Opinión
La lucha por los medios comerciales tolimenses: entre el dinero de la Paz y el dinero de siempre
Por: Luis Orlando Ávila
En estos días se supo de la compraventa de dos medios radiales de connotada audiencia y trayectoria en los municipios y sus veredas tolimenses: la veterana emisora radial Voz del Tolima por una de las congregaciones cristiana católica con universidad propia (los Eudistas o congregación de Jesús y María), y la segunda Colmundo Radio, la otrora emisora del desaparecido C4 o Cruzada Estudiantil y Profesional de Colombia (CEPC), de los cristianos protestantes con fuerte arraigo en el judaísmo sionista.
¿Qué se juega con estas transacciones privadas, independientemente de quienes sean sus antiguos o nuevos dueños o sus intereses?
Pues precisamente su connotación entre una buena parte de los hoy radioescuchas mayores a 35 años, de la ciudad y de los municipios con sus veredas, a donde llega su señal y recordación publicitaria (política, si se pudiera decir).
Para los cristianos – católicos o protestantes con aquiescencia al sionismo – así como para los empresarios (así se confundan, bajo este tipo de negocios), desde finales de los 80 y ya entrados los 90, fue crucial el asirse al poder económico-cultural que significa tener propiedad sobre la comunicación de masas (solo para recordar: el Windows NT y el 95 de los PC con procesadores de 230 megas, apenas llegaban y la trasmisión en internet, era un lujo excéntrico en la Villa de San Bonifacio, al menos).
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Los organismos de inteligencia y los batallones de guerra psicológica de USA, Israel, Inglaterra y España, iban in crescendo, junto a Hollywood, en plantarnos en américa latina la matriz de “la justa causa” de la guerra de los Balcanes, o matanza de serbios y croatas cristianos, que armados hasta los dientes por la OTAN confinaron y masacraron a ancianos, mujeres y niños bosnio musulmanes, todo con la mirada y el silencio cómplice del Vaticano de Juan Pablo II, del sionismo de Isaac Shamir y su poderoso partido de ultraderecha Likud y de la Iglesia Evangélica norteamericana, quemadora de coranes en vivo.
Es en ese momento internacional (pues nuestra inveterada guerra local, con drogas o sin ellas, con constitución nueva o sin ella, seguía su ritmo o su libreto de la CIA, apenas edulcorada con los impensables triunfos deportivos de Lucho Herrera, Juan Pablo Montoya o el “Happy” Lora) que nace la disputa por la compra, en Colombia, de radioemisoras por empresarios religiosos, igualmente religiosos como los cristianos que mataban musulmanes desarmados en Bosnia.
La ira santa y su consabida excomunión, en 1989, del cuestionado cardenal Augusto López Trujillo frente a la compra del Grupo Radial Colombiano de los hermanos Rodríguez Orejuela (desde entonces Colmundo Radio) por los cristianos protestantes del C4 (revista Semana junio 5 de 1989), solo fue entendible por la cercanía del difunto católico con Pablo Escobar y la cúpula de entonces del Banco Vaticano, afortunadamente hoy en desbandada y en la cárcel, gracias al argentino papa Francisco I.
Sin lugar a duda, la escisión del C4 y del CPEC de sus mentores gringos de los 60 “Campus Crusade For Christ International”, casi a partir de dicha compra, obedecía al desarrollo de la matriz de la inteligencia gringo-sionista de quitarle agua al pez en américa latina (diario El Tiempo mayo 22 de 1994).
Conocedores como nadie, estos soldados de la inteligencia imperial, que no todos los curas son pederastas ni mafiosos, hacia principios de los 90 su meta fue (al menos radialmente) sustraerle a los curas rojos o a aquellos afectos a la teoría de la liberación, en las grandes y pequeñas ciudades colombianas, su grey o rebaño, pues sabían a cabalidad que la moral y la ética humanista del cristianismo que estos curas pregonaban en solitario, no iría de la mano con su por entonces segunda fase de reciente gesta de lavado de cerebros: la Guerra contra las Drogas.
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Cercenamientos de personas vivas, violación de niños, mujeres y hombres, asesinato de líderes indígenas y ambientalistas o criminalización de los pobres, fue parte de la instrucción militar desde México, pasando por Guatemala, Nicaragua, Honduras y El Salvador hasta Colombia, país que es dictado de catedra para el resto de Suramérica, y como los sabemos ahora, para Afganistán, Egipto, Libia o Yemen (y próximamente Venezuela).
En el entretanto, fue y es útil comprar emisoras en Colombia, pues se calculó desde entonces (y aun les funciona), que un arma de guerra también fue llenar (atiborrar) las mentes de los niños y niñas de entonces, hoy con 35 y más, con los crecientes programas mañaneros de humor escatológico (ahí puede estar una explicación sociológica a la homofobia y a la misoginia criminal de hoy), con el reguetón en auge y con el maremágnum de música del despecho y su proclividad a la cultura del todo se puede.
Es decir, el surgimiento en Colombia de muchas de las sectas cristiano católica o protestante con aquiescencia al sionismo y su poder de compra de emisoras radiales, obedeció a intereses internacionales del usar todas las formas de lucha contra el humanismo radical y contra el mismo humanismo cristiano. Así de sencillo.
A diferencia de la militar quitada del agua al pez contra la subversión en Colombia que consistía y consiste en asesinar campesinos – antes en masacres y hoy selectiva e individualmente – la quitada del agua al pez contra el otro cristianismo, por lo menos el de las sectas humanistas católicas y de algunas protestantes, consiste en ensordecerlos diariamente con su ruido (sea esta el humor escatológico, el reguetón y más reguetón untado de algo anti-Venezuela, o como el patológico jingle de timbre acústico estridente de una emisora FM nacida en los 90, al mejor estilo de los experimentos de Pavlov).
Al final, si la antigua emisora Colmundo Radio retaguardia del renacido en cuerpo ajeno C4, en lo local es hoy propiedad de pujantes empresarios foráneos enriquecidos con el dinero público y de locales empresarios que parodian ser periodistas, es lo de menos (portal CambioIn mayo 4 de 2018) (portal Alaluzpublica febrero 13 de 2018).
De la misma forma, si la antigua emisora Voz del Tolima que fue paladín por muchos años del conservatismo nacional y del catolicismo tolimense en una de sus épocas más oscuras y que hoy es mampara de los otros empresarios gremiales igualmente enriquecidos con lo público y perpetuados en dichos gremios por sus amanuenses de la política, sea hoy propiedad de una congregación cristiana católica que gana contratos con dineros de la Paz, también importa menos.
Lo que importa, es que a pesar que cumplen un dictado internacional de alienación, le den a la radio tolimense un nuevo chance en su función y rol humanista, por ejemplo, mediante nuevas técnicas y recursos informáticos restauren el radioteatro, la instrucción en la historia de la música tipo HJCK, la audiencia por nuevas músicas colombianas, el humor inteligente (solo se puede hacer humor, si se posee una inteligencia proverbial), la capacitación técnica al estilo Sutatenza o la entrada, al menos de paso, al mundo digital para miles de paisanos que teniendo un celular inteligente solo usan menos del 5% de los recursos que este brinda.
Es decir, la radio no es solo para una afrenta entre fieles cristianos católicos y cristiano protestantes aquiescentes al sionismo, ni para odiar mujeres ni gente de izquierda, ni menos para resultar siendo comunero, concejal, diputado, alcalde o gobernador.
Da para más
Al menos, eso aprendimos quiénes de niños o adolescentes, escuchábamos a la Voz del Tolima o al Grupo Radial Colombiano, entre otras.
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