Columnistas
La educación restringida
Por: Edgardo Ramírez Polanía
Doctor en Derecho
Desde los albores de nuestra civilización, la educación como manera de adquirir valores, conocimientos y discernimiento para el desarrollo personal y social, tuvo una marcada influencia religiosa y de acceso a sectores privilegiados, hasta la llegada de las imprentas, los libros y la libertad del conocimiento.
Las desigualdades educativas fueron seriamente visibles en Hispanoamérica y la educación era un servicio exclusivo para “peninsulares” y “criollos”, en colegios mayores establecidos por los españoles con el sistema escolástico, que enseñaba la transmisión del pensamiento conforme a los postulados del catolicismo y Dios como valor supremo del conocimiento, sin la libertad de la conciencia individual, porque, “el negro no podía alfabetizarse so pena de castigos mutilantes”.
Contra ese modelo educativo surgió en el siglo XVIII y comienzos del siguiente, el despertar cultural de la nación con la educación universitaria con identidad oficial e institucional, impulsada por el Libertador Simón Bolívar y el General Francisco de Paula Santander, quienes se involucraron en la fundación del Estado nacional y contra la educación encantada por el miedo y la condena de la experimentación, que llevó al atraso científico y cultural, que fue aprovechado posteriormente por la clase tradicional y hoy por los gobernantes del desastre nacional.
Existió la costumbre en la instrucción, de asemejarse a la cultura europea, que transmitía la idea de superioridad cultural sobre el colonialismo de este lugar del mundo. Esa calificación subsiste en nuestro medio, porque la capital del país se ha considerado el centro del pensamiento y la provincia de menor nivel cultural, sin que la raza, el suelo, el idioma, la historia de los pueblos, constituyan fianza de buen manejo y cumplimiento con el arte.
La capital como panacea cultural no existe, ni tiene el poder de convertir a los mediocres en genios. El desarrollo de las artes de la provincia colombiana, ha sido de resonancia, que anula el concepto errado de la ubicación geográfica como excelencia cultural. Sin embargo, todavía subsisten los viajes de los escritores colombianos hacia Europa, a recibir el beneplácito social en la literatura y el discurrir del pensamiento crítico en Paris, Roma o Barcelona, que fueron lugares escogidos en el siglo XVIII y XIX, por nuestros famosos literatos y después por el llamado “Boom” latinoamericano, como un complejo cultural que se resiste a desaparecer.
En la literatura Gabriel García Márquez escribió la mayoría de sus obras con inspiración de la provincia, Carlos Orlando Pardo inmortalizó a la provincia tolimense con 4 tomos de poetas, novelistas, cuentistas y pintores del siglo XX, Carlos Arturo Truque con sus cuentos de origen en el Chocó y con uno de ellos, se ganó el premio Espiral en Medellín donde participó nuestro nobel en 1954 y quedó en el segundo lugar, Álvaro Mutis con sus entrañables poemas sobre el río Coello y sus relatos en Maqroll, José Eustacio Rivera con la Vorágine, Jorge Isaccs con su novela María, William Ospina con El país de la canela y Guayacanal, Manuel Zapata Olivella, Juan Gabriel Vásquez y muchos más, que han dejado en sus obras, una historia literaria y cultural de grandes dimensiones sobre la provincia colombiana.
Una muestra del desarrollo educativo y cultural de los municipios colombianos, es El Espinal, que en 1960, tenía un sólo colegio de Bachillerato masculino, el San Isidoro La Salle y las gentes de escasos recursos no podían estudiar por ser un colegio privado. Dos años después, se impulsó su nacionalización por algunos liberales del Concejo municipal encabezados por mi padre en 1962, con gestiones en el Ministerio de Educación Nacional, siendo Ministro de Educación Pedro Gómez Valderrama y se llevó a cabo en 1964.
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La nacionalización del colegio San Isidoro, influyó notablemente en el desarrollo educativo de El Espinal. Actualmente estudian 4.000 alumnos en dos jornadas de carácter mixto en pre escolar, básica y media, diurno y nocturno por ciclos y 116 profesores, hoy existen 3 universidades, 36 colegios públicos y privados, institutos técnicos e industriales y una Casa de la Cultura gestionada su construcción por el suscrito columnista, donde abunda la enseñanza de la música y las artes en una ascendencia espiritual y de progreso que enorgullece a la ciudad.
La educación universitaria ya no es un privilegio reservado exclusivamente de las capitales, sino que los municipios colombianos pueden adquirirla y expresar las formas del conocimiento, con la voluntad de sus gentes para obtener los elementos físicos y educativos, como la mejor manera del progreso y la formación de profesionales, la aparición de poetas, músicos, escritores, que le dan perfiles de progreso a la provincia colombiana y al país.
Quienes nacimos en la provincia colombiana y somos llamados calentanos, por algunos vanidosos e iletrados, nos sentimos orgullosos de pertenecer a esos lugares de nuestra patria y consideramos que es un deber de devolver a nuestra nación haber tenido acceso a la educación universitaria, continuar nuestro decidido empeño en fundar editoriales, librerías, colegios, universidades y centros de la cultura y el pensamiento, como la mejor manera de dejar en su lugar a quienes creen que lo saben todo, para lograr con nuestro propio impulso creador, nuestro desarrollo, nuestro bienestar y nuestro destino.
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