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"Democracia" y control social

"Democracia" y control social

 

Por: Julio Cesar Carrión Castro

Los medios de comunicación se han convertido en el principal instrumento de orientación de las masas populares. Los manipuladores de la “opinión pública” conducen como rebaños a las multitudes, ya sea de consumidores o de sufragantes, hacia los objetivos que desean los empresarios, los buhoneros, los mercachifles, los politiqueros o los detentadores del poder. Dichos medios son instrumentos de control y de regulación social al servicio de los grupos hegemónicos.

La  desinformación y la propaganda que constantemente emiten, son armas muy eficaces para lograr la apatía, el resentimiento, el desprecio por los valores culturales y por la auténtica participación política, son los más eficientes mecanismos para alcanzar el condicionamiento psicológico generalizado.

La llamada “democracia”, sus valores, antaño reputados como fundamentos del quehacer de los políticos y los académicos, ha sido sustituida, sin pena ni gloria, por la constante manipulación de eso que aún se suele denominar como “la opinión pública”, por parte de unas empresas de la comunicación puestas al servicio de los intereses del mercado y del poder, que únicamente buscan establecer la homogeneidad cultural y el pensamiento único.

Gracias a la “información” que manipulan los medios de comunicación, se logró el aislamiento ciudadano de lo comunitario y de la política activa, se logró reducir la “participación política” a mera participación electorera.

Un nuevo tipo de “demócratas” y “revolucionarios”, fabricados mediáticamente, pululan en el mundillo académico manteniendo viva la ilusión de una fantasmagórica democracia. Las llamadas jornadas electorales, promovidas por los grupos hegemónicos y sus medios de comunicación, son una especie de terapias grupales y personales, de encuentros anónimos de descarga emocional, no de esfuerzos tendientes a generar nuevos horizontes para la política, ni a la construcción de movimientos de repudio a la razón instrumental o a la razón de Estado que pesan sobre los ciudadanos.

La sumatoria de dos formas de ilusos, elaborados por los medios de comunicación y la politiquería: por un lado los abstencionistas y por otro los electoreros, ha dado como resultado la inacción y el descrédito de una izquierda, antaño fundamentada en la validez de la utopía socialista y hoy tristemente reducida a velar por un pragmatismo cínico que le permite a sus "lideres" pergeñar ventajas personales y continuar teniendo imagen.

El apoliticismo, la apatía, el desencanto de las masas frente a los asuntos públicos y ciudadanos ahora se compensa, resignadamente, por parte de estos “académicos” e “intelectuales” de izquierda, mediante el placebo de la “participación virtual”. No es gratuito, en estas condiciones de precariedad democrática, de despolitización, de  desprestigio de la actividad política, de suplantación de los líderes y de la fatuidad de esa llamada “sociedad civil”, que se proponga como una nueva opción de rescate de los lazos solidarios y de restablecimiento de la comunidad perdida en medio de esta fragmentación universal, el apoyo “revolucionario”, a los caudillos mejor establecidos, más carismáticos, más “pantalleros”, a los “programas” más publicitados, más “convenientes” para los grupúsculos de una izquierda vergonzosamente fracturada el mil empresitas electorales, con la esperanza de que sus perspectivas mediáticas logren superar las ya marchitas movilizaciones populares.

Toda esa miseria política que los medios siguen denominando  “democracia”, nos ha llevado hasta la más sucia cloaca electorera. Muchos de los candidatos, disfrazados de izquierda o de derecha, se declaran demócratas, así sean golpistas o fascistas. Dicen estar en santa cruzada por los “valores de la democracia” y el respeto por el “Estado de derecho” y por la paz.

 

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