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Entre lo ideal, lo necesario y lo posible

Entre lo ideal, lo necesario y lo posible

Por: Alberto Santofimio Botero*
*Ex Ministro de Estado / Ex Senador de la República


Temprano, en los inicios de mi carrera pública, por sabio consejo de mi pariente el “Cófrade” Alfonso Palacio Rudas, llegue a la lectura devota de la obra magistral de John Maynard Keynes. Sumergido en ella entendí que la virtud del líder político tiene que ser; encontrar el punto efectivo de equilibrio entre lo necesario, lo ideal y lo posible. Es el camino seguro para encontrar las soluciones en medio de los conflictos, los enfrentamientos y las posturas radicalmente opuestas.

Ese inteligente equilibrio abre las avenidas de la conciliación cuando se encuentra la conjunción entre lo ideal, lo necesario y lo posible, renunciando a los extremos opuestos, o si se quiere a lo puramente ideológico, para avanzar en entendimientos y acuerdos. Y para entender, como lo proclamó el propio Keynes cuando en el desconcierto generado por los efectos de la Segunda Guerra Mundial se atrevió a sentenciar: “si algo es realmente posible, es que nos lo podemos permitir “.

Ésta ha sido la constante, el desafío en épocas de crisis, de parlamentos y gobiernos, a lo largo de la historia del XX, y lo que vamos caminando en una ruta de perplejidades, dudas, violencias, guerras y confusiones de sistemas e ideologías del siglo XXI.

La pandemia, por ejemplo, nos enseñó que ningún sistema económico, ninguna ideología, estaba preparada para asumir el trágico desafío de lo impensable, de lo realmente catastrófico para el destino de la humanidad.

Desde los tiempos de Aristóteles, hasta nuestros días de guerras, invasiones, de inaudita concentración de la riqueza, de radicalismos, de estériles contiendas independentistas al interior de las Naciones, y entre éstas y países vecinos, nos están enseñando que la verdadera batalla para sobrevivir está enmarcada en la eterna búsqueda de la paz y del bien universal. Jamás en el mal de quienes ambicionan acabarlo todo en una suicida empresa colectiva de destrucción y muerte.

Los fenómenos de Israel y Palestina y de Rusia y Ucrania, la guerra de catalanes y vascos contra la unidad de España, son ejemplos patéticos de conflictos interminables, y además la demostración de la inutilidad de costosos Organismos Multilaterales como la ONU, incapaces de encontrar el equilibrio entre lo ideal, lo necesario y lo posible, para poner fin a estos conflictos y no convertirse, en testigos inútiles en la eternidad de éstos.

Si aceptamos en el caso colombiano, que la Constitución Política, no es una simple hoja de papel como lo pregonó Fernando Lasalle, sino un genuino pacto de paz, de estabilidad democrática y de garantía de la unidad nacional, tenemos que aceptar que la Constitución del 91, rica en retórica y en abundancia de enumeración de derechos, no ha logrado ninguno de los objetivos fundamentales atrás enlistados.

¿Acaso esa carta Política ha logrado el objetivo de la verdadera descentralización? No lo creemos. Pese al avance por el cual luchamos de la elección popular de Alcaldes y Gobernadores, porque estos no tienen el poder económico y administrativo suficiente, careciendo de una verdadera autonomía. Y por tanto las soluciones de los problemas fundamentales siguen en manos de un presidencialismo absorbente y cada vez más poderoso. Por esta vía se ha hecho evidente la dependencia del Parlamento del Ejecutivo por cuenta del manejo del gasto Público y de las partidas presupuestales.

¿Acaso esta Constitución ha garantizado una justicia independiente, a través de la carrera de méritos para acceder a las altas Magistraturas? No, por el contrario, creó, como “remedio” la proliferación de organismos con duplicidad de funciones, fortaleció el sistema de cooptación y politizó en varios casos la elección de miembros de las altas cortes. El sistema que permite a los congresistas juzgar a los magistrados, y éstos, investigar a sus propios jueces, ha llevado a los extremos perniciosos de la politización de la justicia y de la judicialización de la política. ¿No estará en este sistema absurdo la clave de haber convertido en un imposible histórico la verdadera reforma a la justicia que el país reclama?

