Columnistas
Miguel Marín y La Radio Comunitaria en el Tolima
Cumple diez años la Red Pijao, que él creó y que hoy lleva su nombre. La integran trece emisoras la mayoría de ellas en municipios del sur del departamento.
Miguel era un personaje como inspirado en una canción de Silvio Rodríguez, con un don especial para forjar amistad y emocionar con el afecto, fue criado en un laboratorio del TEIPA, un grupo de teatro experimental del colegio nacional Isidro Parra, “una cueva de izquierdosos forajidos” según los reportes de inteligencia militar del Batallón Patriotas del Líbano.
Perseguido por sus actividades de conspiración cultural prolongada, los constantes seguimientos y allanamientos lo sacaron de su pueblo, con un grupo de compañeros exiliados, fue a parar a México, donde fundó con otros una revista y agencia de noticias internacional que daba cuenta de los movimientos del conflicto social y armado del país; al regresar, luego de concluir sus estudios de comunicación social en Bogotá se involucró en el movimiento estudiantil de la Séptima Papeleta que contribuyó a ambientar el proceso de paz del Gobierno Nacional con varios grupos alzados en armas, consolidado en la Asamblea Nacional Constituyente de 1991.
Ayudó a posicionar el programa de Radios Ciudadanas y Comunitarias en los Ministerios de Comunicaciones y de Cultura donde llegó a ser miembro del Consejo Nacional de Cultura en representación de este sector, promoviendo mediante talleres, foros y debates la legislación, operación y montaje de la radio comunitaria en el país.
Con recursos asignados del programa de reinserción y con su hermano del alma Cesáreo Gálvez fundaron la corporación para la Educación y la Cultura y juntos prendieron la emisora comunitaria Café 93.5 FM en el Líbano, que se convirtió en una escuela de formación juvenil en procesos de comunicación radial.
- Puede leer: Realidades ocultas por el Covid-19
Esta exitosa experiencia contagió a muchos activistas de diversos sectores sociales que participábamos en Planeta Paz, un proyecto orientado por la Universidad Nacional y la Central Unitaria de Trabajadores CUT para fortalecer el movimiento social en Colombia. Allí desde la Mesa de Comunicaciones y la Campaña mundial por los Derechos de la comunicación en la sociedad de la información, con el apoyo de Daniel García-Peña y Fernando Quintero continuó en la tarea de colocar en las agendas de las organizaciones sociales y culturales el derecho y la exigencia de “ garantizar a toda persona la libertad de expresar y difundir su pensamiento y opiniones, la de informar y recibir información veraz e imparcial, y la de fundar medios masivos de comunicación… ”contenidos en el artículo 20 de la Constitución Política de Colombia.
Ante la exclusión social que evidencia la pandemia y el confinamiento obligatorio, por la falta o precariedad de acceso a las tecnologías digitales y virtuales de muchas comunidades rurales y urbanas, se ha vuelto a pensar e incluso en retomar la experiencia de las escuelas radiofónicas de Radio Sutatenza; y ahí está, al aire un modelo de radiodifusión sonora, que presta un servicio con gran incidencia en la información pública local, cumpliendo con el derecho de acercar los micrófonos al barrio, a la calle, al camino veredal, sintonizado con las angustias y celebraciones de los habitantes de cada localidad, que se organiza como empresa social alternativa a las emisoras manejadas por el monopolio comercial.
Roque Rodríguez, director de la emisora comunitaria Haca YuMacu de Natagaima, uno de los discípulos de Miguel lo recuerda con alegría, ha seguido como muchos otros hombres y mujeres su legado. En este municipio tolimense la emisora hace parte de un proceso de comunicación comunitaria que estimula y anima a los jóvenes a buscar el conocimiento orgullosos de su historia y de su origen, divulga y promueve la escuela agroecológica Manuel Quintín Lame, ayuda a consolidar procesos de economía solidaria y grupos autogestionados de ahorro y crédito para no caer en la usura del gota a gota, cosecha los frutos de las huertas con Manos de Mujer, que sembró Javier Múnera para lograr la soberanía alimentaria y acompaña la labor cotidiana de sus oyentes mientras escuchan el ritmo alegre de los tambores del Pacandé.
Una mañana de abril del 2009, luego de prender la emisora y tomarse un tinto en el café Águila cerró los ojos un hombre bueno que abrió la mente de muchos jóvenes a la radio comunitaria.
Por: Víctor Sánchez, Gestor Cultural
(CO) 313 381 6244
(CO) 311 228 8185
(CO) 313 829 8771