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Opinión

Navidad: Lo real, lo ficticio, lo trascendente

Navidad: Lo real, lo ficticio, lo trascendente

Por Juan Bautista Pasten G.


La Navidad representa un acontecimiento difícil de ser soslayado o disminuido, de hecho, los escaparates de las tiendas están llenos de ofertas alusivas, tal como los medios de comunicación nos atiborran con mensajes en que instan a comprar objetos de todo tipo - regalos, comidas, árboles de fantasía y otros por el estilo - que, supuestamente, necesitamos para posibilitar una mejor y más alegre festividad.

Además, los niños nos recuerdan e impulsan a darles obsequios para conmemorar este evento. Sin embargo, con el tiempo, esta vorágine consumista afecta a todos y todas quienes forman parte de las sociedades occidentales.

 Por cierto, todas las cosas mencionadas, por lo general, requieren ser adquiridas en el comercio. Es innegable que la navidad se ha convertido, con el paso de los años, en un enorme y lucrativo negocio, del cual resultan beneficiados, principalmente, las grandes empresas y centros comerciales.

Ahora bien, el título de esta columna enuncia aspectos humanos contradictorios entre sí, pero que, sin duda, se manifiestan, cada año, en este período. A continuación, desarrollaremos cómo se expresan estas instancias en la vida de muchos seres humanos.

Por lo pronto, hemos denominado como lo real, lo ficticio y lo trascendente a las vivencias que solemos tener en la navidad.

Lo real es la tradición cristiana de simbolizar, en esta fecha convencional, el natalicio de Jesús, considerado el Hijo de Dios, es decir, la representación humana del Todopoderoso. En efecto, es un hecho, un acontecimiento que evoca el nacimiento de tan importante ser humano. Para agnósticos y ateos puede ser o es un evento irreal o irrelevante, no obstante, para quienes profesan, adscriben o asumen en sus existencias la presencia divina, constituye una realidad substancial.

El aspecto real, entonces, en mi parecer, es que la Navidad, de una u otra manera, representa la afirmación simbólica, pero no por eso menos significativa, de la unificación de lo divino con lo humano mediante el advenimiento del Hijo en el mundo. Esto es creído y aceptado por sectores importantes de la humanidad.

Como contraposición a lo real, tenemos a lo ficticio, lo artificial, lo aparente de esta festividad religiosa. De algún modo, esbozamos estas características superficiales en la primera parte del presente artículo, cuando denotamos el consumismo desenfrenado en que se ha convertido esta fecha en muchos lugares de este planeta.

En efecto, una tradición religiosa y espiritual que – en su origen - intentaba destacar y enaltecer un ser humano relevante, cuyas acciones y mensajes valóricos apuntan a generar una nueva y mejor relación entre las personas, sustentada en el Amor, la Justicia y la Paz, independientemente de sus aspectos físicos y bienes materiales, haya venido a transformarse – debido a la primacía de conceptos extrínsecos, economicistas, distantes de la auténtica condición humana – en un festival de compras y ventas, en un sometimiento a la sociedad de consumo, cosista y monetaria.

Por cierto, no es fácil desligarnos de los afanes consumistas que caracterizan la navidad en las sociedades contemporáneas, donde la televisión, el internet y todos los medios tecnológicos nos invaden con comerciales en todo momento y lugar. Hoy, la navidad es un evento plagado de materialidad, en la cual se observan y patentizan, además, las enormes diferencias sociales y económicas entre los seres humanos, ya que muchas personas están imposibilitadas de acceder a la adquisición de bienes, por lo deben endeudarse con el fin de satisfacer alegrías efímeras y prolongadas insatisfacciones emocionales.

Para la sociedad consumista, épocas como la navidad, suelen ser utilizadas para esconder la realidad injusta que afecta a muchos seres humanos.

Sin embargo, también la Navidad presenta algunos elementos trascendentes, si bien, lamentablemente, no incluye ni considera a la totalidad de las personas. A mi juicio, son factores a destacar, por ejemplo, los sentimientos de solidaridad y colaboración para con nuestros semejantes (con los más desprotegidos), de unidad familiar y reencuentro con amistades, de recuerdo y reflexión de quienes han partido de este mundo.

En consecuencia, es momento de meditar lo positivo y negativo de esta fecha, que sirva y permita avizorar, concebir y proyectar un mundo verdaderamente mejor, donde se reconozca la trascendencia e importancia de todos quienes habitamos este hermoso planeta.

¡Hagamos que esta próxima Navidad constituya la oportunidad precisa para que el Amor, en todas y cada una de sus manifestaciones, se convierta en el sustrato de la vida humana!

La auténtica navidad es aquella en que el corazón humano esta en perfecta armonía consigo mismo, con el prójimo, con la naturaleza, con el universo y con Dios”. José Antúnez P., pensador latinoamericano, siglo XXI.

*Docencia e investigación en filosofía

Universidad de Chile

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