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Opinión

De relecturas y hallazgos

De relecturas y hallazgos

Por Alberto Santofimio Botero - ExMinistro de Estado, ExSenador de la Republica


Una demora insólita, pero lamentablemente habitual en los vuelos de avión a Ibagué, que duran 20 minutos en el aire mirando fugazmente montañas y llano, pero a veces demasiadas horas en el aeropuerto, me llevo a encontrar una edición pulcra y atractiva de PEDRO PÁRAMO, este libro fascinante cuyo autor, en carta a su novia definió como” una estrella junto a la luna.”

 

El genial escritor también mejicano ALFONSO REYES al anunciar la aparición de esta obra dijo premonitoriamente “tiene influencias conscientes o inconscientes) veintitantos siglos de literatura.”

 

Quién pudo haber imaginado que el hombre que nació un 16 de mayo de 1917 en SAYULA. JALISCO, MEJICO, JUAN RULFO hubiera sacudido con su obra PEDRO PARAMO, la historia de literatura de su patria, del continente, y del incitante mundo de las letras, que lo consagró como “el mayor escritor mejicano, además de producir  un gran legado fotográfico y editorial en la antropología. Es el escritor de su patria más traducido y leído en el mundo,” el más elogiado por BORGES, NERUDA, GARCÍA MÁRQUEZ, Y GUNTER GRASS, entre otros”.

 

Y estos grandes de las letras universales eran exigentes, celosos, severos, implacables diría yo, en el ejercicio de la crítica literaria. Toda la razón les asistió al juzgar a PEDRO PÁRAMO que al decir de JORGE LUIS BORGES “es una de las mejores novelas de las literaturas de lengua hispánica y aun de toda literatura”.

 

 Como lo sentenció en 1955 EDMUNDO VALADÉS, al celebrar su aparición, “desconcertante, lista a inquietar a la crítica, transcurren una serie de transposiciones oníricas ahondando más allá de la muerte de sus personajes, que uno no sabe en qué momento  son sueño, vida, fábula, verdad”.

 

Esta obra que leí en mi juventud, con apremio, pero con singular deleite, para presentar examen final de literatura  en la QUINTA MUTIS, en mi bachillerato en Filosofía  y Letras,  en el Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario, la recorro ahora agotándola suavemente  como un buen vino añejo, en la   totalidad de sus páginas, y descubriendo con maravillado  asombro el preciosismo literario, que más allá de la calidad de la novela y del insólito dialogo de los muertos en COMALA, tiene este libro una virtud literaria suprema.

 

De su relectura, que inicie con la frase genial: “Vine a COMALA  porque me dijeron que acá vivía mi padre, un tal PEDRO PARAMO,”,  y que cerré  emocionado y feliz, reconciliado con la vida y la lectura, con esta frase memorable: “Después de unos cuantos pasos cayó suplicando por dentro, pero sin decir una sola palabra. Dio un golpe seco contra la tierra y se fue desmoronando como si fuera un montón de piedras”.

 

En este dedicado ejercicio hallé deslumbrado verdaderas joyas de la escritura, algunas de las cuales transmito enseguida:

 

 “era un grito arrastrado como el alarido de algún borracho:”  ay vida, no  me mereces”.

 

Todas las madrugadas el pueblo tiembla con el paso de las carretas. Llegan  de todas partes, copeteadas de salitre, de mazorcas, de yerba de para . Rechinan sus ruedas haciendo vibrar las ventanas, despertando a la gente. En la misma hora en que se abren los hornos y huele a pan recién horneado. Y de pronto puede tronar el cielo. Caer la lluvia. Puede venir la primavera. Allá te acostumbras a los “derrepentes” mi hijo.

 

Carretas vacías, remoliendo el silencio de las calles. Perdiéndose en el oscuro camino de la noche.  Y las sombras. El eco de las sombras.

Pensé regresar. Sentí allá arriba la huella por donde había venido, como una herida abierta entre la negrura de los cerros.

Entonces alguien me tomó los hombros.

Vine a buscar a mi padre.”

 

“Hasta que al fin logre torcer la cabeza y ver hacia allá, donde la estrella de la tarde se había juntado con la luna”.

 

“Mi madre me decía que, “en cuanto comenzaba a llover, todo se llenaba de luces y del olor verde de los retoños.

 

“el cielo esta tan alto y mis ojos tan sin mirada, que vivía contenta con saber dónde quedaba la tierra.

 

“He descansado del vicio de su remordimiento…Ya no me quedan fuerzas para más.”

 

Vino hasta su memoria la muerte de su padre…Traslucía el color gris de un cielo hecho de ceniza, triste, como fue entonces. Y a una mujer conteniendo el llanto recostada contra la puerta…Han matado a tu padre. Con aquella voz quebrada, desecha solo unida por el hilo de un sollozo.”

 

En mis piernas comenzaba a crecer el vello entre las venas, y mis manos temblaban tibias al tocar mis senos. Los gorriones jugaban. En las lomas se mecían las espigas”

 

“allá en los campos la milpa oreó sus hojas y se acostó sobre los surcos para defenderse del viento.”

 

Perro de noche gemía, gemía largamente. Pabellones de nubes pasaban en silencio por el cielo como si caminaran rosando la tierra.”

 

“Enseguida oye el percutir de su corazón en palpitaciones desiguales. Al través de sus parpados cerrados Entrevé la llama de la luz”.

 

“Que sucedería si ella también se apagara cuando se apagara la llama de aquella débil luz conque  la veía.

 

En Colombia, la agobiante tecnología de la red digital, el celular, la televisión, la radio, los periódicos aúpan, con fuerza inusitada el vendaval de la confrontación, la yerba del odio y el irracional enfrentamiento, irrespetando muchas veces la verdad, actualizando viejas querellas y miserables venganzas. Nosotros preferimos este oasis reparador de la literatura, lejos de ese espectáculo de violencia, corrupción, e insanas pasiones desbordadas.

 

 Hoy en el día de la independencia, recordando nuestra llegada por primera vez al Congreso de Colombia, el 20 de Julio de 1968, reafirmamos nuestro amor irrevocable por la Patria, su democracia, su libertad y su independencia, sumergidos en la virtud suprema de la historia, la literatura, y la poesía preferimos ignorar por un momento la magnitud de la tragedia colectiva que se vive.

 

Seguimos viviendo en el mundo fascinante de la cultura, de la palabra, de los  conocimientos y el amor por la vida y por la música, dándoles la razón a don VICENTE HUIDOBRO, cuando afirmo: “Lo ordinario es de todos, pero el delirio solo pertenece a los poetas.”

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