Opinión
La tusa de Piqué puede durar más de lo que imaginan
Por Óscar de la Viña Pardo
El rompimiento de uno de los matrimonios más bonitos de la farándula ha puesto en evidencia un hecho que pasa casi siempre inadvertido, se trata del duelo de los hombres en el quebrantamiento de una relación. No fue culpa tuya, no fue culpa mía debe ponernos a reflexionar sobre la necesidad de perdonarnos como hombres.
No había salido de una relación y ya se encontraba en otra. No lo juzgo, problema de él. Pero Piqué no hizo un proceso de duelo donde se perdonará, Piqué repetirá muchas veces el mismo hecho porque el problema al final no es ella, sino uno mismo. Necesitamos terminar una historia para comenzar un nuevo capitulo.
Pique, Rodríguez, Vera, Ruiz… pueden tener ese común denominador, no perdonarse y seguir en un ciclo de codependencia emocional y maltrato. Debemos cerrar capítulos para avanzar en nuestro proyecto de vida donde no maltratemos al otro por cuenta de nuestras dolencias.
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Historias de hombres que después de 20 y hasta 30 años de haberse separado siguen teniendo cierta dependencia afectiva con su ex, es patológico. No hacemos una verdadera terapia donde nos encontremos y nos perdonemos, y así es imposible construir nuevas relaciones. Oportunidades que partan del punto cero.
Hace pocos días me encontré con una historia que reafirma los postulados descritos. Ocho años después de haberla abandonado con una hija, al verla con otro hombre ya formalizando una relación se bajó de la moto y la cogió a golpes, le dijo que la seguía amando y solo podía ser mujer para él.
Casos como el de Anita pululan en cada esquina. Los hombres no somos tan fuertes como nos pintan y los patrones culturales que tenemos debilitan el proyecto de vida concebido desde tiempo atrás al imaginar que las mujeres son parte de ese inventario del mero macho.
Una cosa es quedar viudo y otra muy diferente separarnos de una persona. La mujer cuando decide terminar con una relación por muy dolorosa que parezca la determinación, lo hace. El hombre tiene varias etapas, primero de impotencia, rabia, abandono, luego tristeza, dolor y soledad, como lo plantea el terapeuta de familia, Víctor Sforzini.
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Ahora viene la culpa y el deseo de regresar con la pareja, sumado al arrepentimiento y frustración y acompañado de la beba Genoveva, nos conducen a malas decisiones que pueden desencadenar en hechos violentos. Pero, no nos entendemos, no masticamos que somos parte del proceso del duelo, y ahí sigue esa ruleta sinfín donde no existe la posibilidad de entrar en un espiral espiritual que conduzca a nuestro perdón y ver a la ex pareja como una persona que estuvo caminando con nosotros por un tiempo.
En esa etapa de la “tusa” o depresión en el duelo debemos trabajar en nuestra autoestima. Muchos hombres, dice el terapeuta, no se recuperan y se sienten poca cosa. “Cuando las personas no saben sobrellevar esta etapa, la depresión se vuelve profunda y estos hombres se sienten como en un callejón sin salida. En algunos casos es tanta la sensación de no poder salir adelante, que incluso pueden llegar hasta el suicidio por amor, lo que en realidad está mal denominado, porque lo que lleva a esta decisión no es el amor, sino la imposibilidad de poder llevar el duelo”.
“El plazo máximo que dura un duelo está entre un año y un año y medio. Lo normal sería que durara entre tres y ocho meses desde la separación o de la pérdida. Para poder lograrlo, lo fundamental es saber liquidar una situación afectiva, aunque ello conlleve dolor”, indica el terapeuta.
Al final el Twingo o el Ferrari si lo chocan tiene consecuencias, y no se sabe como salgan los ocupantes del automotor. Reflexionemos desde esas nuevas masculinidades en nuestros propios perdones y no sigamos alimentando esa cadena de violencia donde somos los promotores de hechos que luego no tienen como terminar. Entendamos que esto no es de mosa terapia, sino de autoreflexión.
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