Opinión
Paro imparable
Por Óscar Perdomo Gamboa
El gobierno, si podemos usar esa palabra para la cuestionada camarilla que trata de gobernar, creyó que la gente no iba a aguantar más de un par de días de paro, que se cansaría, que se asustaría con la represión y la violencia, que dejaría de apoyarlo, que se distraería con la Copa América y ofrecimientos falsos, que permitiría destruirlo desde adentro con infiltrados, que lo creería las calumnias y montajes para deslegitimarlo.
Pero tres semanas después, las multitudinarias y festivas manifestaciones en Ibagué, Bogotá y muchas otras partes del país le demuestran lo contrario. El pueblo está de pie, cantando y protestando contra el gobierno y su corrupción, su despilfarro, su indolencia y su brutalidad.
Para completar, ahora tenemos los ojos del mundo encima. Decenas de noticieros alrededor del globo retransmiten las violaciones de derechos humanos de la policía, y los reporteros revelan a Iván Duque como un nervioso manojo de mentiras al que le pueden decir títere en la cara.
“Muchos de los que llevan tres semanas luchando lo hacen porque nunca han tenido nada, ni educación, ni empleo ni oportunidades de una vida digna; son los desposeídos tras décadas de abandono estatal”
El desgobierno es evidente, sobre todo cuando el mandatario y sus asesores se niegan a una verdad que cada día la juventud les enrostra: la gente está cansada de su mala administración, su inequidad y su cinismo. Duque cree, como el púber que es, que si cierra los ojos, la realidad desaparecerá; que si repite en un medio de comunicación que todo está bien, le creerán.
Lo que ignora, o parece ignorar, es que al pueblo no lo impulsan ideologías de izquierda, grupos terroristas, presidentes extranjeros, foros internacionales ni ninguna de las mentiras con las que trata de desviar la atención de la cruda realidad: al pueblo lo mueve el hambre, el asco, el desespero y, sobre todo, algo que ha recordado que tenía: la dignidad.
Muchos de los que llevan tres semanas luchando lo hacen porque nunca han tenido nada, ni educación, ni empleo ni oportunidades de una vida digna; son los desposeídos tras décadas de abandono estatal, de someterse a una categoría inferior de subhumanos y ciudadanos de segunda clase. Pero se cansaron de serlo. Por eso no les importa enfrentarse a las balas del Esmad, porque igual ya perdieron sus esperanzas de vida hace mucho, entre la pobreza, el abandono y la delincuencia a los que los condenó el Estado indolente, prefieren la lucha frentera.
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Sabemos que la agenda de Duque es la de un polichinela que debe garantizar la impunidad de Uribe y las jugaditas del Centro Democrático. Nunca le importaron el desempleo, la salud o la educación de los colombianos; las pruebas son las reformas canallas que ha presentado durante casi tres años “de aprendizaje”. Pero, si quiere completar su cuarto año lectivo, tiene que reconocer la fuerza e indignación del pueblo y corregir el rumbo.
La columna escrita por Óscar Perdomo Gamboa no representa la línea editorial del medio El Cronista.co
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