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Opinión

La intolerancia y polarización política

La intolerancia y polarización política

Por: Edgardo Ramírez



Unos de los males perniciosos que surgen de los conflictos sociales, han sido la irracionalidad y el ciego sectarismo de las distintas tendencias, que a falta de argumentos no dialogan sino se calumnian, insultan y agreden, como una manifestación de un espíritu discriminatorio que no permite la tolerancia como medio eficaz de la civilidad política.
 
El examen de las ideas deben estar rodeado del necesario análisis para la convivencia de la sociedad y no del odio insensato que lleva a desacuerdos, enemistades y hasta agresiones que terminan hasta con la vida, como surgió en la  época de la violencia partidista en la década de 1950, en que fue utilizada la emoción irreflexiva de grandes conglomerados para sembrar de miedo y terror en los grupos no afectos al gobierno, que llevo a la violencia que todavía padecemos y la polarización de la sociedad.
 
Esos estímulos de repudio de algunos dirigentes hacia otros competidores, con ideas distintas u opuestas, amenazan el bienestar de la comunidad y es utilizado por dirigentes que se sienten amenazados de continuar con el poder,  mediante  un control práctico de la conducta de las gentes, y más aún si el oponente demuestra mayores posibilidades de éxito, se utiliza  el miedo como manera de control, que produce preocupación e inquietud infundada, propaganda engañosa, y descredito que lo que genera es un efecto contrario en la mente de los ciudadanos.

Suprimir privilegios no difiere demasiado para establecer circunstancias de odio y desprecio. Es común observar  a ex presidentes insultando a otros, porque piensan que ser ex mandatario de la nación les otorga el carácter de dominantes de la voluntad popular, y no es así, al menos en la práctica donde lo votantes no aceptan dirigentes que no suplen sus necesidades y tratan de dirigir al país, con un centralismo odioso y excluyente. Y después esos mismos ex presidentes que se insultan unos a otros se unen nuevamente cuando ven en peligro sus personales intereses.
 
El país no debe dejarse llevar por el odio, la polarización y los intereses ajenos, sino votar en conciencia por quien mejor represente sus anhelos de cambio social y no continúen los mismos con las mismas costumbres alejados del verdadero sentido social.
 
El cambio se impondrá democráticamente y ojala los que nunca han sido tenidos en cuenta, conozcan la capital y ese día,  por la plaza de Bolívar de Bogotá, se expresen como un desfile marcial mujeres humildes con sus hijos, los indios del Cauca con sus sombreros oscuros y collares de plumas de loros y colibríes, los emberas, makunas, tikunas, paeces y pijaos del sur del Tolima, danzando su música ancestral, con penachos y plumas, tambores, chirimías, y alpargatas de fique, seguidos por los negros del Chocó, bailando el currulao, y los del Amazonas con sombreros hechos  de plumas multicolores de guacamayas y las mujeres indígenas de Nariño con sus sombreros redondos y trenzas sobre sus pechos altivos, seguidos de las bellas mujeres  y hombres jóvenes, que saltarán catatando, “Vamos al baile de los que sobran”.

 
Todos los excluidos en un festival alegre,  lleno de emociones ocultas y sentimientos de perfiles indescriptibles. Presentes en la búsqueda de un nuevo destino más humano para el reconocimiento de sus derechos ancestrales y  para reivindicar los valores de culturas que han sido marginadas por el Estado y la iglesia, representados por una clase excluyente voraz, pero que siguen vigentes, por su libertad y auto expresión.

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