Opinión
Política, familia y amigos
Por Carlos Alberto Estefan Upegui
Releyendo a los sabios, descubrimos la explicación a muchas situaciones de la vida cotidiana, como saber cuándo hablar o callar.
"El silencio es el signo de la sabiduría y la locuacidad es señal de la estupidez." Dice Pedro Alfonso.
"Hay personas silenciosas que son mucho más interesantes que los mejores oradores." Afirma Benjamín Disraelí En consecuencia, pareciera que hablar no fuese realmente una cualidad y dejarlo de hacer, una virtud. Sin embargo, el político se hace hablando y la oratoria es su arma principal, sobre todo en el parlamento, parle: ‘hablar’. Al político, le interesa sumar. Su oficio consiste en convocar y convencer.
Cada cual está en lo suyo y regularmente entre políticos las diferencias se resuelven en privado.
Entre tanto, el séquito de aduladores, llevados por el fanatismo y la obsesión, son realmente los promotores de la discordia y la violencia.
Es allí donde el silencio actúa como una opción, sobre todo en una sociedad que se degrada verbalmente y se agrede físicamente sin importar las consecuencias.
"Hay que corregir con fineza; incluso a solas. Las palabras fuertes matan. En lugar de condenar, ayudemos a la persona a salir de su error...". Estratégica recomendación del Brigadier General(r)de la Armada Nacional Colombiana, Rafael A. Colón, hondano para más señas, en uno de sus mensajes en redes sociales.
Y continúa:
"Que termine tanta inquina, aversión, antipatías, disputas, odios y rencores. Esos sentimientos no conducen a nada bueno, porque nos enceguesen, endurecen y dividen."
Y eso es cierto, pues la soberbia y la altanería de quienes se consideran dueños de la verdad, descalifica cualquier versión diferente a la suya.
Volvamos al título de este escrito, Política, familia y amigos. Es aquí donde quiero llamar la atención, pues una mala expresión puede dar al traste con valiosísimos años de confianza, aprecio y reconocimiento.
Por eso, si no existe afinidad con sus allegados, a veces es mejor callar. Eso de disgustarse por política con la familia y los amigos es lamentable. No vale la pena el desgaste.
El debate constructivo es bueno, pero siempre que el interlocutor esté en la misma tónica y con razonable altura intelectual.
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Pero, no siempre sucede, el diálogo se complica por la terquedad, la intransigencia y el fanatismo de alguna de las partes.
"Que cada uno respete lo que su amigo decida y que sobreviva la amistad", reza un aviso que invita a la serenidad y la paciencia.
Esta fue, también, la respuesta de un amigo con quien no coincido políticamente, luego de ver un escrito mío acerca de los actuales candidatos a la presidencia de Colombia:
"... La solidez de la amistad se acrecienta con el respeto al pensamiento diferente. Con la seguridad de un afecto y respeto imperecedero."
"Tapo, remacho y no juego más", pareciera decir inteligentemente como en las viejas épocas escolares, pues no vale la pena distanciarse por no coincidir electoralmente.
A nuestros años, cada uno sabe muy bien que debe hacer, respetuoso de los demás y viceversa. El criterio y la experiencia conducen a que la forma de pensar no siempre sea la misma del otro. Para eso existe la democracia para optar por lo que decidan las mayorías.
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Mejor salgamos todos a votar; ya cada quien en silencio sabe cómo hacerlo, y los que insistan en incomodar al otro que pierdan su tiempo.
Demócratas, filósofo griego, discípulo de Platón, decía:
"Me he arrepentido muchas veces de haber hablado; jamás de haber callado." Entonces, que así sea.
*Exgobernador del Tolima
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