Opinión
La protesta estudiantil en la UT y sus expresiones “violentas”
Por: Alexander Martínez Rivillas - Profesor asociado de la Universidad del Tolima
En estos días se presentó una protesta estudiantil en la Universidad del Tolima. Al parecer, unos estudiantes incineraron unas sillas en la entrada principal de la institución. La reacción de varios directivos y docentes fue condenar el hecho, pues se le calificó de vandálico. Durante un tiempo reflexioné sobre el acto de protesta, y mi opinión es, por supuesto, distinta a la “oficial”.
En las sociedades políticas de hoy se admite la protesta social con mayores o menores grados de libertad. China es muy vigilante con la propaganda que se difunde en contra del Estado, en Irán o Cuba ocurre algo similar. Recordé varios momentos en los que Marx ridiculizaba a la burguesía cuando exigió mano dura a la suciedad que dejaban en las calles y en las fachadas las sediciones de París. La protesta social parisina fue severamente reprimida, pero, el régimen no se refirió a las causas de las movilizaciones. Por supuesto, el tema quedó en la sombra.
Recuerdo que sobre “Mayo 68” se publicaron crónicas acerca de la destrucción que dejaron los estudiantes y los obreros de París. Nadie resultó muerto a manos de la policía. El único fallecido fue un supuesto borracho que cayó al Sena. Recientemente, en los suburbios de París se produjo un levantamiento popular por el asesinato de un joven, y en Tottenham, al norte de Londres, yo mismo vi muchos barrios semidestruidos por las protestas derivadas del asesinado de otro muchacho. En EEUU se conocen de movilizaciones masivas en el pasado reciente con desenlaces violentos en distintas ciudades como Seattle, pero sin reportes de manifestantes asesinados.
Del otro lado de la historia, en los “estallidos sociales” de Colombia se cuentan por lo menos 80 jóvenes muertos y decenas de mutilados por la policía. En Cajamarca, la policía hizo allanamientos, lo mismo que en Ibagué. La represión estatal actuó con furia e intimidó a un vigoroso movimiento estudiantil o juvenil que venía en ascenso.
Quien vive en un Estado de derecho debe aceptar la protesta social, lo mismo que debe tolerar distintos grados de violencia sobre los bienes públicos y los agentes policiales. Es una obviedad, pues solo instalando un régimen totalitario se puede prohibir la protesta o regular los “decibeles” de la algarabía social y el tipo de bienes que se pueden pintar o incinerar. La tolerancia de hoy consiste en evitar el uso de la fuerza para reprimir la protesta de gente inerme o, como decía Voltaire, al menos aparentar que se tolera.
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La protesta se gestiona, se interviene con acciones planificadas de dotaciones públicas, con cobertura educativa, con empleo, etcétera. Pretender acallar la manifestación de unos estudiantes empleando la fuerza represiva del Estado es un acto irresponsable. Quizás las personas que piden lo anterior, estén deseosos de una policía secreta o de un órgano de control ideológico orwelliano, lo que no se me haría raro bajo una rectoría autocrática como la que tenemos hoy. Quizás quisieran ver a otros jóvenes mutilados o el despliegue de una persecución profascista sobre los muchachos que protestan.
Llamar a la represión de la protesta estudiantil es una infamia, y siempre preferiré a un movimiento organizado exigiendo reivindicaciones o demandando explicaciones, que un desfile de jóvenes normalizados por las autoridades universitarias. De la rebeldía siempre han emergido las mejoras sociales, y para enterarse de esto solo basta con estudiar la historia.
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