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Opinión

Juventud y participación

Juventud y participación

Por: Edgardo Ramírez Polanía - Abogado


El análisis de las actitudes de los jóvenes a través de los  tiempos, ha sido un tema difícil, no porque sea inaccesible  por las imposiciones de los modos de ser de cada época, sino porque es complejo. Puesto que se trata de un proceso social en que se conjugan costumbres y aceptaciones que no se pueden retener fácilmente para ser observados, por cuanto ya han avanzado nuevas acciones, modas y comportamientos que nos ubican en un plano que ignoramos. 

Es lo que sucede entre otros comportamientos, con las veloces formas de la comunicación humana, en que los niños en sus primeros años de escolaridad, tienen acceso por permisividad de sus padres o la moda a toda información buena, mala o falsa de las redes sociales, cuyo uso es cambiante, fluido y se disipa fácilmente, mientras alcanzamos a comprender como adultos sus diferentes cambios. Y vamos creyendo todo cuanto allí aparece por falta de rigor de análisis de esas informaciones. Sólo cuando las autoridades avisan de los peligros por los fraudes cometidos por la delincuencia con el uso de las redes sociales y los delitos que se cometen diariamente a través de sofisticados sistemas informáticos, nos percatamos del avance vertiginoso de las costumbres de nuestras sociedad, expuesta a los peores peligros y costumbres. 

Lo que se comenta socialmente a través de los medios informativos sobre determinado hecho que afectan a la sociedad, es una pequeña porción de historia. La historia misma no es a menudo, más que una manifestación similar en mayor escala que pasa del caso particular a la regla y que los gobiernos se quedan cortos ante el delito y sus formas, debido justamente a la moda que permite exponer públicamente su vida y la de su familia a través de las redes sociales.

Las sociedades jóvenes siempre se han empeñado en conocer lo nuevo y oculto de las cosas. Es propio de quien explora el mundo. Pero también, la falta que los padres orienten a efecto que el joven no imposibilite cierta densidad en el orden, la tradición de obtener cierto grado de madurez histórica, una cierta y eficaz referencia al hecho de su propia duración temporal, de su propia madurez, y no estimen que todo lo nuevo es una maravilla de la naturaleza, entre ellas la juventud y lo moderno, y por lo mismo que todo se puede hacer. De seguro lo es bilógicamente, pero no conveniente, porque la juventud no es prueba de aptitud universal. Es una deducción falsa y perjudicial para sus usufructuarios. Por “eso estamos como estamos” dice la memoria colectiva. La ventaja de ser joven no garantiza que sea para poder hacerlo todo.

Una sociedad como la nuestra debe vigilar su más preciada reserva que son los jóvenes, con sus formas de apreciar la vida, con sus modas, su música, pero preservando su cultura y sus ancestros, para que ese esplendor juvenil, no aparezca efímero y pasajero. A la juventud,  le debemos reconocer su belleza, su fuerza, su honestidad, dones esenciales que requerimos y necesitamos como un reemplazo de lo que también fuimos con otras razones y características distintas, porque somos de una generación no perfecta, sino que de manera rigurosa somos el fruto tardío de los años, de la paciente experiencia intelectual, del largo trato con los hombres y con ese ser extraño que es uno mismo.

Habrá falsos sabelotodo que llegaron al ocaso de sus vidas sin mérito alguno, a no ser el de criticar y ofender a los jóvenes, como el caso de la cantante Shakira y su compañero Piké. La canción ha dado para toda clase de murmuraciones, porque su letra es propia de la inexperiencia y juventud o tal vez el dolor del despecho que todavía ronda en los corazones doloridos de amor. 

El joven en las sociedades cultas es una criatura sagrada. En Colombia lamentablemente en algunas familias, ser hijo de político influyente es una gabela en ocasiones de mal gusto para ascender al poder sin mayor esfuerzo. A la juventud se le debe no solamente estimular y educar reconociendo y criticando sus defectos o sus abusos, exaltando sus gentiles dones y sus poderes intactos, su inofensiva sabiduría.

Es de vital importancia que los jóvenes participen en el debate público de las ideas y la preservación de la democracia imperfecta que tenemos. Es una manera de salvaguardar su destino como núcleo activo dentro de hermanos de raza y noción de patria, para que las limitaciones por las que han atravesado la mayoría de las gentes, excluidas y rechazadas, sea resarcida con la participación y análisis en la selección de sus gobernantes.

Por eso, es una obligación del actual gobierno cumplir con las promesas de dar educación a toda la juventud con ese tácito pacto que ha establecido para todas las categorías sociales, en la búsqueda del alivio de las penurias y controversias de nuestras gentes  y sus protagonistas. De lo contrario, no habrá progreso ni paz, por la falta de los elementos indispensables que son el conocimiento como instrumento de trabajo y el afinamiento de los fines culturales de los individuos.

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