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Opinión

El legado de Fabiola Posada: La “Gordita” más querida de Colombia

El legado de Fabiola Posada: La “Gordita” más querida de Colombia

Por Oscar Viña Pardo.


Hace 40 años, el estereotipo de Barbie y Ken dominaba la televisión y el cine. Se creía que quien no fuera delgado quedaba excluido de la realidad impuesta por una sociedad obsesionada con el consumo y la apariencia.

Fabiola Posada, más conocida como “La Gorda Fabiola”, llegó por casualidad a interpretar un pequeño papel en el programa que la catapultó como la humorista más querida de Colombia: “Sábados Felices”. Nacida en Santa Marta, esta comunicadora social, con talento y disciplina, supo convertir su figura en un sello distintivo. Desde la autoaceptación, invitaba a quienes no encajaban en los cánones de belleza convencionales a amarse tal como eran.

Desde ese primer papel, el reconocimiento de sus virtudes y defectos fue su motor para destacarse entre sus colegas, aceptándose a sí misma sin juicios severos. Con su chispa de humor, Fabiola nos enseñó que la honestidad y el equilibrio personal pueden llevarnos muy lejos, incluso al éxito.

Se convirtió en un referente positivo. Su estilo vibrante y colorido rompió con el mito del culto a las "medidas perfectas". A través de cada chiste y parodia, demostraba que se amaba a sí misma tal como era, y que quienes la admiraban lo hacían por su autenticidad, no por seguir estereotipos.

Aunque las críticas en algunos momentos pudieron afectarla, su compasión consigo misma la fortaleció. Su autoaceptación no dependía de la aprobación externa, a pesar de su constante exposición mediática. Su valor propio emanaba de un reconocimiento interno, sin importar las expectativas sociales o culturales.

Con su humor genuino, Fabiola ayudó a muchas personas, especialmente a mujeres, a amar sus cuerpos y a desarrollarse emocionalmente en momentos difíciles. 

Hoy despedimos a Fabiola Posada, un ícono del humor colombiano, una luchadora de la vida, una mujer que, como esposa, madre, amiga y comediante, nos enseñó que los estándares sociales son, en última instancia, personales. Paz en su tumba.

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