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Opinión

Escritores y demagogos

Escritores y demagogos

Por: Edgardo Ramírez Polanía


Escribir y hablar son expresiones del ser humano fundadas en la imaginación, las vivencias y experiencias que se manifiestan en el lenguaje mediante el uso de normas establecidas. Ese arte es mas largo que la vida y desde luego, más exigente, porque está sometido a reglas precisas.

Escribir no es sólo narrar hechos porque ese relato no determina la calidad estética y su valor literario, que exige de manera imprescindible, una vocación, una sensibilidad, un estilo, una cultura, que se logra mediante una combinación de un ambiente de libros, lectura e influencia social.

El escritor debe reunir ciertas características: ser observador, conocedor de la conducta humana, imaginativo y buen lector para desarrollar la capacidad narrativa en sus distintos géneros literarios para poder ejercer esa actividad denominada por nuestro Nobel Gabriel García Márquez el “mejor oficio del mundo”.

Cuando se escribe, el toque de inspiración se une a cierto compromiso entre ese oficio como arte y la posteridad. El arte de escribir es mucho más que conocimiento y técnica, es una condición natural, diríase un talento que se perfecciona con esfuerzo paciente y dedicación. Como dijo Goethe: “cosa tan grande y difícil, que para llegar a la maestría se requiere toda la vida”.

Al orador calificado, algunos analistas del arte de hablar y escribir lo han ubicado a través de la historia en el cenit del lenguaje por sus expresiones del conocimiento, la entonación, confianza y capacidad para convencer mediante la coherencia de las palabras y el sentido del discurso. Existen quienes son a la vez, escritores y oradores como Cicerón a quien se le atribuye la génesis del Renacimiento y que lo señala como un excepcional intelectual.

Los demagogos no tienen esa calificación ni están considerados dentro de las artes de la comunicación, mueven las masas con ilusiones e imposiciones contra la realidad, que han llevado las naciones a todos sus estremecimientos sociales, todas sus tragedias y sus sangrientas encrucijadas, que han padecido el temperamento vanidoso de esos seres dotados de tozudez en imponer a toda costa su voluntad que atenta contra el orden social.

El demagogo generalmente no sabe escribir, habla parlotea, es palabrero, que al comienzo convence, pero en la medida que el tiempo transcurre, se va disminuyendo su capacidad de persuasión porque sus palabras chocan con la realidad y terminan siendo odiados por sus falacias y su reacción es tomar acciones arbitrarias contra los demás para generar grandes confrontaciones y violación de los derechos humanos.

El demagogo, sólo requiere de cierta dosis de entusiasmo popular, de histrionismo extravagante, de palabras grandilocuentes e ideas estrambóticas para hacer pensar que tiene un conocimiento superior, ideas únicas e indiscutibles propio de las dictaduras y las más sorprendentes contradicciones sociales.

No tiene equilibrio en las decisiones porque sus actos surgen de la improvisación y por lo mismo no crean arte. Habla y lanza ideas populistas que languidecen por su imposibilidad en su aplicación que terminan rechazadas por la sociedad y en el olvido.

El escritor y el intelectual por ser dialécticos, no aceptan al demagogo porque en el camino de su capacidad intelectual y la madurez de sus emociones, poseen una visión del mundo y de su entorno propicio para el análisis y la crítica. Por eso, ellos son los primeros en ser empujados a los camiones militares.

La dialéctica, ha hecho que la literatura continúe siendo una necesidad del ser humano, gracias a su carácter de permanencia, aunque hace años se aseguró la muerte de la literatura, del libro, los periódicos, la radio, la televisión y el cine, con la informática y los medios electrónicos, pero continúan contra todo pronóstico rompiendo los siglos.

El ejercicio de escribir permanecerá como una necesidad y hablar como la mejor forma para comunicarse, pero no la más eficaz para gobernar, debido a que lo escrito tiene mayor credibilidad y eficacia para su cumplimiento que las palabras que van al viento como dijo el poeta “ vuelan hacia la nada y retornan como volátiles espumas”.

Desde luego, que las aplicaciones de la inteligencia artificial han hecho sucumbir la manera de investigar en la literatura, la historia y las ciencias, pero escribir permanecerá como una necesidad a través de los siglos y hablar como la mejor forma para comunicarse y no necesariamente la mejor manera para gobernar.

Infundir la costumbre de leer y escribir forma a las personas para que sean mejores, más cultas y más solidarias en un mundo donde chocan las pasiones por distintos motivos políticos, sociales y económicos que son el caldo de cultivo de los demagogos y las confrontaciones.

Leer y escribir son indispensables formas para adquirir hábitos de conducta que nos conduzcan a analizar un destino común de manera más sensata para no caer en los extremismos y lograr una vida más armónica y feliz.

 

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