Historias
La fiebre amarilla y la casa de Elena Ramírez
Elena Ramírez vive en un barrio del sur de Ibagué. Madruga antes que todos: barre el patio, prepara el desayuno, alista las loncheras y verifica que los uniformes estén limpios. Vive con cuatro personas más —su esposo, dos hijos una niña de cinco años y un adolescente, y su suegro— pero, aun así, las tareas del hogar caen sobre ella sin discusión ni reparto.
“Es que usted es la que sabe dónde están las cosas”, le dicen.
Pero también es ella quien ha aprendido, casi por obligación, a cuidar de la salud familiar.
Es quien recuerda las fechas de vacunación, quien tapa los baldes de agua, quien revisa las llantas viejas para que no se llenen de mosquitos y quien mira con prevención cualquier zancudo que ronda la casa.
Mientras hablamos con ella, su esposo pasa apurado rumbo al trabajo y deja el tanque del patio abierto. Elena suspira, va tras él y tapa el recipiente. Está cansada. Lo dice con voz baja, pero firme:
—Yo cumplo, pero la salud no es solo cosa de mujeres. Los hombres también deben protegernos y protegerse.
Su reflexión es un llamado urgente. La fiebre amarilla no distingue género ni edad, pero sí expone más a quienes no tienen la disciplina de prevenir.
En hogares como el de Elena, la corresponsabilidad es más que una cuestión de convivencia: es un acto de protección colectiva.
Quizás la batalla contra la fiebre amarilla empieza en los puestos de vacunación, pero solo se gana cuando cada quien —hombres incluidos— cierra un tanque, elimina un criadero o decide vacunarse a tiempo.
Elena Ranírez no es el nombre de nuestra entrevistada quien pidió reserva del mismo y volver génerico el lugar de su residencia.
La información publicada hace parte del contrato que tiene ElCronista.co con el Hospital San Roque de Alvarado – Secretaria de Salud del Tolima
(CO) 313 381 6244
(CO) 311 228 8185
(CO) 313 829 8771