Historias

La imagen de la buena suerte en Colombia

La imagen de la buena suerte en Colombia

Jorge Barón, una de las figuras a las que el país está acostumbrado desde hace más de cuarenta y cinco años, locutor, animador y presentador de televisión, se volvió una personalidad de nuestra televisión con su propia firma, teniendo como meta mostrar la imagen positiva de Colombia. Permanecer con éxito a lo largo de más de trece mil horas transmitidas dentro y fuera del país apoyando el talento nacional, lo proyecta como activo, visionario, ejemplo de laboriosidad, entusiasmo y superación, por lo cual ha recibido múltiples homenajes, llenando plazas en regiones apartadas o el mismo Madison Square Garden de Nueva York. El estudiante de San Simón que nace en Ibagué el 29 de junio de 1.948, expresidente de la Junta Directiva del Deportes Tolima, en medio de las guerras y la desesperanza, sigue optimista cumpliendo la hazaña de divertir y dar buenas noticias y espectáculos a su país.

 

Hizo famosos programas como El Show de las estrellas, Embajadores de la música colombiana, Noticiero del espectáculo, Señoras y señores, Línea de noche, 20-20  y muchos otros de elevada sintonía, bajo el indeclinable propósito de trabajar por la imagen de Colombia. En sus más de 13 mil horas transmitidas en las pantallas nacionales e internacionales ha apoyado con amplitud el talento de toda la nación. Ahí están los ojos de Colombia en sus programas que muestran el ingenio y el esfuerzo de un hombre salido de la entraña de su lucha.

Jorge Barón es, para la historia nacional, el pionero en la industria de su televisión y el primero en exportar programas de este medio sin que hasta el momento se haya detenido. De otra parte hizo posible  la primera programadora en instalar estudios propios para la producción de programas de televisión, se convirtió en líder en la franja del medio día y en general de la programación recreativa. El soporte contínuo para los artistas nacionales de los que nadie se acuerda o examinan apenas con desdén, sigue no sólo infrenable en el propósito, sino que, en otro campo, indujo a lo que hoy es masivo al transmitir, cuando nadie estaba interesado porque no era rentable y no le iba bien a nuestros equipos, la famosa Copa Libertadores de América en la que Colombia fue campeón en 1.989.

 

Su trascendencia lo llevó a recibir un gran homenaje del Centro Cívico Colombiano de Nueva York,  numerosa colonia  residente en los Estados Unidos, gracias a su trabajo nacional e internacional con su programa Embajadores de la Música Colombiana, una ventana optimista del país entre ellos y su patria.

 

Llenar el Madison Square Garden, recibir condecoraciones, lo llena de emoción y de recuerdos cuando en el barrio Posada Cuéllar, por los lados del cementerio de Ibagué, transcurre su infancia entre cometas, trompos y el oficio en la tienda de su madre de escasos recursos.

 

El notable tolimense, durante su tránsito entre la niñez y la pubertad, alquilaba comics en el teatro Tolima, antes del matinal, organizaba viajes dominicales a Gualanday, ahorraba en una pequeña alcancía,- un marranito-, y le narraba a su padre y amigos el partido del Deportes Tolima. Cursar el bachillerato en San Simón, hacerse líder de su grupo, jefe de la tienda escolar, organizador deportivo y perifoneador oficial del colegio, fue la antesala para anunciar dos tandas en el parque López de Galarza, luego de convencer al locutor para obtener el chance. Su atracción enfermiza por el oficio desde la época de la primaria en el colegio Tolimense, la llevaría como una obsesión hasta convertirse en lo que hoy representa: una consagrada figura nacional.

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