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Opinión

El arte de novelar

El arte de novelar

Por: Edgardo Ramírez Polanía


El arte de novelar requiere información, imaginación, práctica, estilo y conocimiento de esa clase de genero literario, que es un lenguaje del alma y los sentimientos, y que como las demás artes, es una respuesta del ser humano frente a la felicidad o el sufrimiento para buscar la inmortal belleza estética o filosófica que se desprende del texto exigente de la novela.

A través de la historia se ha considerado que novelar es una narración compleja en prosa sobre personajes donde se transmite información y conocimientos, y quienes realizan esa función con la selecta facultad de expresar sentimientos, hechos ciertos o imaginarios, debe hacerlo sin desacreditar a los individuos o la sociedad.

Quienes narran un acontecimiento cierto o imaginario en el amplio espacio de los géneros literarios como la novela, el cuento, el ensayo y la poesía, y sus derivados como el relato, el guion y el libreto, han tenido la libertad de crear personajes y hasta modificar los existentes de la historia.

Novelar la historia se ha vuelto una costumbre que distorsiona la realidad, porque los hechos y los personajes quedan al arbitrio del estilo y la forma que el narrador les quiera dar, como lo hace el pintor o el escultor, porque el arte es expresión creativa de la imaginación.

La serie del Libertador  Simón Bolívar, sobre su vida, es una serie que informa, es un buen ejemplo, que contiene elementos, históricos y culturales que ayudan a la formación del carácter de muchos televidentes, para conocer las implicaciones de las guerras y la independencia del colonialismo español.

No obstante, las series de televisión de narcos y prepagos, han sido el claro mal ejemplo de esta costumbre perniciosa de la narrativa y el relato de la historia, en los guiones del drama, que no dejan ninguna lección moral, sino un mal ejemplo, para algunos adolescentes que quieran parecerse a esos delincuentes ricos y matones.

En el exterior es común que le pregunten al colombiano por Pablo Escobar y las series, El patrón del mal, Sin Tetas no hay paraíso, JJ Sobreviviendo a Escobar, que se refiere al sicario “Popeye”, quien dijo en varias ocasiones y en una audiencia, que había matado personalmente a 300 personas y que le quitaba  las cabezas a muchos policías para que no fueran identificados y que había participado en 3.000 asesinatos.

Son decenas las series de sicarios, prepagos y narcotraficantes ha presentado la televisión colombiana desde el año 2010, desde  la narco serie de RCN, Rosario Tijeras, por la alta sintonía en sectores sociales con bajo nivel cultural que desean tener el poder y la malicia del narco.

La empresas de televisión RCN y Caracol, le han ocasionado un grave daño a Colombia, con la publicación de las series de televisión de narcos y muerte, que le dan la vuelta al mundo, que contienen hechos criminales ciertos y otros ficticios como lo dicen sus anuncios y cuyos fines son económicos.

Con la exhibición de las series de televisión de narcotraficantes, mujeres prepagos, sometidas a las peores condescendencias, el gobierno no ha tomado medidas que impidan la violencia moral a sus mujeres y hombres y el desafuero contra el país.

Las narco series cuentan historias reales o ficticias con argumentos dramáticos a lo largo de series de capítulos, sobre narcotráfico, violencia, venganza, muerte y prostitución, y todo lo que se genera a partir de del poder de la mafia de los narcóticos.

Es pernicioso jugar con la honra de los hombres y mujeres de un país como Colombia, azotado por la violencia, la guerrilla, la corrupción, el narcotráfico, el desgobierno y la confrontación política entre los colombianos.

El nombre de Colombia es asociado en el exterior con narcotraficantes y asesinos y se ha constituido un turismo que no va a los museos o sitios turísticos, sino a la tumba de Pablo Escobar y la finca Puerto Triunfo, porque la televisión se ha encargado de glorificar a los narcotraficantes.

Tanto es así, que las series de los narcos colombianos están a nivel mundial en Hollywood y sitios como streaming y Netflix, porque el término "narco", ha sido catalogado como sinónimo de colombiano y poderoso económicamente, y por lo mismo objeto de imitación en gentes de poca cultura.

Los colombianos merecemos respeto de los medios televisivos, que están sometidos a precisas normas legales que la Comisión Nacional de Televisión, la Superintendencia de Industria y Comercio, y la Comisión de Regulación de Comunicaciones, no hacen lo propio para hacer cumplir las normas por desidia e ineficiencia.

Es necesario que el gobierno cumpla su misión constitucional de garantizar la honra de los colombianos, solicitando a las entidades establecidas para controlar la programación de la televisión que se evite el desprestigio de la nación y de sus gentes, con series y películas que dañan el buen nombre de sus ciudadanos.

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