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Opinión

La violencia contra las mujeres y las nuevas masculinidades

La violencia contra las mujeres y las nuevas masculinidades

Por Jorge Bolívar - Concejal de Ibagué


Según los datos de Forensis, que es el boletín oficial del Medicina Legal, durante todo el año 2023 se presentaron 19.692 casos de violencia intrafamiliar. De esos 15.081 fueron contra las mujeres y 4.611 contra hombres.

Si bien esto es terrible, sucede que, a corte del 30 de abril de 2024, se han incrementado escandalosamente los casos, porque en estos 4 primeros meses llevamos registrados 20.638 y de ellos 15.766 contra mujeres. Es una verdadera vergüenza social lo que está pasando en el país en cuanto a violencia contra las mujeres. Estas cifras hacen pensar que nos comportamos como si las odiaramos.

Si revisamos las cifras de las violencias contra la pareja en todo el 2023 encontramos que se registraron 13.159 casos y de estos 11,238 contra las mujeres. También, en los primeros cuatro meses las cifras de violencia de pareja se dispararon a 13.338 con 11.505 casos contra las mujeres.

 

Con esto constatamos que hablar de violencia intrafamiliar es hablar de violencia contra las mujeres. Estos sin contar con que los feminicidios están en aumento y, además, los muy abundantes casos de subregistro, es decir, de los eventos no denunciados, ya sea por miedo o negligencia.

Dicho de otra manera, las mujeres son víctimas de las violencias que, en general, los hombres les infligimos. La única culpa directa de la violencia contra las mujeres es de los agresores. No se puede caer en la idea fácil y equivocada consistente en que las mujeres provocan esta situación de violencia hacia ellas o por la falta de coraje de las mujeres para denunciar.

Todo esto obliga a una reflexión. Vivimos en una sociedad empapada de una cultura patriarcal que es una manera particular y específica de entender, ser, estar y hacer en la vida, es decir, una forma especial de vivir las relaciones humanas. El patriarcado no es solo una mirada ni un mero comportamiento, es toda una cultura que involucra a hombres y mujeres. Es una estructura relacional que se ha naturalizado, se ha convertido en algo normal y por eso no se ve, que se hace invisible a nuestra mirada. El patriarcado encarna un imaginario de apropiación, competencia y fortaleza.

Entonces, hablar de patriarcado – matriarcado es un vivir cultural centrado en las relaciones jerárquicas de dominación y sometimiento, competencia y exigencia y a la vez de desconfianza y control, veneración de la autoridad y la violencia. Patriarcado es veneración de la masculino sobre lo femenino y la dominación de los otros a través de la apropiación de la verdad.

Se dice entonces, que cuando se aprende a vivir en la apropiación de algo, se puede vivir en la apropiación de cualquier cosa: la mujer, los hijos, las ideas, las creencias, los bienes… y con ellos surge el patriarcado.

Es equivocado creer que el patriarcado se corrige con su contrario el matriarcado. Si hoy la mitad de la humanidad femenina es violentada por la mitad masculina, lo que no se solucionará con que la mitad femenina violente a la mitad masculina.

La masculinidad y la violencia

Debemos trabajar por unas nuevas formas no violentas de relacionarnos como seres humanos. Unas relaciones humanas guiadas por el respeto y la dignidad.

Las nuevas masculinidades o las masculinidades positivas son una nueva forma de relacionamiento.

Es plantear una redefinición, una nueva concepción, o una concepción mucho más amplia de la masculinidad, no meramente como una demanda sentida de las feministas y la sociedad, sino como el deseo de muchos varones que diariamente realizan, en ocasiones de forma soterrada, diversas prácticas y vivencias que, a pesar de las circunstancias, se han atrevido a explorar a través de relaciones y acciones que son muy distintas a las tradicionalmente establecidas para los varones.

El modelo de masculinidad hoy predominante es básicamente sexista, violento y homofóbico. Reproduce un modelo hegemónico de masculinidad que refleja un varón que debe ser activo, jefe de hogar, proveedor, responsable, autónomo, que no se rebaja ante nada ni ante nadie, que debe ser fuerte, no tener miedo, que no expresa sus emociones y, además, es de la calle, del trabajo. El modelo, en el plano de la sexualidad, prescribe la heterosexualidad, la hipersexualidad y, hoy, la metrosexualidad. Este es el modelo desde el que ha florecido la violencia. Debe quedar claro que la masculinidad no debe ser el repudio implacable de todo lo femenino.

Las nuevas masculinidades proponen un relacionamiento vital más humano y respetuoso, antisexista, antirracista, antihomofóbico y no violento. Se fundan en el desarrollo de unas relaciones equitativas con las mujeres y un acercamiento más íntimo y solidario con sus congéneres. Es contribuir a forjar identidades -femeninas y masculinas- abiertas, versátiles y antiexclusivistas. Pero no se puede caer en la indefinición. No se quieren mujeres queriendo ser como hasta ahora lo han sido los varones, ni varones que, reconociendo lo indeseable del modelo tradicional machista, quieran ser varones blandos o afeminados. Las nuevas masculinidades respetan la decisión homosexual, pero son otra cosa.

Hay que aprender y enseñar a los varones a ser masculinos en otro sentido. Hay que entender que la competitividad y la rivalidad del pasado generan violencias, y que deben dejar lugar a la solidaridad, el cooperativismo, el respeto y el amor. Se necesita una nueva masculinidad que englobe actitudes equilibradas que den cuenta de un varón que posee muchas características tradicionales que son positivas de la masculinidad -entre las cuales estarían la de ser erótico, libre, alegre, enérgico, fuerte, soñador, creativo- pero que al mismo tiempo sea capaz de vivir en armonía y en paz, sin violencias con la naturaleza, con la feminidad y los demás.

Un nuevo modelo de masculinidad positiva, de varones igualitarios y no jerárquicos, cuyo sentido de hombría no se mida en sus éxitos sexuales o económicos, sino en la manera como su labor se exprese en mejorar integralmente la sociedad con la que se sienta responsablemente vinculado.

Vivir y sentir una nueva masculinidad es aprender a compartir el control de la realidad con las mujeres, no utilizar el poder para imponerse sobre otros, proscribir todas las violencias, apoyar las luchas emprendidas por los grupos socialmente marginados, promover formas justas y pacíficas de vivir en sociedad, luchar por disfrutar de su trabajo y de su hogar por igual, compartir las labores domésticas, asumir una paternidad cercana y responsable en el cuidado de los hijos, preocuparse más por la mejora de la sociedad que por sus intereses personales, respeto por el nuevo papel social de las mujeres, agruparse con otros varones para plantear cambios en sus actitudes convencionales, manifestarse públicamente en contra de la desigualdad en cualquier sentido, asumir una posición ambientalista y ecológica, reconocer y apoyar el derecho de los otros a vivir en forma diferente.

Los y las invito a trabajar en conjunto, mujeres y hombres, para construir una nueva sociedad justa, sin violencias, de respeto mutuo, en un nuevo escenario más igualitario, con una mayor presencia femenina en el ámbito público tanto en la educación, como en el mundo laboral o en la política y en la toma de decisiones. Trabajar por un Tolima libre de violencia contra las mujeres, para un Ibagué, una región y un Colombia solidario, respetuoso y en paz.

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