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Mujer, semblanza, unidad y victoria

Mujer, semblanza, unidad y victoria

Por: Juan Bautista Pasten G.


Las mujeres – ¡todas ellas! - son un factor necesario y fundamental en la necesaria construcción de una sociedad mejor, más buena, más justa, más libre y más consciente, con todo lo que esto implica, importa y significa.

Por lo pronto, la fecha mencionada evoca una diversidad de situaciones y acontecimientos dolorosos, duros y aflictivos para las mujeres, tanto en lo genérico como en lo particular.

Como sabemos, la historia del ser humano está plagada de eventos difíciles, de avances y retrocesos, de derrotas y triunfos, en fin, de luchas constantes que han permitido la consecución de derechos y oportunidades. En lo concerniente a la mujer, los eventos señalados se acrecientan de manera superlativa.

En efecto, la historia circunscrita a lo femenino, está llena de prejuicios y discriminaciones de todo tipo, ya sean legales, morales, laborales y económicos e, incluso, al interior de la propia familia. A todo ello, se agregan el abandono, la indiferencia, el acoso y la violencia ejercida contra la mujer en una sociedad marcadamente patriarcal, donde el predominio del hombre se ha asumido, en la práctica, como ley natural.

No obstante, a pesar de este nebuloso y patético contexto de existencia, las mujeres han venido bregando desde tiempos ancestrales por ganar espacios de acción, por visibilizar la diversidad de hechos negativos que las afectan, así como para obtener igualdad de derechos.

Ciertamente, en esta lucha permanente han destacado y trascendido muchas mujeres, no pocas hicieron entrega de sus vidas para la obtención genérica de tan anhelados beneficios. Por nuestra parte, pensamos que es injusto nombrar solo algunas en desmedro de otras, ya que en la existencia y accionar de cada mujer – tanto en el pasado como hoy - se está manifestando la lucha y los logros de todas.

Ahora bien, las mujeres están presente desde el nacimiento en la vida de los hombres y suelen acompañarnos hasta el fin de nuestros días en el planeta; ellas son nuestras madres, hermanas, amigas, compañeras, camaradas, pareja, esposa y cómplices. Principalmente, quiero destacar a la Madre, la real, la auténtica, la verdadera, la sublime e inefable, la que vela por nosotros desde antes de nacer, mediante la simbiosis natural y espiritual que prevalece a través del tiempo y la eternidad.

La verdadera madre es aquella que enseña, reprende, castiga, orienta, cuida, ampara, defiende, es quien ama incondicionalmente, la que llora y ríe junto a sus hijos, la que continúa siempre con nosotros, mientras esté en el corazón, alma y espíritu.

Por cierto, esta columna no busca enaltecer a la mujer en contraposición al hombre, no pretende enemistarlos ni denotar sus diferencias, tampoco queremos abanderizarnos con ninguna actitud sociopolítica, llámense feminismo o patriarcado. Es más, pienso que la radicalidad de ambas posiciones no beneficia a ninguna, sólo genera distanciamiento y vana competencia. Nunca es adecuado competir entre nosotros, es un comportamiento fútil e irrelevante, es una pérdida de tiempo. Efectivamente, avanzamos más rápido y podemos llegar más lejos si actuamos y vivimos en unidad, en colaboración y cooperación mutua.

No amigos lectores, no estamos fomentando rivalidades entre el hombre y la mujer. Por el contrario, estamos convencidos que ambos tienen la potencialidad valórica, la creatividad y la voluntad para evolucionar de modo armonioso, es decir, para perfeccionarse a sí mismos y mejorar el mundo en que habitamos.

Nuestro planeta requiere del intelecto, la sensibilidad, la empatía, la fuerza, la resiliencia y el amor de mujeres y hombres resueltos a asumir roles protagónicos en la trasformación del mundo. Ambos, actuando de modo unitario, pueden y deben construir comunidades buenas, justas y libres, que acojan con alegría y consciencia a todos quienes adhieran a tan nobles objetivos.

Queridos lectores y lectoras, que la conmemoración del Día de la Mujer se convierta en sendero iluminado en la búsqueda y construcción de la Nueva Humanidad, cuyos frutos, hijos y obras sean la consecuencia de personas en constante proceso de elevación espiritual y consolidación efectiva. La verdadera humanidad golpea a las puertas del presente.

“Elévate por encima del tiempo y el espacio convencionales… y verás que todo es luz…, simple, maravillosa y poderosa Luz”. J.P.

“¡Vamos adelante! A pasar por encima de todos los dogmas y todas las fórmulas”. Walt Whitman, poeta estadounidense, siglo 20.

 

 

Juan Bautista Pasten G.

*Docencia e investigación en filosofía

Universidad de Chile.

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