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Los candidatos presidenciales

Los candidatos presidenciales

Por: Edgardo Ramírez Polanía
Doctor en Derecho.


Los candidatos presidenciales en representación de los partidos políticos, o mediante inscripción por firmas de ciudadanos ante el Consejo Electoral, deben poseer preparación académica en el manejo del Estado y larga experiencia en el manejo de los asuntos públicos.

No son pocos quienes resuelven ceder a la tentación que les presenta el demonio del poder, que es seductor y engañoso y que naufragan en su aspiración, por la falta de experiencia y conocimientos, así hagan derroche de propaganda en torno a las intenciones, las palabras y los pensamientos, con la temeraria colaboración de ellos mismos, en ser estrellas de la publicidad política.

Esa actitud de creerse con capacidad para dirigir un país sin la experiencia y conocimientos, por tener dinero o medios de comunicación, no es un problema de estilo en la aspiración, sino algo más fantasmagórico, que es la de vanidad que altera el criterio normal sobre los hombres y las cosas, sobre los hechos y las categorías, de ese mundo conceptual falso, dibujado por las palabras, que aparece extrañamente fantasioso y situado por fuera de nuestra cotidiana realidad.

Los candidatos presidenciales, resumen su acción imitativa, en formular políticas públicas para el desarrollo de la economía, la educación y la salud, la energía, la agricultura, entre otros, para ganar seguidores y convencer a quienes no están de acuerdo con su campaña, que genera altos costos económicos y personales, no sólo por los gastos que acarrea, que en parte son asumidos por el Estado, sino por las restricciones personales o familiares y las críticas desmedidas en las redes sociales por sus opositores.

Desean el poder, para ser reconocidos y admirados, no interesa que sean vapuleados al sortear dificultades en el ejercicio de la política que es ver el mundo en sus distintas apreciaciones y posibilidades, que requiere esfuerzos y años de práctica, ya que las aptitudes no aparecen de manera espontánea, sino mediante el dominio de habilidades para resolver problemas y emociones, para responder con cierto grado de control la complejidad del ser humano.

Los aspirantes a esa condición, dirán que es un derecho y, además, una obligación para con sus compatriotas, de prestarle un servicio al país. Nadie, discute ese derecho, aunque sea evidente el naufragio político que han tenido algunos aspirantes, como causas eficientes, de la fatiga y el desdén de la opinión pública por la falta del sentido conceptual de los argumentos, los programas, la objetividad, la equidad crítica respecto al orden justo o plausible de las categorías y la falta de méritos en el análisis de sus aptitudes personales.

Se requiere que tengan convicciones y conocimientos precisos sobre los programas propuestos para que produzcan aceptación, ser buen orador para intervenir en las plazas públicas, conceptos amplios y fundamentados para participar en las entrevistas y debates con gremios, universidades, medios de comunicación y poseer un equipo de expertos en las ciencias políticas y económicas, un apoyo político con curules en el Congreso que le proporcionen votos en los departamentos y ante todo un liderazgo nacional.

Sin esos elementos es difícil que un candidato se postule a la presidencia de la República y obtenga éxito en su elección, porque quedaría atrapado en innumerables contradicciones y dificultades, debido a que la política y el poder  están compuestos por intrigas, pasiones, oscuras emociones y habilidades sobre el bien y el mal y circunstancias, que se presentan en el discurrir de las campañas políticas, que requiere además, de astucia para saber en quien confiar y paciencia que es la virtud de los dioses para que todo lo bueno suceda.

Los candidatos que se escogieron en una época, que ejercieron la presidencia de la República, como Alfonso López Pumarejo y Carlos Lleras Restrepo, hicieron profundas transformaciones políticas con la expedición de leyes de contenido social y económico de la propiedad, manteniendo la democracia, porque se habían preparado toda su vida en esa actividad, que nos señala la necesidad de escoger  bien los candidatos que han regir los destinos del país, porque obrar en contrario, es conformar inmensos depósitos de aspiraciones y glorias olvidadas de gobernantes equivocados que han llevado al desastre a la nación.

Los candidatos presidenciales desde el año 2010 hasta el 2022, como una continuación de élites políticas con 200 años de permanencia, fueron seleccionados por el jefe del partido Centro Democrático como director de esa colectividad, quien había gobernado desde el 2002 al 2010, lo que originó la candidatura de Gustavo Petro, quien llegó al poder el 7 de agosto de 2022, con propuestas de un Cambio que no ha ocurrido por la falta de un sólido equipo de  colaboradores y programas con estudios previos que desconocieron derechos adquiridos.

Las convenciones, consultas populares y selección de candidatos presidenciales que no alcanzaron a llegar a la jefatura del Estado y tuvieron capacidad y méritos que les fue conculcado su derecho, quedarán en los libros como testimonio de la arbitrariedad, otros en el rescoldo de las reminiscencias entre quienes fueron sus obsecuentes y agradecidos seguidores, y los demás, en la indiferencia y el olvido de la pequeñez de los ingratos.

No ha existido un manual de cómo ser candidato presidencial que pueda calcular la diversidad de factores políticos y sociales, los efectos de la numerosa legislación electoral y prever las confusiones, oscuridades y perplejidades para convencer a la opinión nacional y vencer en unas elecciones donde se disputa la jefatura del Estado.

Para ser candidato presidencial se requieren especiales cualidades, condiciones y características y no el simple deseo por dirigir una revista o tener un apellido, porque se deslegitima la razón, que impone a los ciudadanos la obligación de estudiar la capacidad y honestidad de los candidatos, debido a que en nuestro sistema presidencialista, la elección del Jefe de Estado determina el bienestar o la desgracia de la nación.

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