Columnistas
La nueva plaza de mercado de Ibagué
La barahúnda que se forma todos los días sobre la carrera Tercera de Ibagué, entre calles 10 a 18, es la muestra de una ciudad abandonada, en decadencia, que le cierra las puertas al desarrollo.
Desde que era un pueblo pastoril, esta vía ha sido el emblema de sus habitantes y el sitio obligado de encuentro de la comunidad.
Hablar sobre su importancia y sus antecedentes históricos, es recorrer el camino principal de quienes hemos nacido, crecido y que esperamos morir algún día bajo su brillante cielo, teniendo al Nevado del Tolima como juez límpido y supremo de nuestras vidas.
La Tercera, como el río Combeima, carga con la historia a cuestas de todos los ibaguereños. Es una ruta por cuyos andenes, casas y edificaciones ha pasado la historia que se acerca veloz a los 500 años, así falten cerca de 30 más para cerrar esa cifra.
Por allí, ha transcurrido el diario acontecer de los citadinos, las anécdotas, los buenos, regulares y malos momentos; es el lugar por donde transcurren las manifestaciones políticas, las protestas, los desfiles de las fiestas patrias o del folclor o de las movilizaciones de protesta.
La Tercera es el eje fundamental del ágora, que conduce a los principales escenarios y edificios públicos de la ciudad, como el Parque Murillo Toro, la Plaza de Bolívar, la gobernación y la alcaldía, entre otros.
Y nada más deprimente para un ciudadano nacido aquí o foráneo, que ver y contemplar a esta simbólica vía convertida en un muladar, en un mercado sin control, en un establecimiento público sin puertas de entrada ni de salida, en un cambalache donde el tango de Astor Piazzola, le cae como plegaria piadosa a este mercado sucio, bullicioso y contaminante de basura, ruido de parlantes y cabinas de sonido a todo volumen.
Sobre este problema de la invasión del espacio público de la carrera Tercera, hemos escrito varias veces, al igual que muchas personas y otros medios de comunicación que sienten dolor al ver este desagradable espectáculo.
Es un problema conocido y manoseado por las diversas administraciones municipales. No es de ahora ni de la anterior ni la actual.
La politiquería
Es un problema que viene ligado a la politiquería que ha hecho de los vendedores ambulantes carne de urna electoral cada cuatro años, donde candidatos a la alcaldía y concejo de Ibagué, fundamentalmente, consiguen votos en este sector de electores, a quienes les ofrecen garantías para mantenerlos en sus 'sitios de trabajo'.
Esta ocupación ilegal del espacio público está ligada al statu quo politiquero que desdibuja la democracia hasta hacerle perder los encantos y los espacios de encuentro a una ciudad como Ibagué, escasa de sitios recreativos, deportivos y de diversión, donde una de sus principales actividades en este aspecto es el famoso 'Tercerazo'.
Este es el resultado de ese maridaje: políticos de todos los partidos y movimientos (derecha e izquierda)-vendedores ambulantes.
La peatonalización
La idea de peatonalizar la Tercera fue precisamente cambiarle el rostro al centro de la ciudad, haciendo de esta popular vía una arteria, amable, de encuentro de los ciudadanos, de esparcimiento e integrarla a un plan piloto de tránsito para Ibagué que se pensaba ya desde 2003, en la alcaldía de Jorge Tulio Rodríguez, en un estudio elaborado por la Universidad Nacional.
Esta obra, infortunadamente, que terminó costando cerca de 3.000 millones de pesos, tuvo defensores y detractores e inclusive se realizaron investigaciones por parte de la Fiscalía por presuntos delitos de corrupción que terminaron en absolución para el entonces alcalde de Ibagué.
Esta obra de peatonalización con protuberantes fallas de diseño y construcción, que alguno terminaron llamando "El Tontodromo", como el periodista Edgar Antonio Valderrama, quien la bautizo así, de todas maneras incorporaba al centro de la capital del Tolima al boom de las ciudades amables.
Luego se tejieron historias como La Banca de los Muertos y la Pasarela de los Desocupados. La primera se refería a una de las bancas que queda frente al edificio donde funcionaba el almacén Ley antes del incendio, donde supuestamente todo el que se sentará en ella en repetidas veces moría, según el periodista Jorge Eliécer Barbosa Ospina, y la segunda, tomaba jocosamente el desfile de desocupados que siempre ha tenido Ibagué, que hacían el recorrido de la calle 10 a la 15 y así pasaban el tiempo.
