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Opinión

Eliminar la supremacía de unos sobre otros

Eliminar la supremacía de unos sobre otros

Por Edgardo Ramírez Polanía


La crisis de los partidos políticos así sea mundial, en Colombia varias son las causas para que los partidos políticos tradicionales, hayan entrado en un declive. Entre esas causas se encuentra la falta de confiabilidad, la corrupción, la falta de nuevas ideas y propuestas sociales con el mundo moderno conforme a los verdaderos líderes muertos o perseguidos, que han permitido a nuevas tendencias políticas tomar plaza en el gobierno con tendencias sociales, libres, equitativas y democráticas al servicio de comunidades que no habían encontrado espacio en el escenario político.

Sin desconocer la pluralidad y la diferencia que media entre los partidos tradicionales, es un hecho que ellos han protagonizado el enfrentamiento histórico causante de las grandes desigualdades y diferencias sociales, donde cada cual ha jugado como extremo en la ecuación que diariamente nos enfrenta a la realidad, al mundo de los hechos y circunstancias en que unos poseen y otros simplemente aspiran a tener su diario vivir.

Esos partidos con el presidencialismo de sacoleva que pocas veces tuvo resonancia internacional, siempre representaron a los poderes tradicionales, quienes crearon modelos de sectarismo para una batalla de la cual sufrió las más crueles persecuciones el verdadero liberalismo por las hegemonías, aquellas que nos enseña a tener la percepción con nuestras categorías de entendimiento, que no debemos correr el riesgo de volver a transitar por esos caminos del atropello, persecución y muerte que envileció al país por tantos años y que no se resiste a desaparecer para una paz total.

Pese al movimiento dialéctico de la naturaleza, la historia de nuestra sociedad persiste en que las clases que detentan el poder político y económico, no aceptan ningún cambio que no sea aquel de su mismo seno e intereses y nada distinto es de buen recibo. Por eso, la originalidad en las ideas suele ser esquiva, ya lo dijo Borges: somos cinco mil años atrás y si se observa el ejercicio público de la razón, también lo dice Kant, en su discurso acerca de la Ilustración y Aristóteles de la igualdad para los iguales y la desigualdad para los desiguales, y por tal razón, pareciera que nada hace posible que se pueda vivir en armonía y equidad.

Los sociólogos y los politólogos que se dedican a la interpretación de la política y la cultura y sus manifestaciones en la sociedad para explicar las apreciaciones y posibilidades y el refinamiento de los individuos, se empeñan con notable sentido demagógico en repetir que ¡Colombia va a desaparecer¡ con el actual sistema de gobierno, diferente a aquellos que han gobernado 200 años.

Ese grito desesperado no es exacto. Pareciera que las Casandras de la aspiración totalitaria han influido en algunas personas de magín escaso, para hacer pensar que el actual Presidente debe salir del gobierno lo más pronto como pensara Aldous Huxley en una novela, en que todo está regido por una sola idea, donde desaparece la imaginación, la competencia de los espíritus, la división de la sociedad en jerarquías. En ese “mundo feliz” no hay controversia ni emulaciones, sino caudillos autoritarios a quienes se debe seguir, así hayan sido los causantes de los temibles despropósitos humanos.

La crisis de  los partidos políticos y las guerras que enfrentan los gobiernos y que la sociedad se propone arreglar, no es para formar ningún totalitarismo por la incorporación de las comunidades indígenas, sino las hacen para algo: para salvar un cierto sistema político y social de la vida humana que es, precisamente, el único aceptable, el único normal, el único que se acomoda a la condición de los hombres, al imperativo biológico  de las jerarquías, de los desniveles dentro de la sociedad colombiana para buscar una mayor igualdad y una verdadera paz. Es decir, la democracia para todos.

Debemos tener claras las apreciaciones de las propuestas democráticas y sociales para nuestro medio y la humanidad a la que pertenecemos y por lo cual debemos cuidar. En la última reunión de la ONU, pudimos observar que el espíritu de la cultura occidental trabaja con notable eficacia en favor de los ideales de libertad que defienden los ejércitos de la democracia, el desarrollo sostenible, acción por el agua, ayuda a los países vulnerables, la protección del medio ambiente, la mano tendida a los migrantes a otras naciones debido a la falta de oportunidades en sus países de origen.

El ser humano es un ente de razonamiento y análisis, un ser con tendencias y aspiraciones irrevocables a encontrar mientras viva, las mayores posibilidades de bienestar. El ser humano no ha transigido por su autonomía espiritual que le es esencial para vivir, que toca todo lo que tiene que ver con su vida privada, la vida personal: el amor, las ideas, el trabajo, las diversiones, el placer, los derechos de sus hijos. Por eso, no se ve, cómo se pueda caer en la irreflexión, de botar a la gente de sus empleos para formar ejércitos de desempleados como lo dijo un político colombiano sin curul para fomentar la protesta social.

 

Colombia no se merece que se viva dentro de la repulsa de la violencia de los viejos partidos tradicionales, tampoco inmersa en el odio y la desigualdad, que hasta los hijos se pelean con sus padres, sin razones suficientes que impidan el florecimiento del entendimiento y la equidad.

La violencia política de otros tiempos y que aún subsiste con otros nombres, fue generada por la terquedad de los miembros de los partidos tradicionales y fue al menos una eventualidad histórica, cimentada en el abuso de la fuerza del Estado en el desconocimiento del derecho de los partidos mayoritarios y por las acciones de bandidos ignorantes.

Es una necesidad para el progreso y tranquilidad pública, buscar eliminar el odio y la supremacía de unos sobre otros. Eliminar ese orgullo colombiano constante de nuestro espíritu egocentrista, y vanidoso que hace mirar por encima del hombro a los demás, porque son indios, a sabiendas que lo somos todos, así seamos rubios y de ojos azules.

Porque esa actitud, no permite que avancemos sobre los problemas nacionales de la economía, la educación, la salud, la intervención estatal, el equilibrio de los entes de control y todo aquello que contribuya a la ejecución de planes de gobierno equitativos, que son necesarios e imprescindibles para nuestros descendientes, la paz, el progreso y el bienestar general.

 

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