Opinión

El pueblo que ya no somos, la ciudad que queremos ser

El pueblo que ya no somos, la ciudad que queremos ser

Estamos en el límite de pueblo a ciudad, combatimos como buenos ibaguereños con muchas sombras heredadas de otras capitales similares a la nuestra que ya huelen a metrópoli sin dejar el aroma de pueblo como Manizales, Bucaramanga o Pereira. Pero que nos impide dar el paso, ¿será solo el problema de infraestructura que padecemos desde la última alcaldía de Pacho Peñaloza? ¿Será la falta de identidad cultural, una ciudad que se hace llamar musical y no tiene pentagramas en sus calles, músicos sueltos con escenarios vacíos?. 

Doy un paso atrás y me encuentro con la realidad, un alcalde que quiere echar a rodar avenidas necesarias a través de impuestos como el de la plusvalía y valorización que se suman al predial 2019 que nos hará “chillar” a todos. Recursos que son necesarios para desde la infraestructura empezar a oler a ciudad, porque seguimos siendo el pueblo de la avenida quinta como referente y ahora la Ferrocarril, todo por cuenta del folclore. 

En el retrovisor están los empresarios que protestan por tantos impuestos, y hacen apuestas timoratas para generar mayor empleo. Se ponen los escudos de siempre, la eterna pelea con el sector público que no brinda las garantías para salir adelante como pasó en el año 1986 luego de la tragedia de Armero, cuando hicieron la figura de extinción por 10 años de tributos para la región con la consecuencia mayor de dejar la tierra luego de cumplido el tiempo dejando solo edificaciones, algunas ya en ruinas. 

Hablar del amor por la ciudad es contradictorio, protegemos los bioparques saludables que se encuentran ya casi en cada barrio de la ciudad, me encanta porque me dice que podemos; pero no somos capaces de respetar los parqueaderos de personas con capacidades diversas o dar el paso al peatón en donde están las cebras, o no invadir las aceras, y mayor aun el reto cuando se pinta las esculturas, grafitis que muestran la historia de lo que somos. Queremos anquilosarnos en ser pueblo cuando tenemos todo para ser ciudad, competitiva, amable, querendona, con vocación agroturística. 

Como soñar no cuesta nada, espero ver algún día el famoso Panóptico con estaciones musicales, diferentes géneros que se puedan escuchar en cada esquina sin invadir la otra, rodeada de diferentes públicos que respetan esa nota musical que llevamos por dentro pero que no queremos entonar porque creemos que siempre vamos a desentonar. 

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