La forma política ideal es la vigencia del sistema gobierno-oposición. Que quien gana garantice el cumplimiento del programa de las ideas y las soluciones con las que logró el favor de los votantes. Y el rol la de los Partidos que perdieron la contienda, debe ser ejercer una oposición patriótica, creativa, alternativa y útil. Pero si Colombia continúa enfrascada en la perversa política de los extremos, sin encontrar un mínimo de avenimiento sobre lo ideal, lo necesario y lo posible, para construir una sociedad mejor, para derrotar la pobreza extrema, acabar con la corrupción y la violencia y desechar la teoría de vivir entre enemigos y no de convivir entre hermanos, estamos con los ojos vendados caminando al abismo.

Unos, insistiendo tercamente en modelos económicos superados en el mundo, ubicándose en el reino de una nueva utopía, y los otros, jugando a la tentación totalitaria, al fracaso del gobierno elegido democráticamente. Unos y otros, desconociendo cualquier razón del adversario. Y alguno pretendiendo revivir el modelo del frente Nacional, que históricamente se justificó para una indispensable paz política, pero jamás como una herramienta para obstruir soluciones sociales de gobierno del gobierno de turno.

La reunificación futura del país superando los extremos, tendrán que liderarla las nuevas generaciones, lejos del odio fratricida que todo lo está envenenando, que todo pretende destruirlo.

Con la escoria de los extremismos, Colombia, y el mundo, no podrá resistir sin un altísimo costo político, económico y social la terca persistencia en la guerra entre gobierno y oposición en lugar de conseguir, con espíritu patriótico, los puntos esenciales de acuerdo para las reformas, por ejemplo: a la salud, al sistema pensional y a la justicia, al régimen territorial  y continuar esperando impávidos, que algún día, en lugar de agredirnos e insultarnos entre compatriotas, veamos renacer el ferrocarril y navegabilidad del Río Magdalena, una educación gratuita suficiente a todos los niveles y las herramientas que permitan el fin de la violencia y de la muerte con una paz definitiva. Que podamos decir con certeza, evocando al gran poeta Luis Vidales: que para el futuro de Colombia” la única muerte que aceptamos, es la muerte de la guerra”.

Ante el asesinato sistemático de líderes sociales, y la evidente dominación de grupos criminales, en amplias zonas del territorio nacional, solo podemos exclamar adoloridos, con el clásico español Francisco Quevedo y Villegas: "Mire los muros de la patria mía y no halle cosa en que poner los ojos que no fuera el recuerdo de la muerte". De ahí, que cuando evocamos el ejemplo de Ghandi y su heroica lucha por la no violencia, solo ponemos un ejemplo de la historia de la humanidad, que se ajusta al drama sangriento de la Colombia actual.

Abre el panorama  desolador  de una Colombia desvertebrada, enfrentada, desunida por cuenta de la violencia múltiple, del narcotráfico los grupos residuales de las guerrillas, la corrupción, el narcotráfico y la minería ilegal, el único camino  posible en el futuro para reconstruir la unidad nacional sacrificada, tiene que ser una Asamblea Constituyente producto de un gran acuerdo Nacional, para que lejos del fantasma perverso de la reelección, realice las grandes reformas a la justicia, del Congreso, a la organización territorial.  Sin estas necesarias reformas, la paz total y definitiva no será posible. Puede que no la veamos nosotros, pero seguramente si nuestros hijos y nuestros nietos.

El catedrático Michael J. Sandel, profesor de la prestigiosa Universidad de Harvard afirma lo siguiente: “En medio de la agitación generada por la protesta populista, tanto de izquierda como de derecha, se ha abierto una oportunidad para la renegociación de los términos de la relación entre capitalismo y la democracia. Frente a la desigualdad galopante y a los efectos de una pandemia salvaje; la magia del mercado ha perdido su encanto y la fe en la idea de que una economía global sin fricciones traiga por fin la eficiencia, la prosperidad y la comprensión mutua se ha hundido sin remedio. En momentos de zozobra, se ha demostrado que los Estados siguen siendo importantes. Y la política también.”

¿Seremos capaces los colombianos de este tiempo de seguir esta ruta y de demostrar que el Estado y la Política siguen siendo importantes como solución a nuestros males? ¿O continuaremos hundidos en el odio, el sectarismo, la polarización estéril y la guerra interminables?


La historia nos dará la respuesta.

 

Cartagena de Indias
13 de julio 2023.

 

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