Columnistas
Conmemoración del 8 de junio, Día de los Esatudiantes
Opinión
Por: Julio César Carrión Castro
La Universidad es el reflejo de la sociedad y la simulación universitaria, es el reflejo de la simulación reinante en la sociedad. Rafael Gutiérrez Girardot
El proceso de adecuación y modernización capitalista que se inició en la América Latina en las primeras décadas del siglo xx, coincide con la aparición de los movimientos políticos de izquierda y con el surgimiento de expresiones de confrontación clasista, como las luchas del movimiento obrero, de las organizaciones campesinas e indígenas y del movimiento estudiantil.
Las primeras luchas estudiantiles en nuestro continente se dieron inicialmente en la República del Uruguay, luego en la Argentina, después se extenderían por todo el territorio americano. El manifiesto de La Juventud Argentina de Córdoba a los hombres libres de América del Sur, de 1918, puede ser considerado como el documento fundacional de las contiendas estudiantiles en la América Latina en el siglo xx. En él se establecen reclamos como el de la autonomía estudiantil, la libertad de cátedra y la educación laica y gratuita, se enfrentan los viejos conceptos de autoridad, la rutina escolar, la sumisión y la mediocridad de los docentes.
Esta juventud argentina de comienzos del pasado siglo proclama, con elevado idealismo, que “los dolores que quedan son las libertades que faltan”, enfrenta la “plácida ignorancia” y busca superar “la falsa dignidad y la falsa competencia” tanto del poder político, como de la administración universitaria.
En nuestro país, las primeras jornadas por la reforma universitaria y la organización estudiantil, se presentan hacia la década de los años veinte. En 1928 se reúne, precisamente en la ciudad de Ibagué, el III Congreso Nacional de Estudiantes que discutió temas como la autonomía, la libertad de cátedra, la equidad para las mujeres en el acceso a la educación, la revisión y abolición de los textos dogmáticos y se consolidó un programa pluralista para las luchas estudiantiles que iba “más allá de las aspiraciones de los partidos”.
El 8 de junio de 1929 se presentó una gran movilización estudiantil contra el clientelismo y el manzanillismo, que no sólo infectaba al ejecutivo, al legislativo, a las castas militares y al mundillo académico, sino a la supuesta majestad de una justicia bipartidista, que dejaba en la impunidad el genocidio de los obreros de las bananeras de la United Fruit Company, mientras se nombraba jefe de policía al responsable directo de la matanza. Un estudiante, Gonzalo Bravo Pérez, de segundo semestre de Derecho, caería muerto por las balas de la policía. Tal es el origen de esta fecha luctuosa que el estudiantado colombiano recuerda combativamente cada año.
Como si la juventud fuese un delito en Colombia, los estudiantes han continuado siendo las víctimas propiciatorias de todos los gobiernos subsiguientes. Bajo la dictadura del “golpe de opinión” de Rojas Pinilla, se dio una nueva masacre de estudiantes durante los días 8 y 9 de junio de 1954, cuando se conmemoraba un aniversario más de los fatídicos hechos de 1929. Entonces ofrendaron sus vidas 13 jóvenes entre quienes se encontraba el estudiante de la Universidad Nacional, Uriel Gutiérrez, símbolo hoy de las luchas universitarias.
No se debilitaría el movimiento estudiantil bajo ese régimen cerrado de alianza bipartidista y permanente estado de sitio, que caracterizó al llamado Frente Nacional; su cuota de martirio sería brutalmente ampliada en esta nefanda etapa de la historia nacional
La década de los 70 marcaría la radicalización de las luchas estudiantiles en Colombia, bajo el influjo del movimiento de mayo del 68 en Francia y otros países europeos. También en 1968, en México, se realizarían memorables jornadas a favor de la libertad y de la democracia estudiantil, las que dejaron su impronta de sangre y muerte en la Plaza de las tres culturas o Plaza de Tlatelolco.
Después, durante la década de los 80, en los convulsionados 90 y durante estas primeras décadas perdidas del unipolar siglo XXI, hemos visto cómo por distintos senderos se encaminan los sueños y las utopías estudiantiles, a pesar de los impedimentos coercitivos e ideológicos que los poderes estatales, a izquierda y a derecha, les imponen.
La vida de consumo, la drogadicción, los medios masivos de incomunicación y alienación, la promoción del sexo fácil (asumido como el simple choque de los genitales, dentro de la más burda negación del afecto y del amor), el deporte reducido a la triste condición de espectáculos para anónimos encuentros de descarga colectiva de angustia y de neurosis, el arte y la cultura sustituidos por la farándula y los realities shows, y muchos otros distractores consumistas y compensatorios a los intereses de emancipación, no han logrado frenar la tenaz expresión de inconformidad y rebeldía estudiantil que, en el mundo entero, se muestra portadora de gran vitalidad y creatividad, contra todo tipo de autoritarismo y opresión, buscando arrancar la educación de manos de los estafetas de las oligarquías.
Gonzalo Bravo -1929- ... Uriel Gutiérrez -1954- ... Norma Patricia Galeano -1994- ... y muchos otros... ¡Ni perdón, ni olvido!
A todos esos simuladores del saber y la cultura, a los sacamicas y lacayos organizados en torno a las corruptas administraciones universitarias, a los autoritarios y bobilocos profesores que desde sus cátedras y textos citan y “superan” con supuesta propiedad a los grandes pensadores, como Nietzsche o a Marx, sin siquiera haber leído las solapas de sus libros, a todos esos personajes oscuros que regentan las universidades y que han sustituido la autonomía intelectual, por la más vergonzosa subalternidad, queremos advertirles que grito de Córdoba aún se escucha y que continúa convocando a las juventudes latinoamericanas a enfrentar la barbarie de los poderes establecidos.
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