Columnistas
La barbarie de la guerra en oriente
Por Edgardo Ramírez Polanía
Doctor en Derecho.
La reacción armada contra Israel por la ocupación de los territorios de Cisjordania y la Franja de Gaza, la encabezan los grupos Hamás, que tiene como objetivo la liberación de Palestina y Hezbolá de origen libanés, que desea establecer un Estado islámico Chiita que lo conformarían Israel, Cisjordania y la Franja de Gaza, con capital en Jerusalén.
En el conflicto entre Israel y Palestina, están involucrados; Irán, que tiene relación política y económica con Palestina, el Líbano que le permite a Teherán el acceso al mediterráneo, Rusia que tiene intereses en Siria, China quien tiene vínculos económicos con Arabia Saudita, los Emiratos Árabes e Irán, y Estados Unidos que protege a Israel, que podría darle un carácter mundial a la guerra.
La convivencia humana en Oriente Medio, se ha convertido en una oposición irreconciliable de intereses, que han llevado a un enfrentamiento por las ideas obsesionadas y opresoras de Israel, que estrechan el razonamiento crítico, donde se liquida todo intento de solidaridad social y ennoblecimiento, por la reiterada equivocación histórica de sometimiento de unos sobre otros, al conculcar los derechos territoriales de Palestina mediante el poder político y militar.
La preocupación en el mundo es evidente, por los problemas sociales de la guerra, la caída de las economías, el terrorismo, la falta de alimentos, el aumento del precio de los combustibles y las tensiones entre las naciones en conflicto, para imponer su voluntad a costa del bienestar de los demás, que genera desconcierto y angustia.
El temor ha aumentado considerablemente en la zona de conflicto y es uno de los peores padecimientos porque distorsiona el pensamiento para la acción y convierte a los individuos en inseguros y dependientes del control del poder, por la amenaza contra los derechos y la vida, que ocasionan terror por los misiles sobre Palestina e Israel, que alumbran sus cielos como fuegos artificiales y causan la muerte indiscriminadamente.
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Las obstinadas actitudes de Israel en violar los derechos del territorio de Palestina y las agresiones de los grupos terroristas de Hamás y Hezbolá, han dado al traste con la tranquilidad y la paz mundial, que lleva a los grandes padecimientos y reacciones, formado con la guerra inestabilidad social, angustia y demás desordenes anímicos, por las imposiciones a la fuerza, que nos revela la pasión profunda de la naturaleza humana.
Porque no son las palabras, no son las ideas, no son los conocimientos, sino las malsanas pasiones, las que nos ponen en contacto con la equivocada esencia de la constitución moral, al pisotear los derechos ajenos, con la arrogancia del poder militar y el deseo expansionista que vulnera la paz de la sociedad.
Los niños de Palestina que mueren por las bombas, no alcanzan a pronunciar su nombre, por la terrible fuerza inmoral de la codicia, alimentada por el deseo del territorio y la guerra, atizada por los más bajos instintos e innobles pasiones de gobernantes que no conocen el dolor, la bondad ni la luz del sano entendimiento que producen angustia en la sociedad.
No se debe admirar a quienes ejercen el poder para arrollar a los débiles como Netanyahu, sino juzgarlos, porque en su alma conviven las bajas pasiones que forman el torrente de injusticias y crímenes, que también cometen los movimientos terroristas de Hamás y Hezbolá, que se amparan en sus convicciones políticas y religiosas para cometer los peores actos de barbarie, que deben ser castigados por la Corte Internacional de Justicia.
Las consecuencias de la guerra son la destrucción y la muerte, que jamás estuvieron en la predicación de Jesucristo que era natural de Palestina, porque el amor, la bondad y la virtud eran la esencia de su pensamiento, con independencia de los dogmas y liturgias del Cristianismo que existe en lo recóndito de la naturaleza de los seres humanos que viven en su fe.
Las gentes buenas del mundo piden a los gobernantes y agrupaciones que atentan contra los derechos sociales y se matan por conflictos religiosos o políticos, que cedan en las pasiones que los aíslan para dar campo a los sentimientos que los puedan unir, que los puedan consolidar hacia un verdadero espíritu social y los acerque al ideal de justicia y paz, para que los ciudadanos del mundo podamos vivir sin temor, tranquilos y felices.
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