Opinión
Manolo Barrios
Por Samuel Gómez Ramírez
Pensaba dedicar sus ‘últimos años a recorrer Colombia y el mundo, compartiendo su experiencia de vida, para estimular a los jóvenes e indicarles el camino del éxito, pero también el inmenso sacrificio que ello demanda y la necesidad por parte de los Estados y empresarios, de apoyar emprendimientos cuya utilidad es ni más ni menos, que contribuir a formar el activo más importante de la sociedad que son LAS PERSONAS.
Infortunadamente su vida se apagó prematuramente y en el siglo de la longevidad, donde la esperanza de vida aumenta vertiginosamente como resultado de los avances en la investigación médica para curar enfermedades como el cáncer, el estudio de los genes y la herencia, el desarrollo de la nanotecnología, la inteligencia artificial y la búsqueda de la fusión atómica, entre otras.
“Manolo es de los pocos que se volvió inmortal, no por vivir más, sino porque dejó una huella imborrable en el corazón de muchos tolimenses”
Pero Manolo tenía que pagar el precio de su éxito: una vida intensa y de máximo esfuerzo, que solo es posible en personas seguras, decididas, convencidas de sí mismas, con objetivos claros, con visión de trabajo en equipo, con sentimientos hacia los demás y amor por su tierra y su país, así como era Manolo.
Hablar de sus hazañas como la conquista del Aconcagua, El Everest, el Denali, el Kilimanjaro, el Elbrus, el Vinson y Cartens, los picos más altos del mundo, es un tema conocido por todos, debido al despliegue noticioso de estos días. Lo que me invitó a escribir esta columna fue el sentimiento y la nostalgia que observe, entre quienes lo acompañaron en su última presencia terrenal.
Manolo fue un líder, respetado y querido por las personas y las instituciones, dedicó su vida a servir, a enseñar, a compartir sus experiencias; Manolo es de los pocos que se volvió inmortal, no por vivir más, sino porque dejó una huella imborrable en el corazón de muchos tolimenses, colombianos y ciudadanos del mundo.
Los ojos humedecidos de quienes asistimos a su funeral, indican que hay personas como Manolo, que cuando se ausentan, hacen brotar de nuestro sentimiento, lágrimas de pesar y de reconocimiento.
En su funeral no se leyó ni un mensaje del gobierno seccional, ni local, ni asistió ningún político. Si el muerto hubiese sido Pablo Escobar, seguramente habrían llegado muchos mensajes de gobernantes, concejales, diputados, parlamentarios y todos habrían asistido y se hubieran peleado la cargada del féretro. Así somos en el Tolima.
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