Columnistas
Como somos de hipócritas con el personal de la salud
Son las ocho de la noche y se escuchan aplausos y cornetas al unísono en los edificios de Ibagué. Es el homenaje que se hace en el mundo al personal médico hospitalario que está en primera línea de clínicas y hospitales haciendo lo que más aman: salvar vidas. Y qué mejor hacerlo en la actual emergencia.
En los medios nacionales, regionales y locales la queja sobre la difícil situación que vive el personal de la salud que tiene que desplazarse de sus casas hasta clínicas y hospitales es el pan de cada día.
La ciudadanía le hace el feo a esas mujeres y hombres que se juegan la vida por los demás. La insensatez, intolerancia, y porqué no la estupidez ha llevado a muchos a esquivarlos, a no permitir que se sienten a su lado, no quieren su presencia en el transporte público. Los aborrecen, los quieren lejos. El colmo de la ironía.
Este sábado las auxiliares de enfermería y enfermeras del hospital Federico Lleras Acosta de Ibagué le contaron a la corresponsal de Caracol Tv, la difícil situación por la que atraviesan. Hasta los taxistas que son la última opción de regreso a casa se niegan a transportarlas y las rutas que se diseñaron por parte de la administración local no le sirven a muchos de ellos.
Algo parecido ocurre con vigilantes, domiciliarios, cajeros, empleados del sector de alimentos, dijo una empresaria de la ciudad. No se reconoce el valor y la importancia de sus oficios en estos momentos de pandemia.
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Ahora que entramos en modo Semana Santa cae como anillo al dedo el evangelio del sábado, según San Juan. 11,45 al 57. En aquel tiempo muchos judíos que habían venido a casa de María, al ver lo que había hecho Jesús, creyeron en él. Pero algunos acudieron a los fariseos y les contaron lo que había hecho Jesús. Los sumos sacerdotes y los fariseos convocaron el Sanedrín y dijeron: «¿Qué hacemos? Este hombre hace muchos signos. Si lo dejamos seguir, todos creerán en él, y vendrán los romanos y nos destruirán el lugar santo y la nación».
Uno de ellos, Caifás, que era sumo sacerdote aquel año, les dijo: «Vosotros no entendéis ni palabra; no comprendéis que os conviene que uno muera por el pueblo, y que no perezca la nación entera». Esto no lo dijo por propio impulso, sino que, por ser sumo sacerdote aquel año, habló proféticamente, anunciando que Jesús iba a morir por la nación; y no solo por la nación, sino también para reunir a los hijos de Dios dispersos.
Será que estamos como los fariseos aplaudiendo en la noche y repudiando o mejor teniendo mucho culillo al otro día al punto de no acercanos a quienes están dispuestos a dar su vida por la de los nuestros.
Claro que el virus está suelto y de algo estoy seguro, porque he trabajado por más de 20 años con el personal del sector salud, en lo que ellos puedan y si cuentan con las herramientas, siempre se cuidarán, alguien los espera en casa, por ende cumplen protocolos mejor que quienes los acompañan en la buseta o el taxi.
Al final Jesús entra en hombros a Jerusalén, es
Domingo de Ramos y para los que somos cristianos, ese hombre dio la vida por la humanidad. Nuestro personal de salud, como ha pasado en todo el mundo, harán lo mismo.
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