Historias
Un periodista a la presidencia
A la presidencia de Colombia llegaban siempre héroes de muchas batallas a través de triunfos militares, golpes de cuartel y por encargo, usualmente militares y abogados, pero no periodistas. Si bien era cierto arribaban por medio de victorias en la guerra, para los tiempos de Manuel Murillo Toro la primera magistratura la desempeñaban hombres mayores, pero no como él, que a los 48 años, con un espíritu civilista y conciliador, ascendían al poder con un ánimo sereno y una visión progresista para desarrollar, como lo hizo el tolimense, una de las más aplaudibles gestiones ejecutivas de la historia nacional. Su presencia tras guerras civiles y dos administraciones sectarias, rudas y belicosas, lo condujo a convertirse en el presidente número 21 y el sexto en Colombia de ser elegido por voto popular, en una dignidad ocupada antes por Simón Bolívar o Santander, el cuasi tolimense Domingo Caicedo que la ejerció por encargo cinco veces y hasta su propio paisano José María Melo, 16 años mayor que él, quien dió un golpe en 1854.
Quien nació en la población tolimense de Chaparral el 1 de enero de 1816 en la cuna de un hogar modesto, adelantó estudios en su lugar natal y se hizo abogado en la capital colombiana. Portador de un espíritu con fervor liberal participó en la guerra civil de 1840 y desde joven comenzó una brillante carrera periodística en la que se mostraría como un analista y estudioso sobre los temas del país. Toda su actitud lo llevó tempranamente a ser directivo de su partido que lo eligió al Congreso en repetidas ocasiones y lo respaldó en actuaciones ministeriales. Al caer el liberalismo en 1855, se une a otros escritores para fundar el periódico El Tiempo donde también colaboraban tolimenses como José María Samper. Después el conservatismo cae como resultado de la guerra emprendida por Mosquera contra el gobierno de Ospina Rodríguez obteniendo su triunfo el payanés, pero su sucesor, salido de la entraña de un partido dividido, fue Manuel Murillo Toro, posesionándose el 10 de abril de 1864. Ejerce tras los gobiernos sectarios de Ospina y Mosquera luego de sangrienta y costosa guerra civil, y además de la paz que fuera una de sus obsesiones, pueden contarse entre sus obras la de fundar el Diario Oficial como instrumento básico para divulgar los actos más importantes de la administración, introducir el telégrafo, paso trascendental para el progreso del país, ordenar la elaboración de los primeros mapas de nuestro territorio o introducir a Colombia el árbol de eucalipto.
El período previsto por la Convención de Rionegro era apenas de dos años y así como recibió el mando del general Mosquera, se lo devolvería al término de su primer gobierno. Pasados pocos años fue nominado nuevamente a la presidencia precedido por el prestigio adquirido como hombre de Estado entre 1864 y 1866, siendo reelegido al mando ejecutivo de 1872 a 1874, convirtiéndose en el primer civil en ocupar por segunda vez la primera magistratura, manejando con rigor la deuda externa e interna, dedicándose con obsesión a las obras públicas, adelantando la navegación por el río Magdalena, iniciando la construcción del ferrocarril de Buenaventura, iluminando a Bogotá con iluminación pública de gas y aplaudiendo la independencia de Cuba en relación a España. Por algo era un representante del liberalismo radical que mantuvo respeto a las libertades estatales con sus creencias de Estado libre, creencias libres y culto libre.
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