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Historias

La mañana del 6 de febrero

La mañana del 6 de febrero

Por: Jhenifer Rodríguez.  Estudiante de Comunicación Social y Periodismo Universidad del Tolima

Esa mañana me levanté temprano para dejar a mi hija en el jardín, de regreso a mi casa pase por la tienda para comprar algunas cosas, la señora de la tienda y una de las vecinas estaban pegadas a la radio, una mujer en la emisora lloraba mientras hablaba a sus oyentes, yo no entendía lo que estaba pasando. Eran cerca de las ocho cuarenta AM, las mujeres en la tienda se veían muy conmocionadas, entonces pregunté que sucedía, fue cuando me dijeron que una joven madre se había quitado la vida junto con su hijo. Sentí que un frío me recorrió la espalda “Tal vez fue una venezolana, con lo mal que la está pasando esa pobre gente.” Dijo la tendera. 

Volví a mi casa. Los vecinos del otro apartamento con quienes compartimos el patio, también escuchaban la radio, pues continuaban hablando de la noticia. Yo estaba conmocionada, recordaba a mi hija despidiéndose de mí en el jardín; sus ojos inocentes, sus manos pequeñas, y se me hizo un nudo en la garganta. Siempre he sentido que mi hija solo estará bien si está conmigo a donde quiera que yo vaya, ahora mismo me cuestionaba un poco esa premisa. 

Caminé desde el patio hasta llegar a mi habitación y sentada en mí cama lloré la muerte de la desconocida y su hijo, quienes por cierto eran colombianos. Los vecinos y yo aún no salíamos de nuestro asombro, nos inundaba la tristeza por el hecho, de repente, la emisora lanza un ruido estruendoso: “!Ooooooolímpicaaaaaaa¡” seguido de una canción ranchera llamada Ángel y Demonio. Los vecinos no hablan, solo la canción llena el lugar y parece que en el ambiente del patio no está pasando nada grave. 

Pero resulta que sí, pasó uno de los hechos más lamentables en nuestra ciudad y los medios locales solo demuestran su falta de profesionalismo e irrespeto por la dignidad humana. Siguen lanzando música y propagandas, cuando vuelven hablar los locutores tratan el tema, como si fuera cualquier noticia, compartiendo detalles inexactos que no hacen ningún aporte, simplemente alimentan nuestro morbo; detalles sobre la muerte que no tienen por qué importar a la opinión pública. 

Yo continúo llorando sentada en mi cama y cierro la puerta para no seguir escuchando tanta infamia. Me duele oír tanta basura en la radio, alternada de música de fiesta, propagandas al nombre de su emisora y algunas propagandas a otras marcas, acompañado de los comentarios de mis vecinos. Entre tanto, trato de entender por qué me afecta tanto el hecho, esculco en mis recuerdos y me viene a la mente, el semestre A de 2017, cuando yo cursaba cuarto semestre y mi hija tenía poco más de un año. 

Estábamos debatiendo en la clase de opinión pública, no recuerdo exactamente sobre qué, pero lo que sí está claro en mi memoria es cuando una de mis compañeras dijo que muchas mujeres tenían hijos solo con el fin de vivir de los subsidios del gobierno. Que ella las veía por ahí los sábados yéndose a bailar con ese dinero.

Recordé la rabia que experimenté en ese momento, pues me sentí señalada, aunque yo en particular no recibía ningún apoyo económico de parte del estado por tener a mi hija. Y es que jamás nunca alguien con un hijo podría vivir de un subsidio tan paupérrimo como el de Familias en Acción, tal vez ayude pero jamás será una razón para tener hijos. 

Regreso al presente, eran las nueve y media, sé que lo que pasó en el puente de la variante no tiene nada que ver conmigo, sé que me tengo que levantar porque tengo muchas cosas por hacer este día. Me asomo por la ventana y el día esta gris, parece que quisiera llover otra vez, parece que al igual que yo, el cielo no lo quiere superar, sigue acongojado por la noticia. Me pregunto y si... si tuviera que ver conmigo, como madre soltera o como estudiante de la universidad pública o simplemente como integrante de esta sociedad. 

Trato de pensar qué pudo llevarla a la conclusión de que ellos ya no tenían lugar en este mundo, trato de pensar desde mi principal posición, la madre soltera, qué hace realmente el Estado por nosotras, y evoco la mañana de junio del año 2018 cuando me acerque a la fiscalía para demandar al padre de mi hija por inasistencia alimentaria, demanda con la que aun hoy no ha pasado nada, demanda de la que el padre de mi hija no sabría nada si yo misma no hubiera llamado a decírselo.

Recuerdo también la lucha de una joven en la universidad para que pusieran un jardín donde pudiéramos dejar a nuestros hijos en las horas de clase, ella me contó un día tomando café, que una funcionaria le dijo “la universidad no tiene por qué alcahuetear esa irresponsabilidad”, al parecer si tienes un hijo o más, no tienes por qué pensar en continuar estudiando. 

Lo mejor por supuesto sería no tener hijos en determinadas condiciones, pero las madres solteras de todas las edades existimos, estamos aquí y no tener hijos o tenerlos dentro de un matrimonio no hace a nadie mejor que nosotras ni les da más derechos. 

