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Opinión

Le quedamos debiendo al Maestro

Le quedamos debiendo al Maestro

En otros departamentos la muerte de un cantante se convierte en una fiesta a la vida, las calles se atestan de gente despidiendo al interprete que dejó entre ellos una que otra anécdota. En el Tolima, en especial la capital musical la historia es a otro precio. Era el maestro Rodrigo Silva uno de los últimos referentes de la música andina colombiana. Al que llamaron en Estados Unidos de América junto con Álvaro Villalba los Mariscales de la Hispanidad. 

 

Mientras en las redes sociales desde que se supo de su muerte fue tendencia, en Ibagué cerca de mil personas lo despedían en la Catedral Primada. La presencia de un alto funcionario del ministerio de Cultura no existió. Solo los políticos de la región que de una u otra forma tuvieron relación con él y a los que no califico de oportunistas, porque la mayoría sentía dolor con su partida. Razón tenía Rodrigo que prefería tomarse el café con la visita que llegaba a su casa a esperar a que lo sirvieran en su funeral. 

 

Los aburridos decretos emitidos desde diferentes entidades gubernamentales si estaban a merced al finalizar la homilía. Son más económicos los homenajes póstumos, su inversión se ve reflejada en un papel donde cuentan parte de la historia del que se fue. No hubo duelo regional o bandera a media asta, como lo merecía el máximo exponente de los últimos tiempo de nuestra música. 

 

Eran muy pocos los jóvenes que asistieron a la iglesia. Diría yo que los amigos de los hijos de Rodrigo Silva, lo que demuestra que los habitantes de la ciudad musical no tenemos dentro de nuestras tareas la responsabilidad de darles a los nuestros esa herencia musical, que si bien es cierto no innova, merece estar en el corazón de todos los que vivimos en el Tolima. 

 

Lo bonito fue ver el puñado de gente que acompañó la caravana por la carrera Tercera bajando, haciendo estaciones musicales para seguir dándole el adiós que inicio con el Barcino y otras tantas en la esquina del parque de la Catedral. Estaban en ese últimos adiós los que sentimos su música y nos sensibilizaba frente al acontecer regional. Ese honor que tienen solo las celebridades de un pueblo que dice llamarse musical pero que no reconoce los suyos. 

 

A la familia del maestro Rodrigo Silva, gracias por compartir este momento. Habrían podido llevárselo para Neiva, lugar de su nacimiento. No lo hicieron porque su corazón de tolimense los llevó a ser de Ibagué su casa, su cuna.  Se nos fue Rodrigo y los músicos del Tolima le cumplieron, sonaron mil guitarras, cantaron las cigarras y no hubo lamentos, porque el maestro en su canción “Cuando Yo me Muera” solo pedía cariño, y que siempre lo tuviéramos en su corazón.

Maestro,  cumpliré al píe de la letra su petición, "pensaré que no se ha muerto, pensaré que se fue lejos de aquí" y luego si DIOS me lo permité lo buscaré en el cielo para que vuelva a entonarme una de esas melodías que me llegaban al alma.

 

Por Óscar Viña Pardo

Comunicador Social - Periodista.  

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