Opinión
Los parlanchines del éxito
Por : Carlos Eduardo Cano Martinez
Por lo general sus perfiles en redes sociales están atosigados de frases de motivación personal, de imágenes cuyos fondos están acaparados de hombres -pocas veces mujeres- con trajes elegantes, relojes de alto precio y autos de alta gama. Su “filosofía” es bastante exigua, pero suficientemente contundente como para convencer a miles de incautos de que se está a puertas de la más revolucionaria forma de generar dinero. Dos son sus principales herramientas, el fetichismo que genera el dinero, y su verbosidad, que difícilmente se puede distanciar de la que ostenta un pastor evangélico, mientras con una oratoria extraordinaria hace caer billetes de los bolsillos de cada una de las ovejas de su rebaño. Ya el pastor arisco, ya la oveja mansa.
Las reuniones se harán en auditorios que permitan el aforo de los potenciales triunfadores, le mostrarán la oportunidad de riqueza con los más bajos esfuerzos, le venderán a usted la pócima mágica para forjar dinero y usted tendrá que venderla a otros incautos con la misma verborrea que su cerebro procesó de los “líderes”; estos por supuesto ostentarán autos, viajes y dinero; le mostrarán además, los más grandes triunfadores, los inicialistas de esta gran revolución; y por último -esto es fundamental- se encargarán de que usted no se doblegue ante los argumentos en contra, de familiares y amigos -personas negativas- sobre su nuevo y revolucionario trabajo.
Lo anterior no sorprende y no genera extrañeza porque en un mundo neoliberal, la más grande alienación es el dinero; por ello, poder garantizar altas ganancias a través de inversiones: “de poco riesgo y alta rentabilidad” -algo totalmente contrario en un mercado financiero de especulación- no suena ilógico, sino más bien, se presenta como la gran oportunidad de afincar una riqueza. Riqueza que es buscada a manos llenas por jóvenes con ansias de emprendimiento, ansias de ser sus propios jefes; pero olvidan estos diligentes muchachos, que en su innovador trabajo, terminan ellos siendo amos y esclavos de sí mismos; así lo afirma el filósofo surcoreano Byung-Chul Han, en su ensayo Psicopolítica: Neoliberalismo y nuevas técnicas de poder:“El sujeto del rendimiento, que se pretende libre, es en realidad un esclavo. Es un esclavo absoluto, en la medida en que sin amo alguno se explota a sí mismo de forma voluntaria” y agrega, “El neoliberalismo, como una forma de mutación del capitalismo, convierte al trabajador en empresario (…) Hoy cada uno es un trabajador que se explota a sí mismo en su propia empresa. Cada uno es amo y esclavo en una persona. También la lucha de clases se transforma en una lucha interna consigo mismo.”
Estamos delante entonces, de otro accionar que va de la mano, por ejemplo, de las empresas con sistema piramidal, estamos en confrontación con una nueva instrumentalización de la fe, de la fe que siente el ser neoliberal por el dinero. Los “triunfadores” con chaquetas y corbatas prestadas, estarán allí esperando que usted logre caer en el más grande negocio existente, negocio en el que obviamente usted será uno de los millones de perdedores.
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