Historias

¿Y los vendedores?

¿Y los vendedores?

Por Jhenifer Rodriguez 

Llegando a la portería de la universidad del Tolima la única publica del departamento, está desde las 6 am hasta  cerca de las 10 pm una mujer de 42 años cuyos ojos claros y grandes, expresan amabilidad. Ella se llama Nebys; ofrece minutos, dulcería, cigarrillos y trabaja afuera porque al igual que los vendedores de comida, su hija mayor, quien estudia en la universidad del Tolima,  tenía la chaza dentro de la universidad  y  sin darle mayores explicaciones no le permitieron volver a trabajar más allí. Desde hace más de dos años, doña Nebys, madre soltera con dos hijos, trabaja fuera de la universidad con la chaza que tenía su hija.

Después de doña Nebys pero más cerca de la entrada está don José de 49 años, él lleva trabajando en ese lugar desde hace nueve años, ofrece los mismos productos que doña Nebys salvo por contadas diferencias. Mucho más cerca de la entrada esta don Gustavo un señor que fácilmente aparenta 50 pero que realmente tiene 76 años y trabaja como vendedor informal afuera de la universidad desde hace cerca de 13 años, cuando ya no pudo trabajar en ninguna empresa.

Es normal verlos hablar de vez en cuando con los vigilantes de la universidad, fiar un tinto o un cigarrillo a algún estudiante. Ellos tres se han vuelto para mí parte de la comunidad universitaria y de mi cotidianidad, por ende el día que llegué y no vi sino a don Gustavo, sin su cajoncito de dulcería, tratando de vender en una pequeña caja sobre una silla de madera sus productos y escondiéndose de la policía me sentí muy triste. 

Ellos estaban ubicados en un andén que tiene cerca de 50 metros de largo por tres de ancho que  se extiende desde la portería principal de la Universidad hasta la siguiente esquina donde una calle separa al alma mater de un local de carpa blanca con el cual inician los locales de comidas, internet, papelería, entre otros.  Al lado izquierdo del andén había varios vendedores de comida entre ellos muchos que antes estaban dentro de la Universidad pero que fueron expulsados por la administración universitaria.  

El semestre  B 2018 fue particularmente inusual en la Universidad  del Tolima, puesto que el nuevo Gobierno se ha negado a dar presupuesto a la educación pública, los estudiantes a nivel nacional tuvimos que suspender las clases y salir a exigir nuestros derechos. Por ende, fue hasta el viernes 15 de marzo de 2019 que pudo concluirse el semestre B 2018. Ese viernes don Gustavo, doña Nebys y don José continuaban en el andén de la entrada de la universidad.

Para cuando regresamos el martes 26 de marzo estaban todos los vendedores de comida una calle antes, en fila hacia la entrada del parqueadero de la universidad sobre el andén de la carretera que separa el local de carpa blanca  del andén donde inicia la Universidad. En la cola con sus ojos  angustiados estaba doña Nebys, don José no se veía por ninguna parte. 

El jueves 28 de marzo los volví a ver a los tres, en las horas de la tarde en el lugar que acostumbran,  ya no con sus chazas sino con sillas y pocos productos, en ese momento decidí hablarles, ninguno de los tres estaba tranquilo, doña  Nebys  mientras conversaba conmigo miraba por encima de mi hombro con la angustia de que llegara la policía “si me lo pregunta nena, yo estoy muy angustiada, allá en esa cola no vendo nada y mi hija estudia acá, yo tengo que ayudarla, ella y mi niño menor que está en el colegio dependen solo de mi”. 

Se le notaba la tristeza al hablar, movía constantemente las manos y desviaba los ojos esperando con angustia los policías, que lejos de protegerla vendrían a sacarla de su lugar de trabajo, poniendo en riesgo la estabilidad de sus hijos, tal vez no con golpes pero sí con amenazas  aterradoras para una madre soltera que depende sólo de sí misma y del apoyo de sus propios hijos, pero ella no quiere que se pongan a trabajar si no que estudien. Después de conversar con ella me dirigí a don José quien me dijo “Nos sentimos vulnerados por parte de la alcaldía y de la policía, cuando vemos a un policía nos toca salir corriendo como si fuéramos unos bandidos.”