Hoy debido al desordenado e invasivo mercado de plaza de pueblo de quinta categoría, hasta los desempleados han salido afectados, pues ya no pueden recorrer estas cinco cuadras con la tranquilidad de antes.
El objetivo de la peatonalización de la carrera Tercera se desvirtuó totalmente, y hoy, prácticamente es el muladar más grande que tiene Ibagué.
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Las mafias de plaza y los cachivaches
Con el correr de los años, y fruto del manejo laxo por parte de las diferentes administraciones municipales al problema de las ventas ambulantes, control y manejo del espacio público, la capital del Tolima se ha convertido en un paraíso para que lleguen los comerciantes informales y rebuscadores de todo pelambre: culebreros, adivinadores, charlatanes y tahúres, quienes tienen toda la libertad para invadir sus calles sin ningún problema. Saben que aquí no existe autoridad que los controle ni los vigile, así como quizá la hay en los lugares de donde vienen.
Análogamente a esta pasividad de control gubernamental a las ventas ambulantes y las libertades absolutas de que gozan para hacer y deshacer con el espacio público de los ibaguereños, se han venido formando unas mafias que controlan este comercio que se expresan de diferentes formas. Están los que venden el puesto o lugar donde pueden ubicarse los informales (que se apropian de las calles para cobrar arriendo); los que tienen hasta más de cinco puestos y pagan porcentajes míseros por ventas a sus empleados; algunos comerciantes legalmente formalizados que desde sus almacenes, locales comerciales o bodegas surten de mercancías a vendedores ambulantes para que llenen las calles con todo tipo de mercancías; y finalmente se encuentran aquellos que bajo el rotulo de 'dirigentes de asociaciones' de vendedores ambulantes, también se llevan su parte a través o cuotas mensuales o extraordinarias con el pretexto de defender el derecho al trabajo y a ocupar las calles.
Pero el problema de fondo que existe en este tipo de comercio caótico, es el lavado de dinero de las mafias a través del contrabando de mercancías baratas y cachivaches, provenientes especialmente de la China, asequibles al bolsillo de todo ciudadano.
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Mercado de plaza, colesterol y riegos
Pero a las ventas de la carrera tercera, hay que agregarles el mercado de plaza representado en frutas, verduras, hortalizas, carnes embutidas, pescado, rellenas, tamales y, en fin, todo tipo de producto agrícola que se necesite para la alimentación.
Agregándose a ello, las ventas de fritangas, donde se utilizan cocinas pequeñas para freír chicharrones, empanadas, bofe y todo lo relacionado con el colesterol.
Lo grave en este desordenado mercado, es que en medio de textiles, zapatos, prendas de vestir, mercado de plaza y comidas rápidas como fritanga y el colesterol donde se utilizan estufas con cilindros de gas hasta de 40 libras, también se venden productos venenosos para matar ratas, chinches, pulgas y zancudos, jarabes para expulsar parásitos, entre otros.
¿Será mucho pedir orden?
En estas condiciones de riesgo para los ciudadanos que allí consumen alimentos o compran sus mercados, y ante la imposibilidad que las autoridades tomen medidas contundentes para parar esta guachafita, sería bueno que se ordenara por secciones o pabellones este mercado tan desordenado.
Que se construyeran módulos y que una cuadra estuviera destinada para productos agrícolas y hortalizas, otra para frutas y verduras, la de más allá para cárnicos, fritangas y comidas rápidas, otra para textiles y zapatos, y un lugar especial para vender los productos venenosos para el control de plagas.
La plaza de la Tercera es la única que carece de control por parte de Infibagué y el Municipio, no tiene censo de vendedores, y sitios formalizados para las ventas así como La Chapinero, La 21, La 28 o el Jardín.
Simplemente estamos pidiendo a las autoridades competentes que ya que han sido incapaces para rescatar el espacio público y acabar con la barahúnda, o al menos que se le ponga orden. Y aquí se deben incluir las plazas y parques históricos de la ciudad: Murillo Toro (frente a la gobernación del Tolima), la plaza de Bolívar (a escasos metros de la alcaldía) y la plazoleta Darío Echandía, que afrontan idéntica situación que la carrera Tercera.
¿Será mucho pedir?
Coletilla: El problema social de los vendedores ambulantes ha sido abordado recurrentemente siempre que se toman medidas para su control. Se les han construido dos centros comerciales exclusivamente para ellos y ninguno les ha servido: Chapicentro y el de la 19 con tercera, el primero convertido hoy en almacenes y bodegas de los ambulantes y el segundo en oficinas públicas. A ellos solo les sirve la calle, ese es el negocio.
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