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Opinión

El dólar y el dolor

El dólar y el dolor

Por Óscar Perdomo Gamboa


En el momento en que escribo estas líneas el dólar está a $4.516 y con tendencia a la baja. Cuando Gustavo Petro asumió la presidencia, algunos irresponsables, por decir lo menos, aseguraron que el dólar ya estaba a $5.000 y predecían precios de hasta $5.500 y más; Por supuesto, el culpable era Petro, cuya sola existencia ya elevaba el precio de la divisa. 

Sobra decir, que se trató de pánico económico, una forma vil de atacar a un gobierno que apenas iniciaba. Pero ahora que el dólar ha bajado y no se cumplieron las catastróficas predicciones de los carroñeros, ninguno de esos medios, periodistas y analistas se ha pronunciado. Y no lo harán. 

No caeré en la ingenuidad de decir que el dólar bajó gracias a Petro, como tampoco subió por su culpa. Hay múltiples factores internacionales alrededor de ello. Lo que quiero señalar es el contraste entre el enorme escándalo ante la mala noticia y el atronador silencio ante la buena. 

A los medios de comunicación que se desgarraban las vestiduras por el alza del dólar no le interesa el valor de la divisa, sino buscar cualquier motivo para deslegitimar al presidente. Lo de ellos no es la noticia, sino la desinformación malintencionada.

Sólo es ver la “agenda noticiosa” de esos medios para comprobar que dan más importancia a los zapatos de la primera dama o el vestido de la vicepresidenta que a las verdaderas propuestas y reformas gubernamentales. 

El veneno que sale de ciertos “periodistas” no sólo es malintencionado con Petro, sino perjudicial para el país. La morralla que desea el fracaso del presidente parece no entender que eso llevaría al fracaso de Colombia; son como pasajeros idiotas que odian al piloto del avión en que viajan y desean que se estrelle. Y, por supuesto, siempre hay una legión de ignorantes que creen que si algo sale en un noticiero es verdad, y repetirán las mentiras con un meme y una mueca.

Cuando la prensa obedece a un dueño se convierte en propaganda. Eso es lo que tenemos en Colombia, una nómina de lenguaraces que irrespetan la profesión al acatar ciegamente las órdenes de sus amos, como buenos subalternos sin valor ni ética. De hecho, hace rato se destaparon las millonarias nóminas paralelas de Iván Duque en las que hay varios periodistas cuyos nombres siguen siendo un secreto a voces. La denuncia se ha perdido en la avalancha de casos de corrupción de los gobiernos pasados que siguen durmiendo el sueño de los justos en las fiscalías de bolsillo.

Afortunadamente, existen los medios alternativos en donde profesionales con mayor ética pueden equilibrar la balanza de la desinformación. Es allí, en esos nuevos espacios de libertad, donde se pueden escuchar voces que no están adiestradas por un bozal de billetes.

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