Columnistas
El ocaso de los viejos partidos y sus dirigentes
Por: Edgardo Ramírez
Creerse dueño de la voluntad de los demás, es propio de almas vanidosas y prepotentes que se mueven con libertad desvergonzada en el ambiente confuso de su mediocridad.
La líbido imperandi del político que ha detentado el poder ejecutivo y piensa continuar en su ejercicio, altera sus emociones y la realidad, para convertirse en un ser que se siente extremadamente voluptuoso e imponente.
Ese sentimiento lo condiciona a tomar decisiones equivocadas y ver la realidad de manera distinta a la que corresponde. El político se torna de esa manera engreído, déspota, y tiene la creencia que es dueño de los actos de los demás, quienes deben obedecer a sus pensamientos y designios.
Es el pontífice, el dueño y señor y nada ni nadie se interpone en su voluntad hecha poder. De lejos produce admiración y de cerca risa. El mando para él, se convierte en su razón de ser, no importa que caiga en la ridiculez.
Los ex presidentes de la República son una muestra fiel de estos personajes.
Un ejemplo lo son: César Gaviria quien como jefe del escuálido partido liberal adhirió en el 2018 a la candidatura de derecha de Iván Duque y en el 2022 a la candidatura de la misma línea política con Federico Gutiérrez, generando una desbandada de jefes de ese partido en los departamentos, hacia Gustavo Petro. La razón expuesta por ese ex presidente, fue “hemos encontrado una enorme cantidad de coincidencias entre las cosas que dice el documento que presenté en la junta de parlamentarios con lo que han trabajado de programa en la campaña de Fico”.
Igualmente Pastrana, sin votos y sin prestigio electoral adhirió a Gutiérrez, porque considera que en el improbable caso que llegare Fico a la presidencia, mantendría su vigencia de expresidente. Ni qué decir del ex presidente Álvaro Uribe, quien es el jefe del Centro Democrático, el movimiento de derecha que ha impuesto a los presidentes de la República de los últimos 20 años incluyendo sus dos mandatos.
Respecto al conservatismo, se mantiene en su permanente minoría en la decisión de inclinar la balanza de los partidos con opción de cambio en la sociedad, para que el estado de cosas continúe en defensa de los principios de los grandes poseedores de la fortuna y sus privilegios.
Esa es una de las razones por las cuales Federico Gutiérrez, sin ideas de fondo para un verdadero gobierno social, se encuentre lejos de la intención de voto de los colombianos, quienes desean no sólo un cambio en las costumbres políticas, sino en las opciones de un país mejor donde quepamos todos y no unos pocos que han venido administrando al país equivocadamente en nombre de los expresidentes y sus movimientos anacrónicos.
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Colombia implora la paz y no la guerra, requiere terminar con la corrupción galopante ante la mirada indiferente de los organismos de control en manos del gobierno.
Necesita exterminar el cultivo de coca y diversificar ese cultivo, para dar nuevas formas de subsistencia a las gentes abandonadas que viven de ese cultivo generador de narcotráfico y violencia y ante todo vivir en un país más humano, que trate al ciudadano como en las sociedades desarrolladas, con mayores derechos y comprensión a sus necesidades y que sus derechos no le sean arrebatados por la corrupción de quienes representan a esos viejos gobernantes que serán anulados de la conciencia colectiva nacional.
Es un imperativo categórico y moral, así digan otra cosa los que lo saben todo.
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