Opinión
La Esperanza Activa
Por Juan Bautista Pasten G.
Sin duda, el deseo fervoroso de tiempos buenos y fructíferos en lo personal y colectivo, constituye uno de los motivos substanciales de la existencia humana. En efecto, la esperanza de alcanzar frutos y beneficios vitales, es un elemento que caracteriza a una infinidad de personas, Siempre esperamos un cambio radical y positivo que venga a transformar totalmente nuestra vida.
Ciertamente, la esperanza es una cualidad que posibilita avizorar una realidad venturosa, es una instancia valórica que otorga optimismo y energía al quehacer humano. En otras palabras, vivir esperanzados insta a imaginar un mundo distinto y mejor, verbigracia, vislumbrar e idear comunidades donde todos los humanos vivan en unidad, alegría y sabiduría.
No obstante, muchas veces, esta loable pretensión humana, la cual se halla intrínsecamente ligada a la esperanza tiende a frustrarse y decaer. Esto se debe, principalmente, a dos causas:
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- Habitamos un mundo en el cual – lamentablemente – las sublimes ansias de armonía y bienestar chocan con una realidad feroz y avasalladora, donde predominan el egoísmo, la injusticia y la ignorancia. Efectivamente, la esperanza de un mundo mejor suele convertirse en desesperanza y desesperación, ante la imposibilidad de concretar tan nobles deseos.
- Por otra parte, La esperanza suele derivar en sueños fallidos o utopías carentes de solidez y efectividad, lo que provoca desazón y desilusión en las personas, por ejemplo, la espera inerme de milagros desde lo alto u obtener respuestas de seres imaginarios a los clamores. Por cierto, esto acaba con toda posibilidad real de actualización de cualquier esperanza.
Por lo pronto, en el ámbito del pensamiento cristiano, la esperanza – junto a la fe y el amor – se encuentran en la cúspide de la jerarquía valórica. De hecho, se las considera como las más relevantes y próximas a la divinidad (“virtudes teologales”). No obstante, aun así, no está ajena a disminuir su importancia y trascendencia.
Ahora bien, a nuestro juicio, la esperanza ejerce influencia positiva en el ser humano, pero no aquella pasiva, anodina e ilusa, sino, por el contrario, una Esperanza, que hemos denominada, Activa, porque está sustentada en la autorreflexión, el análisis y la acción, es decir, en seres humanos sapientes y forjadores de su destino. Efectivamente, esta Esperanza Activa permite ir construyendo esos anhelos de desarrollo y crecimiento optimo para todos y cada uno de los seres humanos.
- (Lea también: Las personas valiosas)
La Esperanza Activa energiza y potencia a las personas, las capacita para ser los auténticos constructores del Nuevo Mundo, pues esta sostenida en la comprensión de sí mismas y descubrir, así, el enorme potencial habido en nuestra interioridad (mente, corazón, alma, consciencia, espíritu). En efecto, la esperanza es el sustrato y pilar que posibilita actualizar los más recónditos y apetecidos objetivos.
La Esperanza Activa allana el sendero para develar quienes somos verdaderamente. La Esperanza Activa dota de convicción y sentido positivo a nuestro ser en el mundo. Esta es, realmente, la dádiva universal y divina entregada a los habitantes de este planeta, para la irrefrenable misión de crear comunidades justas, libres y sabias.
“Si ayudo a una sola persona a tener esperanza, no habré vivido en vano”. Martin Luther King, pensador y líder estadounidense, siglo XX.
“Quien tiene esperanza, se sabe capaz de lograr todo cuanto anhela”, José Antúnez Plangez, escritor latinoamericano, siglo XX.
“Ahora es el tiempo de vivir, de ser; cuando llegue el mañana seguirá siendo ahora”. Eckhart Tolle, psicólogo y pensador estadounidense, siglo XXI.
* Docencia e investigación en filosofía
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