Historias

No todos lo lloraron ese 2 de diciembre

No todos lo lloraron ese 2 de diciembre

Por Marcelo Andrés Prada

Estudiante de Comunicación Social – Periodismo Uniminuto

Una mañana de sábado luego de haber terminado el año escolar, mi madre me informó que me había conseguido un trabajo de verano en un almacén de ropa de unos amigos suyos, así que el inicio de mis vacaciones se vieron opacadas por un  trabajo de verano que no solicite, y que por amistad de mi madre tuve que tomar.

Era  final de 1993 y con algo de desagrado me dispuse a entrar en el argot de vendedor de tienda de ropa, ¡sí!,  esos que se ubican a las afueras del local todo un día y que parece que tuvieran un código especial para atraer clientela -  siga caballero-, -siga monita- y apelativos admirativos como reinita, mi vida o patrón los cuales estaban diseñados para motivar y generar empatía con el fin de que ingresaran a comprar alguna prenda.

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El  negocio estaba ubicado en la calle 16 con tercera y casi alrededor de dos  cuadras de esta calle se componía  de pequeños locales que estaban muy alejados de los grandes almacenes de cadena, pero  representaban la mejor oportunidad de conseguir ropa a precios módicos y con buena atención. 

La mayoría de los locales pertenecían a un grupo de comerciantes antioqueños, de gustos excéntricos en sus vestimentas, siempre acompañados de grandes cadenas de oro, anillos de oro, de carriel terciado, voces graves con mando,  amantes del futbol y de su Nacional del alma; a “los paisas” como se les conocía, siempre se les veía en costosas camionetas y se sabía de buena fe, que tenían unas casas de gusto excesivo en los mejores sectores de la ciudad.  Yo los admiraba pues consideraba que eran muy trabajadores, divertidos y el constante empuñamiento de botellas de whisky me daba a pensar que así era que se debía vivir.

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Eran tomadores de pelo, sobre todo con los nuevos empleados como yo, a los que bautizaban con sobrenombres inmediatamente pasaba las puertas del almacén no por desprecio sino como una rara muestra de cariño que se manejaba en su cultura.  

Durante el tiempo que trabaje con ellos escuche historias acerca de cómo hicieron su fortuna, muchos rumores  infundados en el hecho de ser antioqueños y sus nexos con el narcotráfico y como aún estaba en vigencia “el patrón”  como ellos lo conocían, inmediatamente identifique que se trataba de Pablo Emilio Escobar al cual ellos idolatraban,  y como muchas personas de la sociedad antioqueña no era considerado solo como el narcotraficante y  terrorista sino como el hombre que dio mucho a su comunidad, talvez por este sentido de pertenecía arraigado que tienen los paisas, no se permitía verlo de otra manera.

En esos años el país pasaba por una de sus más grandes crisis a nivel económico, social y de orden público, la guerra que estableció Escobar con el gobierno nacional destruyo la vidas tanto de inocentes así como de las fuerzas militares, los asesinatos de altos mandos de la  policía, agentes  y representantes del gobierno como Lara Bonilla y  la cabeza visible de la libre expresión de los medios de comunicación como fuese Guillermo Cano, lo convirtieron en el objetivo militar de alta prioridad  y  el gobierno comprendió que este personaje no se rendiría hasta tener sometido al Estado a su voluntad.

 El  país se vio maniatado por el poder económico y armado de Escobar, el cual se regodeaba de la frenta que le hizo al Estado y de cómo tenía diezmada en algunas zonas a la fuerza pública. Esta guerra le costó gran cantidad de dinero que no reparaba en gastos para atacar al gobierno, y aunque su capital en algún momento lo ubicaba como uno de los hombres más ricos del mundo poco a poco se iba disminuyendo por el uso desmesurado en esta guerra, también le costó la vida de sus lugartenientes entre ellos su primo el cual era el jefe de finanzas de la organización lo que fue talvez uno de los golpes más duros a su organización que insidio en que sus fondos disminuyeran y perdiera poder de ofensiva, de control de información y principalmente económico.

Gracias  a esto paso sus últimos años escondido en constante guerra con el Estado  y asediado por sus enemigos entre ellos el cartel de Cali, los pepes, y por parte del gobierno El bloque de búsqueda, los cuales hacia principios de 1993 pusieron un cerco cada vez más cerrado para capturar al capo el cual ya se encontraba diezmado  tanto de salud, como de dinero y armamento.

En esos últimos días las información inundaban los noticieros donde reportaban que se encontraban cada vez más cerca de la captura del capo,  y los “paisas” a veces entre el día a día, ponían atención a estas noticias pero continuaban con sus actividades comerciales, hasta ese 2 de diciembre de 1993 donde comprendí lo importante que era Escobar para ellos. Sobre las tres de la tarde yo me encontraba acomodando estanterías cuando la radio difusora nacional emitió una noticia de último momento, reportaba que tras un operativo se había dado el abatimiento de Pablo Emilio Escobar Gaviria, un aire frio se sintió en esa calle y de inmediato, se dio la orden de apagar los equipos de sonido y se procedió a encender los televisores, pues ellos aún no daban credibilidad a lo escuchado.

Tras una espera de algo más de 10 minutos en un informe especial del noticiero QAP se reconfirmó la noticia,  yo no podía creer el silencio que se dio en al menos dos cuadras, algunos dueños de almacenes salieron llorando, otros aún seguían sin creer en la noticia; mi jefe por su parte dejó caer una lagrima, saco un vaso y se sirvió un trago de licor, me dijo – pelado mataron al héroe de los pobres- sin ocultar su desasosiego e impotencia, y aunque parece increíble de creer eso representaba Escobar para ellos. 

En ese momento muchas  inquietudes quedaron sin respuesta, varios de los dueños de estos almacenes pusieron fotos de Escobar con veladoras por el descanso eterno de su alma, otros se negaban a creer que “el patrón” hubiera caído de esa manera tan fácil, y mientras en las noticias  el  país celebraba y mostraba como héroes al Bloque de Búsqueda,  una pequeña comunidad de Ibagué seguía sin dar crédito a la noticia y lo lloraba en silencio.

Aunque solo trabajé por esa temporada no olvidaré la impresión que causó en mí, haber estado con estas personas durante ese momento histórico para nuestro país, y aunque era muy joven estos sucesos hubieran pasado sin trascendencia si no hubieran visto las cosas  desde su perspectiva.  

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