Opinión

La pariente invisible

La pariente invisible

Por Óscar Viña Pardo. Director Creativo Lunarvi

Ole… yo también existo, mucho gusto me llamo Rosa, dice la tía cada vez que llega a visitar a la abuela. 

Hermanos, sobrinos, nueras escuchan este reclamo justo  de quien está de manera permanente con la abuela, pero que pasa desapercibida en ciertos momentos por cuenta de múltiples factores como las visitas cortas, o la preocupación existente por la salud de la nona o abuela. 
 
Todos somos invisibles en nuestras casas. La esposa reclama al marido que se mantiene pegado al celular o a la pantalla de televisión viendo fútbol sin musitar palabra alguna. 

La madre que llega del trabajo cansada y tiene que seguir revisando tareas de los hijos, a veces no determina al compañero porque no le alcanza el tiempo si se pone a hablar. 

El joven que llega del colegio y sigue híper conectado con sus compañeros hasta altas horas de la noche.  

En la mesa cuando cenan juntos todos con sus celulares se olvidan de quienes están a su lado y ríen al unísono; algunas veces comparten un video viral con los demás, pero no se escucha la voz de sus integrantes, solo el movimiento rápido de los dedos en donde se expresan con quienes tienen ideas parecidas pero que quizás no conozcan y sin saborear la comida se paran de la mesa.
 
La tía continúa en su habitación con sus chocheras o neuralgias, solo pide que la saluden y pregunten cómo está, quizás solo para saber que no es otro mueble de la casa, sino esa persona que estuvo en toda la infancia acompañando a su hermana y su familia en su proyecto de vida. 
 
Mi invitación está en preguntar por el pariente invisible, no esperar el día de cumpleaños como hacen muchos, dejando un mensaje o un meme solamente, pero sin expresar el afecto con un abrazo o un te quiero que no sea emoticón. 

Es coger como hábito esta práctica familiar que nos ayuda a fortalecer esos vínculos que se desvanecen con el tiempo por cuenta de la modernidad donde el tiempo nos mata, porque nunca tenemos tiempo para los nuestros. 
 
Ese día llame por teléfono, mande un mensaje bonito personalizado y si puede pregúntele cómo está de salud, cómo va en el amor, qué ha pasado con sus proyectos. 15 minutos que suman y no restan, así su tía, hermano, primo no tenga sus mismos intereses, tienen ese algo llamado vínculo familiar  que se debe disfrutar cuando estamos vivos y no en el féretro. 

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