aún hacía mella, sin que alcanzara a dar signos de alerta tales que me obligaran internarme en una de las camas que no hay disponibles en la ciudad. No tengo miedo, decía, estoy con el cuadro de vacunación completo, decía, que los anticuerpos hagan lo suyo, decía. Pero en el fondo, un temor lejano persistía.
No recuerdo cuándo noté que no tenía olfato ni gusto. Qué extraña es la vida sin sabor y sin olor. Como porque debo. Quizá mi cerebro reconstruya la memoria de los sabores, pero en realidad todo sabe igual. Sólo las diversas sensaciones táctiles en mi lengua le dan algo de sentido a estos días monótonos. Se que todo va a estar bien, que gracias a Dios ya estaba vacunado o si no el bicho me hubiera llevado y sería un espectro el que escribiera estas líneas, pero los segundos que se siguen uno tras otro en medio del encierro, se hacen particularmente eternos.
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Sin embargo, mi crisis está demasiado lejos de quienes han sufrido el golpe severo del virus. Comparar la verdadera tragedia con lo que me sucedió, sería una falta de respeto con quienes han perdido seres queridos sin posibilidad de tratamiento o de una cama en cuidados intensivos.
Hoy, Colombia registra el índice de muertos por millón de habitantes más alto del mundo. El fracaso del manejo sanitario del presidente Duque es más que evidente. Ahora, ampliaron el plazo para la segunda dosis de Pfizer sin ninguna evidencia y contradiciendo las recomendaciones del mismo laboratorio. Hasta están hablando de proponer el coctel biológico, es decir, la primera dosis de una marca y la segunda de otra. Salidas de última hora, sin rigor científico, para poder ocultar la mediocridad de sus políticas, la ineficacia en la consecución de los biológicos y la imposibilidad de dar atención digna a tantos contagiados.
¿Por qué quieren que los niños vuelvan a clase? Entiendo que ellos son quienes más han sufrido con esta nueva realidad, que su proceso académico y social se está viendo afectado y que aún desconocemos las consecuencias de esta realidad aplastante, pero con sólo el 10% de la población vacunada, los niños se convertirán en vectores que agravarán la situación sanitaria.
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La pandemia nos sobrepasó y el gobierno nacional no estuvo a la altura del reto. Ni de este, ni de ningún otro. En medio de la peor crisis sanitaria y social de nuestra historia, siento que ya dejé de ser positivo.
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