Ahora me pienso desde mi rol de estudiante de universidad pública, desde éste, sí que me siento responsable, no puedo pensar en algo que yo haya hecho para ayudar a mi sociedad, cualquier cosa que evitara tragedias como la de este día. Me da nostalgia porque la universidad pública está demasiado ocupada mendigándole recursos al gobierno para su funcionamiento, lucha de la que pocos hacen parte, pero de la que muchos esperamos beneficiarnos, el resto, que siente que en este entierro tampoco tiene velas, critica desde el desconocimiento. 

Miro la hora en mi celular, son las diez y cuarto, el tiempo continúa su curso, hay muchas notificaciones de Facebook y de WhatsApp. Estoy segura de qué es lo que están compartiendo en Facebook, así que miro los mensajes de WhatsApp, pienso que podría ser algo importante, y que así me distraería de lo que había sucedido, pero muchos de los mensajes reproducían la noticia de la joven madre y su hijo, habían fotos y videos, era agobiante. Se me bajan las lágrimas de nuevo y con rabia pienso que ni los que manejan medios, ni la demás gente, saben cómo tratar una noticia de esa naturaleza, si no saben respetar el luto, es mejor no hablar del tema. Pero evidencio que los medios piensan en la sociedad de mercado; hay que seguir vendiendo, y la gente del común... no puedo imaginar que piensa. 

Me pregunté cómo habría tratado la vida a esta joven madre para querer huir de ella de una forma tan abrupta llevándose a su hijo consigo. Y aunque los hijos se pueden evitar y aunque tal vez todos crean que las madres solteras les debemos una disculpa a la sociedad por no habernos quedado viviendo con el papá de nuestros bebes o por no haber sido más cuidadosas a la hora de tener sexo, nuestra existencia no cambia, seguimos tratando de sobrevivir a una economía excluyente, a una sociedad de doble moral, a unos hombres irresponsables que solo nos brindan migajas cuando ayudan con algo, y aun estado ausente, en especial a una fiscalía ineficiente que cuando uno se acerca a preguntar por qué no ha avanzado la demanda sus funcionarios le dicen cosas como: “es que usted no ha estado pendiente.” 

En medio de todo esto son escasos los que hablan, o señalan a los padres irresponsables. No quisiera volver esto un tema de género, mis respetos para aquellos hombres que sí asumen su responsabilidad de forma cabal, déjenme decirles que son una minoría en este país. 

Sé que cada uno tiene su celular a la mano para compartir lo quiere y me pregunto por qué tienen que compartir esto de forma tan irrespetuosa. Entonces me pienso como individuo de esta sociedad, sin más arandelas que mi humanidad, ¿qué me hace diferente a ellos? sé que nada o por lo menos no mayor cosa. Trabajamos para comer, aparte de eso, yo estudio, cuido de mi hija, hago los oficios de la casa, escribo cosas que no sé si alguien lea. Todo por mí y mis allegados, nada fuera de lo ordinario, nada muy solidario. Y es que soy libre de ser egoísta, o eso nos dicen a través de los distintos medios, que somos libres, libres en la tercera ciudad con mayor desempleo del cuarto país más desigual del mundo. Me tengo que preguntar, libres de qué, ¿De morirnos de hambre en la ignorancia, la indiferencia y la desigualdad? Eso sí sin hacer mucho escándalo, pues es más digno morir esperando una cita en la EPS que quitarse la vida. 

Es casi medio día, enciendo el televisor mientras hago mis quehaceres, está el presidente Duque anunciando el regreso de la “seguridad democrática” con un nombre un poco distinto, conozco de la sangre que eso significó en el pasado. Apago el aparato, termino mis deberes, miro la hora, mi hija sale temprano me preparo para recogerla. 

Salgo a la calle, en la panadería de la esquina, en el chance y en todas partes hablan y se preguntan: “por qué”. No sé qué tan justo sea preguntarse eso, no justifico a aquella joven, pero tampoco la juzgo, nadie sabe en realidad por más que especulen qué sucedió, pero el rumbo que llevamos como sociedad debería darnos luces. Pienso en que yo amo estar viva, jamás llegaría a semejantes términos, a pesar de ello no me miento, no me digo que a esa mujer le faltó conocer a Dios, yo creo que él no tiene la culpa tanto como nosotros, todos y cada uno de los habitantes de esta ciudad cargamos un poquito de responsabilidad. 

Camino hasta llegar al jardín, mi bebé de tres años sale a saludarme con una alegría inmensa y por ella guardo la esperanza de que reflexionemos como sociedad, que haya algo más que saciar un morbo enfermizo conociendo el hecho y sus detalles, ojalá pensemos que hay cosas por mejorar, que debemos ser ciudadanos más responsables para que no sigan pasando cosas de esa naturaleza, porque pensar que ser más creyente tal vez la hubiera salvado es una posición muy cómoda, así lo único que se logra es que nosotros sigamos con nuestras vidas admirándonos porque no fuimos nosotros los que nos rendimos hoy. 

 

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