Por: Carlos Alberto Estefan Upegui

Luego de la consulta liberal se decía que la colectividad roja había quedado inventariada en apenas un poco más de 700 mil ciudadanos que salieron disciplinadamente a votar.

Sinembargo, algunos de los votantes eran de otros partidos, lo cual representa un guarismo aún menor.

Esa preocupante realidad contrasta con las arrolladoras mayorías liberales existentes en otras épocas.

Pero lo más grave, es que no se compadece con el momento político actual, cuando mayor coherencia y presencia debiera tener, a lo cual se suma que quienes que no cumplieron con su deber de votar en la consulta ahora pretendan ponerle palos en la rueda a la candidatura escogida.

Al no participar, se deduce que no les despertaba interés alguno, conducta percibida también en los jefes políticos regionales que no motivaron a sus huestes al respecto.

Cosa distinta sucedió en las parlamentarias del 11 de marzo, al obtener 14 senadores y 35 representantes a la Cámara.

No votaron la consulta pero ahora quieren interferir en las determinaciones del candidato Humberto De La Calle, para justificar su transfuguismo hacia otras candidaturas.

"Si De la Calle sigue desinflando su candidatura tomando decisiones unilaterales sin la militancia, sin aquellos que fuimos los que sacamos los 2 millones y medio de votos, ese desconocimiento tendrá que recibirlo el candidato a donde se vaya...", expresan amenazantes los parlamentarios electos.

No obstante, se les olvida que el conteo de liberales efectivos para la selección del candidato fue el día de la consulta y el resultado de la misma también obliga para ellos.

Oportunismo propio de un estilo mandado a recoger.

Gamonalismo arcaico para favorecimientos según su propia conveniencia.

Quien iba a creer que fuesen ellos mismos luego de hacer incurrir al Gobierno en una cuantiosa consulta en la que se abstuvieron de participar, quienes ahora reclamen desafiantes el derecho a decidir en nombre del candidato oficial del partido.

Realmente, como dice el refranero popular "No hay cuña que mas apriete que la del mismo palo."

Vanidades, egoísmo y terquedad de los jefes liberales, pero sobretodo, deslealtad e irrespeto.

Bien decía uno de ellos, con total descaro y falta de ética:

"somos políticos y debemos quedar bien acomodados".

Váyanse entonces, que en el Centro Democrático o en Cambio Radical los están esperando.

Para no hablar del partido de la U, donde igualmente  hay muchos que tampoco son "ni chicha ni limonada". A pesar que todos posan de liberales cuando les conviene.