Don Gustavo, de 76 años,  miraba con actitud precavida hacia la calle mientras atendía y trataba de hablar conmigo. Me decía que no era la primera vez que lo intentaban sacar, pero que él persistía en ese lugar por que no podía hacer otra cosa, en su juventud saco cinco hijos adelante, pero no alcanzo a pensionarse, y sus hijos tienen sus propias responsabilidades no pueden darle todo, él debe trabajar y eso no le molesta por que siente que puede hacerlo, pero lo que sí es molesto es que no le permitan hacerlo y no le brinden ninguna otra solución verdadera.

 Ahora está ayudando a una de sus hijas con su nieta, él paga el arriendo del lugar donde viven los tres. La de don Gustavo es la historia de muchos colombianos que trabajan durante toda su vida, pero por diversas razones se quedan sin pensión, y también, con las reformas pensionales que cada día son más perjudiciales para el ciudadano promedio, puede ser mi historia o la suya. 

Intervención Policiaca:

Era el lunes siguiente al inicio del receso estudiantil, don Gustavo ya estaba en su lugar de trabajo  cuando llegaron los policías muy temprano a decirles que debían irse del lugar porque estorbaban, a él le toco ponerse a recoger, doña Nebys y don José no pudieron sacar sus puestos. Ella junto con los vendedores de comida se fue a regaña dientes al andén donde les dijeron que podían estar y terminó quedando en la cola, don José  pensó que lo mejor sería irse, dado que ya sabía que en el  lugar al que los enviaban no podría vender mayor cosa, y si insistían en quedarse donde siempre han estado, los policías les prometía que les harían una multa por 800 000 pesos, les quitaría la mercancía y se encargarían de que les quedara el antecedente.     

 No les daban mayores explicaciones, los policías les repetían como robots programados las frases “estorban el paso, invaden el espacio público, dificultan el tránsito de las personas.” Parece que en esta ciudad de intereses, hipocresías y falsas morales cristianas, unas vidas humanas son más importantes que otras. No les aclararon a quiénes les estorbaban, pero saben que a la mayoría de la comunidad universitaria no, pues don Gustavo me dijo que “los muchachos dicen que ellos nos apoyan a nosotros y que no están de acuerdo con que nos hagan esto,” doña Nelly y don José me repitieron lo mismo. 

Los vendedores tienen claro que los agentes de policía  no lo hacen por iniciativa propia sino por órdenes de algún ente gubernamental de la ciudad o quizá por petición de la misma universidad, eso nadie ha venido a aclarárselos, lo cierto es que pocos días después de haberlos sacado pusieron una ciclo vía por todo ese sector de la calle 42 desde la Carrera Cuarta Estadio hasta la entrada de la universidad del Tolima. Por supuesto que no se trata de estar en contra de las mejoras cívicas a la ciudad, pero realmente es deber tanto de la Universidad pública, como de la alcaldía e incluso de la gobernación priorizar y procurar el bienestar de las comunidades vulnerables.

Y me pregunto si esto tendrá que ver con el afán de la administración universitaria por acreditar una universidad que no existe y disimular, escondiendo el desorden debajo de la cama, las grandes falencias que enfrenta nuestra alma mater. Lo cierto es que cuando veo a los policías rondar me preocupo porque para el momento en que se termina de escribir estas líneas ya doña Nebys tuvo que volver a la cola de la que el 28 de marzo trataba de salir, don José se ubicó en la entada del parqueadero pero vende muy poco allí y don Gustavo está de vez en cuando en la entrada con una pequeña caja de herramienta que llena de mercancía, la silla de madera y la angustia de que le caiga la autoridad.

A pesar de que me gusta movilizarme en bicicleta no me hace feliz ver esa ciclo vía nueva si implica quitarle el sustento a estas personas. Ni la universidad pública, ni la gobernación del Tolima, ni la alcaldía, parecen estarse preocupando por atacar realmente los problemas de fondo que aquejan nuestra ciudad, sino que con acciones como esta parece preocuparles solamente disimularlos enviándolos a donde menos se vean.    

 

Jhenifer Rodriguez 

Nota Aclaratoria: este escrito se hace con datos recolectados durante finales del mes de marzo y la primera mitad del mes de abril del presente año. 

 

 

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