Columnistas
¡Fanatismo no es…!

Por Carlos Alberto Estefan Upegui
*Exgobernador del Tolima
Llamar fanático a alguien solo por restarle validez a sus argumentos, desviar la atención sobre sus puntos de vista o relacionarlo con una conducta pasional intensa, simplemente por no compartir sus ideas, no es lo correcto.
Lo aberrante es que se ha vuelto común utilizar ese giro interpretativo para esquivar el debate y buscar reducir al contrario. Etiquetarlo, tiene, entre otros fines, los siguientes:
Enfocarse en la persona y no en el tema, como una especie de «falacia ad hominem», o contra el hombre; es decir, hablar mal del individuo en lugar de controvertir sus planteamientos.
Esa falta de argumentos conlleva recordarle sus defectos, su pasado, a ridiculizarlo e incluso a decir falsedades sobre su persona. Todo con el fin de desviar la atención creyendo que con desacreditarlo se descalifican sus tesis para no ser tenidas en cuenta.
La aversión nubla la razón no deja espacio para el discernimiento; y eso no es jugar limpio. Lo utilizan quienes quieren ganar ventaja en la discusión, sugiriendo que el oponente es incapaz. O que solo responde a estímulos puramente emocionales.
Lo cual, es absolutamente perjudicial para la democracia, porque arruina el diálogo constructivo y afecta la participación ciudadana en la toma de decisiones políticas.
La democracia protege los derechos humanos y las libertades fundamentales, como la libertad de expresión, la libertad de asociación y la igualdad ante la ley.
De ahí, que ante esa realidad, es importante escuchar y saber valorar los diferentes puntos de vista, con mayor razón si son contrarios, lo cual requiere sensatez y cordura. Qué tan fácil sería hablar entre quienes piensan lo mismo.
Difícil lo contrario, pero en ese caso, el razonamiento crítico, que es una virtud escasa, debe acompañarse de tolerancia, paciencia, disposición a escuchar y decencia.
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En consecuencia, es la materia prima para estar dispuestos a revisar nuestros puntos de vista y los de la oposición; flexibilizar, conciliar y adaptar.
La denominación de fanático, como escudo o golpe bajo ante alguien que no coincide con su forma de pensar, además de no ser aconsejable, exige de una aproximación mucho más reflexiva, crítica y abierta al diálogo.
La realidad, por esa misma razón, puede ser compleja y multifacética, y a menudo puede diferir de nuestras consideraciones o creencias. Por eso, es importante mantener una mente abierta.
La realidad tampoco es “a pie juntillas” necesariamente la que uno cree, ni mucho menos la que describen los medios de comunicación, porque a veces está sesgada o incompleta.
Para terminar: Defender una causa puede ser una forma positiva y constructiva de promover cambios y mejorar la sociedad. Malo sí es, hacer creer que se trata de fanatismo cuando no lo es.
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